jueves, 9 de agosto de 2018

NOTICIARIO VILLALPANDINO.





     Se llamaba Marcial Villasante Riaño. ¡Lástima de foto en color!:Tenía el pelo trigueño y unos preciosos ojos azules. Era el menor de los cuatro varones de Felicidad Riaño y el Sr. Villasante Lanseros. Se criaron, José Luis, el mayor y último superviviente, actualmente en la residencia, un señor de buen aspecto y bien arreglado que anda por ahí, Aurelio, cuyos restos, muerto joven en accidente, trajeron desde Australia, Abundio, buen mozo y elegante, y la menor, Argelia, muchacha de las guapas del pueblo, en una casa de la calle "Juego de Pala", la única del lado izquierdo,. según se baja. No digo acera porque no había.

       Ayer trajeron, desde Salamanca, a enterrar sus restos junto a los de sus padres, y sus hermanos.

     Les recomiendo lean la semblanza que de él ha escrito el gran periodista, Paco Cañamero. Después de eso, qué puede añadir el cronista terruñero? Coincidir en que Marcial, desde niño, fue una buena persona.




       Esos surcos que ven ahí son los del melonar de mis fatigas. Sacar adelante ese cultivo tan friolero en estas tierras donde puede helar por Santa Cruz, no es tarea fácil.

     Este año llovió e hizo frío por San Isidro, recién plantado. Las planticas de melón tiritaban, pero agenijos, verdolagas, tomatitos, abrojos, garamatas..., nacían merminiando: hube de resembrar y reponer plantas. Sigo luchando contra la broza. Ya queda muy poca. Estuve a punto de rendirme, pero voy ganando la batalla. A Sari le gustan mucho los melones, y los conseguimos requísimos. Y nos duran hasta Navidad... 





     Lo de arriba es la remolacha. La foto está hecha hace dos semanas. Ahora está mucho más grande y completamente cerrada.



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       Esta otra foto es del pimiental. También es de hace unos días. Ya hemos empezado a cortar. Esta mañana Nacho llenó un balde. Otro entre Edu y Rodrigo. Ya les pondré fotos en la recolección.

    Prefiero no recordar ni entrar en detalle de las zancadillas que nos pusieron contra esta hermosura.

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    A esta hora regresan el cuerpo sin vida de Cecilio  Áres Fernández, a su aldea natal, Quintanilla del Monte, de la que, cuando él nació, el menor de cuatro hermanos, hace 92 años, su padre, don Matías Áres era el patriarca. Hombre bueno que evitó, junto con el cura, don Basilio, que de ese pueblo llevaran a ningún inocente al paredón en el 36.

    Cecilio ha pasado los últimos 22 años de su vida siendo muy útil en la Residencia "La Inmaculada": mientras pudo, era el recadero: Centro de Salud, farmacia, encargos a otros residentes..., lo que hiciera falta.

   En su agenda diaria, escrito en rojo, la visita a sus nietos en el Colegio a la hora del recreo, para llevarles unos chuches y unos besos. Él solo pudo tener un hijo. Su esposa falleció muy joven. Marta, Isabel y Caque, o "Kake", eran la alegría de su vida.

    Era una delicia conversar con él. Hombre muy educado y afable conservaba esa elegancia humilde, sin vanidades, de la buena cuna.

     Ahora, en el atardecer, cobijados por el Teso de San Marcos, la Maya y el Ardero, sus restos se funden con ellos en el cementerio de su aldea.

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    El pueblo está muy animado, un año más, que tan pronto es San Roque como Navidad. El pasado sábado se casó Nieves, la de Fernando el de "Chencho" la niñita vecina de mi madre, en Berrabueyes, a quien Chón, tanto quería.

.      Aunque al quedarse, tan  prematuramente, sin marido y sin padre, volvieron a Barcelona, el pueblo les sigue tirando. Y ha venido a casarse, y por la Iglesia, como Dios manda. Mi enhorabuena. 


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