miércoles, 31 de octubre de 2018

DÍA DE TODOS LOS SANTOS.



      El día está gris y tristón, como en "los santos" de toda la vida, pero no es como antes, cuando en el cementerio sólo había mármoles y nichos en las tumbas de los ricos, las demás en tierra con la cruz ferruginosa que vendían en el Comercio Grande, o incluso dos tablas de madera.

      Tampoco había flores. La señá Valentina, madre de Sergio, empezó a llevar los primeros crisántemos. Los cípreses (que creen en Dios), son los mismos, y la capilla, pero sin el cristo, que lo robaron, y el panteón de los "Carnero".

      En los dos días, (Los Santos y Los Difuntos) igual de festivos, y sin escuela, poníamos faroles en las tumbas de nuestros abuelos. Unos eran ex profeso para esos días. La gente más pobre llevaba el farol de la cuadra del burtro, que había fabricado Emilio, "el hojalatero".  

     Ahora ya no sólo están allí nuestros abuelos, sino nuestros padres, nuestros tíos..., nuestra hija. Su hermana ha venido de Oviedo a limpiar la sepultura, a ponerle flores.

      Ya no ese incesante ir y venir a pie de todas las gentes del pueblo. Ya no hay curas, con capas pluviales, responseando por las sepulturas, y perras en el bonete, (se decía que sacaban pa el marrano, a cambio de sacar almas del purgatorio) ni cientos de críos jugando a las cartas en la pared de la fachada...

     Ya no tañen a muerto, en algunos pueblos toda la noche, las campanas, en estos días y los siguientes. Ya no hay (ni falta que hace) la terrorífica novena de ánimas en las monjas,  con túmulo, fémures, calaveras relucientes, hacheros, reclinatorios, y las monjicas de velo en la cara, en el coro de arriba, el de las rejas puntiagudas, cantando aquellos latinajos ininteligibles y lastimeros; ni la de San Nicolás, también con túmulo, hachones y el Sr. Macario cantando el "Dies ile, dies ira, calamitatis et miserías". ¡Qué alivio la novena de La Milagrosa en las hermanas, llena de luces, de cánticos alegres y los milagros de Santa Catalina Labouret.

    Sí que añoro, hasta no hace tanto, la misa de las Monjas del día de los Santos, ya sin túmulos, ni hachones, ni oscuridades, sino alegre y festiva, porque el Evangelio, o las Epístolas, leído con énfasis por don Tomás, nos describía "una multitud de bienaventurados, de todas las naciones, razas y potestades sentados a los pies del cordero", o algo así. ¡Qué consolador aquello!

   ¡Pues miren!: todos estos recuerdos y reflexiones, de tanta gente, como reposa, en tierra o en mármol (ojalá fuera dormitorio)  de tantas situaciones, de tantos odios y ambiciones,  que ya vemos donde acaban, me hacen sentir hartura de lucha y una infinita ansia de paz. ¡Se acabó!: ¡Qué salga el agua por donde quiera!   

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