sábado, 23 de abril de 2016

SERAPIO VELEDO PALACIOS.



     Cuando esta mañana me dieron la noticia, aunque   no me sorprendió, me puso triste. Desde hace años veía como se iba gastando la vela de su vida. Su luz, cada vez era más mortecina. Este deterioro físico, él lo aguanto con la valentía y serenidad se toda su vida. Mientras pudo ver y caminar un poco salía a dar un paseo, aunque fuera ayudado por el andador.

   Dejó de caminar, de ver, no así de pensar, de recordar, de hablar. En mi última visita, tan encerrado en sí mismo, ya apenas pude sacarle:
 
    -Eres Agapito, te conozco por la voz.

     -Agapito, qué?

       Medio enfadado -Modroño, ¡qué va a ser!. Modroño Chimeno. No me molesté en aclararle que yo no era aquel muchacho que mataron en el 37, unos meses después que a su padre, aquel hijo de los aguardienteros que a él le acogieron, sino en lo que ha venido a dar aquel bebé rollizo, hoy abuelo, a quien él tantas veces acunó...
     
       Hoy fui al tanatorio prometiéndome no llorar. Hablar con su hijo Froilán, me tranquilizó más. Como suponía, líquida en el hoyo de la palmatoria, la última cera de su vida, sin sustento el pábilo, la llamita se extinguió.

       Pero claro, cuando sus hijas, me cuentan que en sus últimos días, ingresado en el Hospital de Benavente,  "cada poco te nombraba", y la fábrica, y el aguardiente, y las cubas de Cerecinos, las madres, los pilos, el orujo, las pipas, los bocoyes;  el carro, la "Perla", la "Pastora". Mateo, Chon, Antonio, Lola..., golpetazo de nostalgias, de recuerdos, de tristeza, a llorar se ha dicho.

       Con los aguardienteros estuvo dieciocho años, desde antes de cumplir los 15, a primeros del 37, hasta el 55, si bien los últimos, cuando el negocio empezó a ir a menos, cuando ya casi no había trabajo para los de casa, ya sólo en la temporada de la "quema" y en vendimias.

       Como era tan inteligente, habilidoso y trabajador no tuvo necesidad de emigrar. Estuvo unos años en "La Borrachera" hasta que, "metidas las aguas" se hizo cargo de los pozos, depósitos, tuberías, válvulas y llaves de paso, en aquella precaria instalación. También, como trabajador municipal, se hizo cargo de la báscula y del matadero.

         Serapio, a quien todo el mundo quería, sobre todo la clase obrera, (fue vocal sindical para defenderlos) ha sido un referente moral en la vida del pueblo.

             Que se queden los "Condes" y los "conditos", Pinedas y "pineditos" con sus millones y chulería. Categoria de la buena, lo que yo llamo categoría humana, la de estos honrados trabajadores de mis pueblos, la de Serapio Veledo.

           Si la cosa fuera como debiera, Serapio debería ya estar charlando con los Modroño Chimeno aguardienteros, con el "esterero", fusilado por defender lo justo en las tapias del Cementerio de Zamora; la doliente, sosegada, morenita, guapa, señá Filomena, Oliva, a quien Serapio tan bien cuidó; Emeria, Josefa, "Menucha", Justina, José. También con Flora, flor tronchada, otro de los nombres de sus delirios. Seguro que un platónico amor juvenil.

          De cualquier modo deja hijos, nietos, amigos que lo recordaremos como un ejemplo a seguir.

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