lunes, 4 de octubre de 2021

SE HA MUERTO DON TOMÁS OSORIO BURÓN.

     Esta tarde lo enterrarán en su pueblo natal, en su pueblo de alma, en su Fuentes de Ropel, a las seis de la tarde, y es tan honda mi pena, tan grande mi abatimiento, como la intensidad de mis recuerdos, como la tristeza que me produce comprobar la rapidez con que pasa la película de la vida, y lo atrás que van quedando las escenas, como la de aquel 4 de diciembre de 1977, cuando con 43 años, don Tomás llegó a Villalpando, y se encontró todo "en muy mal estado y abandono".

    Lo saludé en San Nicolás viejo, al salir de la Novena de la Purísima. Era tal el abandono material y espiritual de la Parroquia de la villa que, enseguida, se puso manos a la obra.

     No es que San Nicolás estuviera para caerse. Como unos diez años antes, don Modesto, le había puesto un nuevo tejado; lo malo fue que le metieron tal peso, vigas y capa de hormigón, debajo de la teja, que las paredes de carga comenzaron a ceder, y la bóveda a agrietarse. Aquel defecto lo subsanaron metiendo unos tirantes, cuyos chapones se ven en algunas fotos; pero don Tomás consideró que Villalpando necesitaba una iglesia nueva, con más capacidad, y más funcional litúrgicamente.

    Se encontró la casa parroquial en estado de ruina; el archivo de lo que fueron diez parroquias, desordenado, amontonado en lo que fue obrador del confitero anterior propietario, lleno de goteras en semiruina.

          Parejo el abandono en lo espiritual: empezó a ocuparse con empeño de las catequesis; la misa parroquial, ya en San Pedro,  la dedicaba, principalmente a los niños, y hacía pedagogía; la Comunidad Neocatecumenal. el grupo de matrimonios Cristianos, la íntima y diaria misa vespertina en las monjas, cada día con una breve homilía...; campamentos para niños,  de Caritas, en Sanabria; para adolescentes en Silos...; excursiones a Roma, a los Santos Lugares, ¡yo qué sé!

    De su paso por este pueblo ha quedado la nueva iglesia de San Nicolás, la casa Parroquial, varios libros; el archivo recopilado, ordenado, colocado en estancia al efecto en la nueva casa Parroquial; un abundante archivo fotográfico,..

    Tan vinculado, en el plano espiritual, a nuestras familias, los recuerdos tristes acuden en tropel: mis padres, mis suegros, Rosi,  nuestra hija Sara-Belén...; Primeras Comuniones, Confirmaciones, bodas, de nuestros hijos...¿Cuántos funerales, al final junto a don Primitivo, y bautizos, aunque menos, por el descenso de la natalidad, ofició don Tomás?

    Don Tomás, persona culta, preparaba las liturgias. Guardo especial recuerdo de las de Jueves y Viernes Santo, y sobre todo de la misa del día de "Todos los Santos": llena la iglesia de las monjas, alegre por las canciones, bien iluminada, don Tomas leía con solemnidad: " Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar,de toda nación, raza, pueblo y lengua". Añadía: esa muchedumbre inmensa es la de todos los santos, la de todas las almas buenas que nos han precedido en el camino de la vida.

    Quiero creer, desearía que, en medio de esa "muchedumbre inmensa", tengan un apartado los de Villalpando, los pobres hombres y mujeres, niños y niñas que bregaron, sudaron, sufrieron sobre "el mar de esta inmensa llanura"; don Tomás debe incorporarse al grupo donde estén, don Primitivo, don Santiago, don Modesto; Carmen y Nana Gutiérrez, Maruja Gil, Lucita Boyano, Cesáreo Miranda; Rosi, Lola y Carmela Riaño; mi cuñada Maruja Blanco, y los recién llegado Jesús Boyano, Miguel Ángel Toranzo..., todos todos.

       Amigo Tomás Osorio, deberías estar allá arriba, y darle, de nuestra parte, un abrazo a nuestra hija Sara-Belén. ¡Anda que cuánto me hiciste llorar en la homilía de su funeral!


     



2 comentarios:

Diáspora villalpandina dijo...

Hoy es un buen dia(festividad de San Francisco de Asís) para decir que además de ser buen gestor, un párroco debe ser también (yo diria que fundamentalmente) una persona humilde y abierta a todo tipo de personas.

Administrador dijo...


No sé si tu comentario es elogioso o crítico, con don Tomás Osorio.

Yo conocía muy bien sus fallos, incluso fui víctima de alguno, que no quiero airear, por que en la balanza pesa mucho más el platillo de sus buenas obras.

Dedico los mejores 41 años de su vida (que también fueron los mejores de la mía) a Villalpando. No soy capaz de desterrar la tristeza por su fallecimiento. Todo me lo recuerda: las esquelas por todo el pueblo; la iglesia de San Nicolás, sus libros, y, sobre todo, el recuerdo de tantas liturgias, de tantas emociones compartidas.