LA CARNICERÍA DE VICENTE.
Voy con cierta frecuencia, cuando Sara me manda, a comprar a “lo de Vicente”. Llevo el encargo escrito en un papel. Dos de sus hermanas, y su mujer, despachan. Siempre hay gente. El local a dos calles, amplio, diáfano, con su enorme vitrina mostrador angular, bien repleta y reluciendo limpieza, las máquinas, todo, está de lujo; pero lo grande son las trastiendas, donde trabajan otros tres operarios.
Recuerdo las carnicerías del pueblo hasta no hace tanto. Todas, menos la del señor Narciso, que era la mejor, (lucia mostrador de mármol y una balanza dorada de platos, preciosa), tenían el despachico debajo de la escalera, y un cuarto oscuro y fresco donde colgaban la pieza, o, incluso, les servía de matadero. Mataban ovejas viejas, a alguna no la tenían que matar, chivos, alguna rara ternerilla y, ¡se acabó!.
Marranos empezaron a matar por los años 60, que antes en casi todas las casas se hacía matanza. Alfredo y Chicho, (el de Petrita) llevaban acuestas la escalera con el marranico colgado, desde el matadero en la calle Progreso, hasta su casa y carnicería, arrastrándola por el soportal del Comercio Grande. Lo habían chamuscado con gamazón encargado a Teodoro, “El Peña”…. .
Vicente llegaba del matadero con el camioncito frigorífico repleto de canales: ternera, lechazos, cochinillos, cerdos,…. Por raíles colgados de techos los llevaba hasta la sala de oreo. De allí a la de despiece. Otra sala llena de máquinas, todo automatizado, donde elaboran el embutido, otra donde recibe el primer oreo; en el sótano, los secaderos donde se curan chorizos, jamones, salchichón; un montacargas que sube y baja, cámara para congelado donde puede conseguir 40 º bajo cero, otro lugar para los despojos. ¡la leche!. Todo frío, limpio, acero inoxidable por todas partes: puertas, máquinas, raíles, ganchos,..
María Carmen, la esposa, es Licenciada en Ciencias Económicas. (¡Qué pareja se han juntado!: Vicente un “Tachuelero” trabajador, listo, Licenciado en tratos, conocimiento del oficio y relaciones humanas ). Me pasó a la oficina: ¡con qué soltura anda entre el ordenador y los papeles: toda la enorme, incluso absurda, burocracia….!.
Ahora van a patentar su marca de calidad en embutidos, una vez conseguido, con el tiempo, el frío y el secado adecuados, un producto sin aditivos, sano y exquisito. Tienen un boceto de etiqueta, en la que, ¡cómo no!, va a ir la “Puerta Villa”, sobre ella el nombre: “Embutidos Villalblanco” ( se me ha ocurrido un slogan): lo mejor de nuestro campo”.
Vicente y Mari Carmen han montado el negocio imprescindible en la comarca: tenemos la mayor y mejor producción de cordero lechal, buenas granjas de engorde de terneros, de cerdos, de cría de tostones, de vacas nodrizas; la N-VI y sus buenos hoteles, de San Esteban al Monte Mata, la población fija en estos pueblos y, sobre todo, la flotante.
Él compra en granja los animales vivos, lo más selecto, en lechazo sólo el churro y el castellano puros. A la explotación Hergradeca, con certificado de calidad “Tierra de Sabor” toda la producción de casi mil madres (nosotros les arrendamos pastos). El resultado: una relación calidad precio inmejorables, que se está dando a conocer. Ya vende mucho para Galicia: hace pocos días 40 lechazos para una boda gitana en Lugo. Tiene clientes de los mejores restaurantes de Vigo. Y oferta de “El Corte Inglés”
Quiero ésto se sepa, para dar a conocer lo nuestro. Para que cunda el ejemplo de una pareja emprendedora.
Manolo Blanco y Sole, con una bicicleta, dos cuchillos, una cesta y un pequeño mostrador sacaron ocho hijos adelante. Éste ha seguido la tradición familiar, ¡y de qué manera!.
Pues ya lo saben: nadie se puede ir de aquí sin buen lechazo, buena ternera, buen jamón o buen embutido. Está siendo necesario un cartel a la entrada que lo anuncie, ya que, además de ésta otras tres carnicerías tampoco desmerecen: “Villalpando, el pueblo de las buenas carnes”.
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