domingo, 1 de enero de 2023

¿QUÉ NOS ESTÁ PASANDO? (II)

      Repito la pregunta: ¿Es más feliz la sociedad actual que la de los años sesenta-setenta del pasado siglo?

      Insisto en el dato objetivo: número de suicidios y de homicidios.

      Ante el terror de la violencia machista (no olvidemos que existe alguna que otra mujer asesina), no paran tertulianos y políticos en insistir en la necesidad de muchas más medidas policiales, y judiciales, casi la mitad de las víctimas había presentado denuncia, pero es imposible poner un policía al lado de posibles víctimas. ¿No sería mejor indagar en las causas sociales de este mal?

    Recuerdo acaloradas discusiones en grupos de amigos en vísperas de la transición. Yo la veía inevitable y necesaria, pero me daba miedo el cambio de costumbres que vislumbrábamos, la pérdida de valores tradicionales. Veía que la promiscuidad sexual, la droga, la ludopatía, la corrupción, que se avecinaban, nada bueno podían traer.

    Habiendo de joven, en puntuales ocasiones, sobre todo cuando lo de "Kilómetro", y unos años antes ante una cacicada, dado la cara contra el franquismo, les puedo asegurar que los españoles de los "sesenta", despreocupados de la política  incluso aceptando el franquismo, la mayoría (que lo vi en el referendum del 66, que presidí una mesa, elegían a jóvenes para ello, que la gente iba a votar con gusto) vivíamos lo relativamente felices que podemos serlo los humanos. Eran pequeños grupos de universitarios y obreros quienes se rebullían un poco en las ciudades, pero la mayoría de la población vivía pendiente de su trabajo, de sus ocios, de sus diversiones; el Real Madrid ganaba las cinco copas seguidas primeras de Europa; ganamos la de selecciones contra la URSS, en el "sesenta y cuatro", vi el partido, creo el día de la feria, en el bar de Bartolo; se llenaban los estadios de fútbol, las plazas de toros, los cines, teatros; testaban Diestéfano, Lola Flores, Manolo Escobar, "El Cordobés"; cada uno íbamos, veníamos donde nos venía en gana...; ya de jóvenes le perdimos el miedo que de niños le teníamos a la guardia civil... Veníamos de una época de escaseces, estábamos a deseos de todo, y empezábamos a tenerlo: el butano, la nevera, el piso (barriadas enteras de bloques a los que se accedía por módica cantidad mensual), "el seiscientos" o "la vespa", por lo menos, el tractor, la cosechadora...

      Fue triste la emigración rural. Sé de quien hubo de pedir prestado el dinero para el viaje, porque en casa de pequeños labradores no había un real.  Fueron los jóvenes de mi generación, y los un poco mayores, los del éxodo, los que lloraban cuando el "coche de Rufino" los iba alejando del pueblo, cuando desde "Lombilla" le decían adios al silo y las torres. Y es que, escaseces económicas aparte, era muy grata la vida en los pueblos: los cafés, el baile, el juego de pelota, el campo de fútbol; las solanas, la convivencia, las novenas, octavas, bautizos, bodas... No se discutía tanto de si el Madrid o el Barcelona, sino de qué pueblo tenía los mejores pelotaris. La rivalidad máxima entre Tapioles ("Leo", "Simines", Melecio, el Zurdo del esquilador) y Cerecinos (Goyo el Chufas, Mimí, Clemente "Chamarreta"..); no olvidemos a los de Revellinos ("el Litri", Carlos "el artista", "Raposo"...), ni a los de Prado, donde destacaba, sobresalía, "el Chato", muerto muy joven en accidente, hermano mayor de Jesús Palmero, el del Máster.




                    El "Chato" de Prado, y Loren de Castronuevo, casado en Quintanilla del Olmo.

    Aunque de ello ahora cierta progresía haga rechifla, socialmente era bueno aquel ambiente de moralidad pública del nacional-catolicismo. Gente mala siempre ha habido y habrá. La maldad máxima está en los genes de un dos o tres por ciento de la población, algo ya científicamente probado, pero el rechazo social de ciertas actitudes influye en la moralidad. Y no me refiero, sólamente, a la cuestión sexual, aunque también.

     Eso: es en esta faceta en la que se ha producido el mayor cambio social. No se crean que cuando yo era joven, y mucho antes, "todo el monte era orégano".; "queridas", infidilidades , adulterios, abuso de pobres muchachas, embarazadas con promesa de matrimonio, abandonadas y destrozada su vida, siempre hubo, pero no esta promiscuidad de ahora.

   La naturaleza nos dotó de un fuerte instinto sexual para procrear, para perpetuar la especie, de ahí que insistan las religiones en este uso. Los curas y los poetas nos decían que dentro de la familia es donde se puede encontrar la "dicha más perfecta" ("Yo aprendí en el hogar en qué se funda/ la dicha más perfecta./ Por eso quise ser como mi padre / y busqué una mujer como mi madre / entre las hijas de mi hidalga tierra"/), pero ahora "la dicha más perfecta", gran parte de la población, sobre todos quienes están en edad, la buscan, a la dicha, en el fornicio promiscuo; se ha entronizado el sexo; la pornografía todo lo invade, llega hasta los niños...; esta sexualidad desbocada imbeciliza al ser humano; de todo lo anterior salen los violadores  (encima con la ley del "Sólo sí, es sí", hasta los asquerosos pederastas salen antes de la cárcel); estos "ajuntamientos", separaciones, hoy con uno, mañana con otro, incitan a los celos, a las rabias, a los asesinatos, y consiguientes suicidios en bastantes casos.

    Me parece a mí que en la familia, sobre todo cuando los niños son pequeños, en la honradez, en la amistad, en la música, la lectura, los espectáculos, las buenas obras, también en los ritos religiosos, cuando son sinceros, se pueden encontrar satisfacciones humanas.

    


         Dentro de esos muros vivimos la "dicha más perfecta". En primer plano "el 127" inmortalizado por Jesús Torío.




                                              Por Navidad, hace unos pocos años.

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