jueves, 4 de marzo de 2021

DESCONFINAMIENTO.

 


    Los pasados días 2 y 3 , anduve rondando por la Residencia. Subido al muro, vi tras los cristales a algunas personas de las conocidas. Atanasio me enseñó el cuadro que estaba pintando. Conchi, la del Ideal, se comunicaba con su madre a través de los móviles, cristalera por medio. Me lo dejó un momento. Está guapa y contenta. Me preguntó por Sari...

    Yo pretendía ver a mis dos familiares: Visita Martín Chimeno y Carmen Gutiérrez Chimeno. Sentía una deuda de agradecimiento hacia ellas. La casa de mi tío Paco, "el carretero", de Pacucho, de Carmen, de Nana, de don Primitivo en la calle de la Fuente, y la de los Modroños, en la Silera a la vuelta de la esquina, eran la misma casa, siempre compartiendo penas y alegrías, más de lo primero, que a su madre la llevó un cáncer a los 47 años; que Carmen tenía doce años cuando mataron a mi tío, a los 25, en la guerra; que cuando salieron todos mis hijos a Sevilla, porque se moría Belén, aquí llegaron las dos hermanas y Primi a llorar conmigo...Ya más de un año que no la veía. Quería viera mi rostro familiar por si le daba un poco de alegría.

    Visita, hija de una hermana de mi abuela, la menor después de tres hermanos, vivió, con su madre, y luego con su marido, siempre en Zamora. De esa casa, en la calle del Riego, entonces Calvo Sotelo, guardo muchos recuerdos, era nuestro paradero. Ellos también nos visitaban, cuando yo niño, hace tanto.

   Aficionado al ciclismo, con 19 años, un día del mes de mayo fue en Zamora el final de una etapa de la vuelta ciclista a España. Después de comer, cogí la bici y me marché a ver la llegada. En aquella etapa Bahamontes entró con una bici de señora porque se le había roto la suya por Valorio. Aire de cara. Llegué a Zamora después que los ciclistas, muerto de hambre, y sin una perra en el bolso. Visi y tía Eugenía me prepararon el par de huevos más rico que, con abundante pan, he comido en mi vida. Cogí fuerzas para el regreso, ya de noche, a Villalpando.

    Visi estaba en el salón de abajo. Como siempre, sentada,: menudica, tranquilica; una cuidadora le dio el teléfono y la acercó al ventanal. Todavía camina sin muletas. Debe tener 97 años. Hablamos un poco. No sé si me reconoció... También aproveché para hablar un poco con Macario Gago. Sentí mucha ternura cuando vi a Macario Varela, acariciando la mano de su impedida mujer.

   Para ver a Carmen hube de esperar. Las cuidadoras han estado atentas, amables. Carmen está arriba, en silla de ruedas, totalmente dependiente; la bajaron, acercaron al ventanal, le dieron el inalámbrico. No sé si me  oyó, si me conoció. Sí que al decirle mi nombre me miró profundamente...

   Si he llevado un poco de chispa a sus vidas.., vale. De no verlas, de no hacerlo me hubiera quedado cierto remordimiento. Me queda la tranquilidad, el consuelo de verlas bien atendidas, relajadas, serenas.

    Ayer, día 4 sacaron a gran parte de los residentes a la plazuela de San Nicolás. Conversé un poco con Sole de Prada, con Josefa, prima de la anterior y sus hijas; con Goyo, uno de San Esteban; di el "aeo" a Neme; Conversé un ratillo con África Alejos, hija de la señora Severa, estanco, confitería, sellos en la plaza de las Angustias, alegre y contenta de estar en su pueblo; recordamos a la familia de su marido, Sócrates, los de la Contribución, dos hermanos de esa numerosa familia murieron jóvenes: Félix, misionero en la Argentina, y el pequeño, Demetrín, fallecieron a los 45 años..; dirigí la palabra a alguna otra anciana de pueblo próximo...

   Recordando con Josefa (sí en el 56 me casé) y las hijas el baile del día de su boda...¡qué celeridad y qué estragos los del tiempo!

   Lo reconfortante: comprobar como, los que conservan sus facultades mentales, (los que no, qué más les da estar ahí que en sus casas) están adaptados y atendidos; comprobar cómo pasado un año de encierro, agradecían el solico...

    Lo más importante, felicitar, agradecer a la directora, a todo el personal de la Residencia, que hayan mantenido "al bicho" a raya; que ésta haya sido una de las pocas Residencias donde se haya conseguido. Si es que, además, en este año de confinamiento ha habido menos defunciones de las normales.

    No obstante, y dicho lo anterior, ayer sentí mucha pena (que he compartido hoy con alguien de la familia), ver como ingresaban, en recién estrenada silla de ruedas, a una nueva residente. Sigo pensando la Junta debería organizar (aún pagando cada familia) un programa más completo de atención y cuidado de los mayores, mientras no fueran demenciados y dependientes del todo,

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