domingo, 28 de marzo de 2021

¡OH NO ERES TÚ MI CANTAR!

    No quiero cantar ni puedo / a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en la mar...

    Qué coincidente Antonio Machado con mi sentimiento. Me gustaría que todos los crucifijos fueran sustituidos por la imagen del "Resucitado", por el predicador de una doctrina sublime recorriendo Palestina.

    Anteayer, al entrar en la plaza y ver engalanado el Ayuntamiento con los crespones de las cofradías, mi reacción ante lo que considero farfolla, aunque decoran, hacen bonito, fue la de ponerme a cantar la "Saeta".

   ¿Pueden las religiones cambiar las conductas?

    En el Islam, por supuesto. Pero, ¿son más justas y mejores las sociedades islámicas? ¿Era más justa y mejor nuestra sociedad del nacional catolicismo? Esto último no lo sé, pero de que influía en las conductas, sobre todo de niños y jóvenes, y más en los pueblos,  no cabe duda.

   Los más católicos, y más las chicas, cumplíamos a rajatabla, no sólo el Sexto Mandamiento, "No cometerás actos impuros", sino el Noveno: "No consentirás pensamientos ni deseos impuros" (parece ser que el original decía: "No desearás a la mujer de tu prójimo"). Cumplíamos los diez Mandamientos: ni robábamos, mi matábamos, ni mentíamos, y menos como testigos en algún juicio. Desde niños nos adoctrinaban de tal manera que en nuestra conciencia quedaban grabadas esas normas de conducta, junto con el temor al castigo divino. Lo bueno es que esas normas, sobre todo las de no robar, matar, mentir son coincidentes con las de una ética universal.

    El Sexto Mandamiento, parece ser que caído totalmente en desuso, propiciaba las uniones familiares y la procreación. Ahora, cuando la única finalidad de la cópula es el placer, estamos entrando, en occidente, en una deriva demográfica negativa muy peligrosa.

    Lo cierto es que en aquella sociedad del nacional catolicismo con una moralidad impuesta, por las buenas o por las malas, había menos crímenes, robos, etc. Las drogas ni se conocían.

    ¿Qué todos éramos buenos? Ni mucho menos. La moral católica afectaba, sobre todo, a niños y jóvenes, pero ¿entre los mayores?, como ahora más o menos. El porcentaje de buenas, malas y regulares personas se viene manteniendo. Lo que ocurre es que los malvados, por miedo al castigo, campaban menos a sus anchas.

     A mí los crucificados, los nazarenos, las dolorosas.., me siguen moviendo a compasión, a pena, a tristeza (me pongo en lugar de los reos de tan horribles tormentos), y a rechazo. Rechazo al horror, a la crueldad con el que, a lo largo de la historia, millones de  inocentes seres humanos, en cruces, en guillotinas, en horcas, en tajos, en paredones, en cámaras de gas... han sido víctimas  de otros seres, inhumanos.

    Detesto el pasado tenebrismo de la Iglesia Católica: "Perdón a tu pueblo señor, perdón a tu pueblo perdónalo Señor. /No estés eternamente enojado (muchas mujericas decían mojado). No estés eternamente enojado, perdónalo Señor".

     ¿Qué Dios misericordioso había de estar eternamente enojado y por qué? La verdad es que el dogma (y qué Dios me perdone) no se tiene en pie: que el hijo de Dios se hiciera hombre y sufriera muerte de cruz, para salvar al género humano... Y los curas lo explotaban: "por tus pecados está en la cruz", y vas a ir al infierno.  Y nos íbamos a confesar por ir a brúa de titos. Lo malo era a ver cómo resarcíamos al amo; la solución dar una limosna a un pobre, ¡adios propina! Y un poco más tarde por pensar en lo buena que estaba (¿lo digo?)  Macu Pérez o Lala, la de Quintanilla. Pienso en unas cuantas más que, por respeto, pues viven, me callo.

    A Jesús de Nazaret  (hay dos pequeñas, pero suficientes, referencias históricas, y está la iglesia por él, y sus discípulos creada) lo crucificaron entre los judíos y los romanos por predicar una doctrina de amor, de paz, de justicia, de igualdad... que podía socavar el poder de los de "arriba".

    De malos curas, del poder terrenal, en otros tiempos, de la  Iglesia Católica, de las guerras de religión, mejor no hablar. Prefiero quedarme con el ejemplo de los buenos curas, de los buenos católicos; con la labor benéfica de la iglesia, antes, y más ahora. Pongo la cruz en su casilla y colaboró con unas cuantas "oenegés" de la iglesia y afines. Siento admiración y respeto por los pocos y escasos curas que van quedando.

   Quiero terminar con algo menos serio. Sí entrañable. Lo voy a resumir, (para más detalles vayan a "Aquellos pueblos"): mis recuerdos penitenciales.

     La cosa empezaba a ponerse fea el "Miércoles de ceniza, qué triste vienes, con cuarenta días que traes de viernes", o sea: de abstinencia. Quienes no sacaban las bulas, unos papeles que vendía el cura, debían de abstenerse de comer carne y tocino todos los viernes del año. Pues eso igual, para los sin bula, todos los días de Cuaresma, además los viernes ayuno. Como mi abuela sacaba la bula, pues sólo teníamos obligación, para no pecar, de no comer chorizo y tocino en el cocido, los viernes de Cuaresma. Hacían potaje y bacalao.

     Los viernes en San Pedro, los Misereres..., y la Novena de la Dolorosa, ni les cuento, se llenaba la iglesia en aquella mezcla de religiosidad, folclore, acto social.

     Creo que a la Semana Santa de antes habré de dedicarle otro capítulo. Ahora, una vez terminado el trabajo sobre Los Comuneros para la MAR DE CAMPOS, me asomaré, s.D.q., con más frecuencia por aquí.

     


     

    


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