domingo, 3 de enero de 2021

LOS QUINTOS DEL "SESENTA Y DOS".

 

   No consigo pegarla más grande. Pinchen en ella y la verán mayor. Está hecha, creo, el Domingo Gordo del año 1962. Si alguien entonces nos habla del 2.021 pensaríamos que nunca iba a llegar. De jóvenes no entristece el paso del tiempo. Entonces, cada año venía cargado de proyectos. 

    En aquel 1962 yo pensaba aprobar dos o tres asignaturas, que me faltaban, una de ellas la música, de Magisterio. En marzo iría voluntario a la mili, a aviación, en Madrid (ya me habían examinado como mecanógrafo; iba ya con destino, gracias a un pariente militar, Marcial Modroño) con un año de adelanto.

      Me incorporé a filas un 21 de marzo, al poco de la foto. En el reconocimiento médico (en aviación eran muy exigentes), por culpa de un pie más corto que otro, me mandaron para casa. Todo se torció. De haberme quedado en la mili hubiera terminado en Madrid, la "carrera" (Magisterio, trote, mejor); hubiera aprobado y sacado las oposiciones. Luego una enfermedad, cuando sólo me faltaba el último ejercicio, me las complicó. Es posible que no hubiera vuelto al pueblo. Con escuela, en cualquier sitio, me hubiera casado con la novia de siempre. Tía Petra y tío David, con quienes vivía, tan enfermo él,  (entonces no había Seguridad Social) no sé como hubieran subsistido, sin un mozo que sacara orujo de las bodegas. Vivían de eso, de la poca aguardiente que destilaban cada año. Hubieran vendido las cuatro tierras que tenían; entonces muy baratas. Estaban ya emigrando los pequeños labradores y vendían, quien las tenía, los cuatro cachos para comprar el piso en la ciudad. No hubieran podido sostener esta casona, entonces ya necesitada de arreglos... Nunca se sabe. Volví al pueblo y, a luchar. Entre Silera y Corralones, en el solar de los Chimeno, sigue habiendo Modroños.

    Estuve con don Manuel Cossio hasta finales de 1961, menos las tres semanas que dediqué a las vendimias, a sacar, con mi tío Antonio y el carro, orujo de las bodegas. Fueron las ultimas de mi padre y mis tíos juntos. Aquello ya no daba para tres familias. Tío Antonio marchó a una portería a Madrid. Mi padre subsistió  aquí mal, como pudo. Le emplearon, una temporada, aquello sólo duró unos meses, de guarda nocturno de las máquinas que habían venido a raíz de las inundaciones, a dragar el Valderaduey. Le dieron un chaquetón grande de cuero. Pasaba las noches de invierno en la cuadra de Conejo. Tuvo también un gallinero, y alfalfa a guadaña de los dos cachos de tierra. Le dejábamos el carro y el macho. Fue lo peor cuando Pablo, mi hermano, en 1964, hubo de marchar a la mili. Estuvo como año y pico de ayudante con los maquinistas de aquellas "grúas" del MOP que limpiaron el río. Las mil doscientas pesetas que llevaba a casa cada mes eran vitales.

     El día dos de enero de aquel año fueron las inundaciones que  reblandecieron, desmoronaron  por estos pueblos ribereños, tanto adobe y tapial. El día tres de enero, la yegüica, (sin cebadera que, entrabada, por allí pastaba) manta, alforjas, fardel, fiambrera, botella de agua, azada (a cambio de la máquina de escribir)  y a "alumbrar" los majuelos de los Amorosos. A aquellas arenas no había llegado la inundación. Fresca la matanza, primero coscarones, luego torreznos, no faltaban; el chorizo, de callos, le dije a mi tía que no lo friera. Me lo metía crudo en el fardel, envuelto en un papel. Con tamuja y palicos secos de pino, de los de Quesada, lindantes con nuestros majuelos, los asaba. Aquello y el trago de vino no vean como movían la azada, limpiando las cepas por debajo de las vides;  en la pierna izquierda para apartarlas sin arañarme, me ponía un leguis.. Los viernes, mi tía, me metía en la fiambrera tortilla unos, otros huevos cocidos con aceitunas aliñadas con aceite, vinagre y pimentón. Setenta cuartas de majuelo me ventilé.

    Volvamos con "los quintos": de los once del grupo faltan, alguno desde hace muchos años, cuatro. Les cuento de arriba y de izquierda a derecha, quiénes éramos lo del retrato
     En mangas de camisa, con corbata y sin chaqueta, Severiano Infestas Mazariegos, sigue en la villa soltero y solo; con abrigo, Domingo Carricajo Luna, hermano de "Quines", uno de los diez hijos de Domingo, el herrador y la señá Lucia, emigró creo que, incluso, antes de la mili. Fue bombero del Ayuntamiento de Bilbao, hasta la enfermedad, un gran deportista; construyó casa en el pueblo, la primera de la urbanización "los herradores" en las Cercas de Santa María, su viuda viene con frecuencia; vino a rezar por su salud a San Roque, pero éste prefirió llevárselo con él.

     El siguiente, con gabardina, es José Antonio Herrero, hijo de Antonio "Carnaval". Mayor de familia numerosa. Tenían buena casa, buen rebaño, corral y cabañal grande, que daba y da a la calleja "Castañón". Estos "Carnavales", conservan, mejorada, la casa y corral; dos de las mujeres, vienen con frecuencia, otro, Floreal, compró piso de los Peralta. Emigró la familia entera a "Bilbao" (aqui no distinguíamos; todos los que se marchaban a las Vascongdadas, iban a Bilbao). Se casó, como era normal, con otra pastora, Angelita, hija de Adriana y "Gusarate". Otro también con casa en el pueblo. Un infarto se lo llevó inesperadamente, de golpe.

    Le sigue, Marino Infestas Pérez, era el quinto, el del medio de la numerosa familia (¿cuál no en aquellos tiempos?) del "Rojo el pintor", labrador de par de mulas de los que marchaban bien. ¡Pero nueve?.  Marino, cumplida la mili, aprendió el oficio de soldador en los cursos del PPO. En ello trabajó hasta que, mucho antes de la jubilación, regresó al pueblo, donde sigue.

    El de más a la derecha, un poco separado del grupo, es servidor. Medí, al tallarnos descalzo, uno setenta y tres. Pesé 73 kilos. Era de los más altos. ¿Cómo he podido achaparrarme así? Pero los genes eran buenos: mis nietos ya pasan del uno ochenta; Inés, cumplió los quince hace unos días, no tardando, si llego, me sacará una cabeza...

     Vamos con los agachados o, mejor, en cuclillas: primero a la izquierda, con cigarrillo, Jesús Fernández  creo, Carricajo. Fue el menor de los hijos de la señora Isacia y Severiano (una hermana mayor muerta joven, que fue mujer de Victoriano, "entenao" de Cencerrilla);  Victoriano, "Torano", Asterio y Jesús, les llamábamos los "Torreznos";   Se conserva la casa de gruesos muros en la calleja Castañón. Ya emigrados, Asterio y él compraron y remozaron casa en las Cercas de San Pedro. En ella, en unas vacaciones de Navidad, murió Jesús. Viven sobrinos suyos en el pueblo, el hijo (Fernando, quesero de toda la vida) y las hijas de Susana y "Torano". 

     Quiero, ahora, dedicarle un muy cariñoso recuerdo: estaba soltero y sin hijos (que yo sepa), cuando falleció aún vivía su madre, alojada en la residencia. Era festivo el día del entierro, Navidad o el Año. Estábamos cuatro en la iglesia. La madre se pasó la misa llorando, era su niño, su hijo pequeño, menudo y guapo. Al salir para el cementerio la madre se agarraba al ataúd, como queriendo retenerlo junto a ella; el cura, impasible (hasta en el entierro de mi hija Belén, mucha seguridad debe tener en la otra vida)  con cierta prisa, hizo un gesto de impaciencia; "Torano" consiguió separarla... Éste es uno de esos recuerdos que no se me olvidan, que me hizo, que  me hace llorar.       

    El siguiente, acrucado, es "Teico", Timoteo Suena, el menor de la familia de "Los Culines". Vivían, y ahí viene Teico con su mujer, hermana de Maxi el carpintero, en la calle Amargura, por donde "La Melona", o por ahí. Aprendió el oficio de peluquería, en la idem, o barbería de "Capucha", en la que eran tertulianos habituales, "Júpiter", Petronilo, Alfredo Argüello, su cuñao Ramiro, cuando venía por aquí; más lo que iban a afeitarse o cotarse el pelo, como Pepe "el Huevero", Miguel el pregonero... Oírle contar a Teico las bromas, las gracias, las anécdotas de esa barbería, es una risa continua. 

     Un poco oculto, José Mari Garea Sánchez, hermano mayor de Luis (q. e.p.d.), de Pedro, marido de Julita, último chalet de Ct" Quintanilla, y de la señora de Norberto, quien fue alcalde de Bermillo de Sayago. José Mari formó parte de la redada que los franciscanos, tras unas misiones, se llevaron al Pardo. Allí se formó. De niño era muy trasto, de ahí que el Sr. Narciso, el carnicero, le llamara: ¡Oh hacha! Él fue el inductor del "banquete" que nos pegamos con un tostonico que se había muerto de la camada de la marrana de su abuelo Vicente, "el herrero". Por escabrosos, omito los detalles.

      Y viene "Morito", Eudoxio Argüello Alonso. Tiene una mujer y dos hijas muy guapas. Estuvo en el verano, a pesar de la pandemia y sigue igual de "morito". Tiene dos casas en la Solana, esquina al Olivo. (cuando digo vienen, me refiero a antes del bicho). Aunque ya lo he contado, en recuerdo de aquel sufrido maestro, lo repito: Tomás Alejos, "alias Tarzán", Eudoxio "Morito" y mi primo Eustaquio "China", eran el terror en la escuela de don Valentín. Con aquel pobrecico maestro de Villárdiga caían. Si los pilla un tal don Paco que estuvo unos cursos antes, al que no recuerdo, pero del que he oído hablar, se les hubieran quitado las ganas de sacarle cantares. Aquel, según me contaban los mayores, Benigno "Grillero", por ej., a quien echo mucho de menos, era un verdadero salvaje, practicante y defensor de "la letra con sangre entra". Quiera Dios, Eudoxio, que nos sigamos viendo.

      El penúltimo acrucado es Ventura Mazariegos Guaza, el mayor de los hijos de Cleofes, también, hace años, fallecido. Vivían en casa de labradores pequeños, en la plazuela de Argüello, anexa a lo que fue colegio de "Las Hermanas" y hoy residencia. Su mujer y alguna hija siguen viniendo. Como otros tantos, han adecentado su casa. Yerno suyo es un hijo de "Tinín" Hernández, de los hueveros, quien lleva a su pueblo en el alma. 

     De los once de la foto, menos dos, todos, cuando la misma, o un poco después, ya habían emigrado. Pero no se piensen que sólo éramos once. Perdonen si es un poco de chapa, sobre todo para los más jóvenes o que no conozcan. Ahora sólo voy a citar a quienes recuerde, y que no están en la foto. De la clase alta de entonces: Ramón Concejo, "Monchi"; Manolo Cossio del Corral; Fernando Fernández Vázquez de Prada (hijo de don Manolo, el del banco). los demás, hijos de obreros, de pequeños industriales y labradores: Melecio Mansilla, "Mele", gran amigo; Paco "el Churro", debe andar por Tarrasa; Ángel Infestas Gil, quien no necesita más explicaciones; está más joven que yo porque le llevo ocho meses; José Luis Gallego, "Huesieto" Vivió en Santander. Sé, por su hermana, que ha fallecido. No volvió por el pueblo, si, en cambio, su dicha hermana Avelina, quien fue mujer de Ventura "Cachurre", que andaba con muleta; Vitaliano Alonso Bariego, "Vita", nieto de Pelesín, sobrino del famoso excura Ángel Bariego. Por Antonio, "el tratante", casado con su media hermana, bastante más joven, sé que Vita falleció en una residencia.

     Indalecio Argüello, "Melón", gran amigo;  noble como él solo. Falleció joven en un accidente de trabajo, manejando una retro. A su mujer, de Cañizo, Gonzala, la veo por aquí en la compra. Creo pasa todo el año en la Plaza de las Angustias. 

    No quiero olvidarme de mi primo, tan querido, Manolo Cimas Alonso, uno de los siete encantadores hijos e hijas de mi tío Bercario Cimas y Juliana Alonso, una de las nueve hijas e hijos de abuela Ana. Como sé que alguno de estos primos se asoma por aquí, les cuento un poco de los orígenes de Bercario.  No era de Villalpando. El apellido Cimas es de Cotanes y algo menos de Quintanilla del Monte. Posiblemente mi tío Bercario naciera en alguno de estos dos pueblos. Cecilio Áres, nacido hacia 1921, en Quintanilla del Monte, en la familia rica del pueblo, se acuerda que vino, de niño, a la boda de Bercario y Juliana, en un mesón de la carretera de Madrid. Como la hija mayor, Ana Mari, nació en 1935, la boda sería en 1934. No sé si poco antes o poco después, que la de tía Coral, que sé seguro se casó, con 18 años, un 2 de junio de 1934.

      También, aunque no era de Villalpando, pero creo aquí pasó los mejores años de su sacerdocio, quiero citar a don José María el cura, hijo de Baltasar y Purina, natural de Villarrín de Campos, de la última casa a la derecha según se salé del pueblo para contra allá. También era quinto. Se hizo capellán castrense. Falleció muy pronto.

     En la duermevela me he acordado de otros dos quintos, alguno más quedará por ahí: los mellizos, antes se decía embelgos, Macarín y Maximito Gallego Lobato, hijos menores de Ciriaca, la del señor Macario el organista y de la señá Evarista. Las tres mayores eran hermanas: Amor, recientemente fallecida, Pepita y Encarnita; después venía Josele, escribiente y recadero en el sindicato, y los gemelos dichos. Emigró toda la familia a Gijón, menos Encarnita, casada con "Nitro" peluquero en Valladolid; Josele fue empleado de notaría, de algo le sirvió la mecanografía del sindicato; a Maximito le tocó la lotería, hace bastantes años. Venía al pueblo todo elegante y enjoyado. Falleció no mucho después. Macarín se conserva muy bien. Sigue viniendo con su familia a la casa del Sr. Macario, calle Silera, esquina a Angosta.

      De las niñas, como no iban a la mili y ni estábamos en la escuela juntos, me acuerdo de pocas: Angelita, la de Peque; Tina "Lizonda", Marujita de la "Chata"..; también una hija de Eumenio "el Tocinero" y de Sagrario Lobato. Emigró de joven a Madrid. Pasado no mucho desapareció y no se ha vuelto a saber de ella.

     

3 comentarios:

Angel Infestas dijo...

Recordar amigos y compañeros, lamentar que algunos nos hayan dejado y alegrarme por los que estamos. ¡Cómo me gustaría que llegáramos a juntarnos!
Gracias, Agapito por tu esta memoria.

Ángel Infestas

Angel Infestas dijo...

Recordar amigos y compañeros, lamentar que algunos nos hayan dejado y alegrarme por los que estamos. ¡Cómo me gustaría que llegáramos a juntarnos!
Gracias, Agapito por esta memoria.

Ángel Infestas

Administrador dijo...


Pendientes de moderación
Angel Infestas ha comentado "LOS QUINTOS DEL "SESENTA Y DOS"."

Hace 18 horas
Recordar amigos y compañeros, lamentar que algunos nos hayan dejado y alegrarme por los que estamos. ¡Cómo me gustaría que llegáramos a juntarnos! Gracias, Agapito por esta memoria. Ángel Infestas