domingo, 13 de marzo de 2016

PRIMER ENTIERRO SIN CURA.


    Estamos asistiendo al ocaso de los pueblos, de sus costumbres, tradiciones...

    Qué distinta esta sociedad a aquella cuando nació, la ayer difunta,  TEODORA REDONDO HERRERO, 1924 o 1925, cuando los entierros, según la categoría de los difuntos, primera, segunda, tercera, eran de tres, de dos o de un cura. Aparte, de siempre, el Sacristán. Siete curas había entonces en la villa y, uno al menos, en cada aldea.

    Ahora quedan muy pocos, y mayores. Hoy D. Tomás ofició la Misa de funeral y hubo de marchar a decir Misa a Quintanilla del Monte, por eso no pudo ya presidir el entierro. Las cantoras entonaron los salmos y una nieta dirigió las preces.

    Don José Antonio, el de Cañizo, dice Misa en éste, en S. Martín, suponiendo que vayan feligreses (viven en total 24 en el pueblo) en Villárdiga, en Tapioles. En esa Misa, estando todavía D. Nemesio, estuve un domingo. Podía haber treinta personas. No estaba mal.

      Este ocaso, en el demográfico y religioso es bien evidente.
  
    No digo que aquellos tiempos tan llenos de carencias fueran mejores. Los he reflejado en relatos, en "La Otra Historia de Villalpando". Sin embargo, ante tanta desgracia, ante tanta necesidad, elogió la solidaridad entre aquellas familias.

    . Fijémonos en el ejemplo de la familia de Teodora, recién sepultada, la mujer de Fernando el de la luz, así se le nombraba, a quien siempre conocí alegre, la madre de Fernandito y Maribel. ¡Qué entereza la de aquellas gentes!

      La madre, también  Teodora, dejando en casa a siete churumbeles, aunque alguno ya mozo, por ejemplo Primitivo, practicante y barbero, puede que por entonces en Valladolid aprendiendo el oficio, si bien muy niños los más pequeños, iba de madrugada a coger legumbres.

     Aquella mañana, cogiendo algarrobas en el Camino Herrao, se preparó tormenta. Una "exalación"  la dejó fulminada. Debió ser por el año 1930. ¿Qué sentiría el marido, el padre, el Sr. Hermógenes? La familia arropaba. ¡Cómo se forjaban en valores humanos aquellas gentes! ¡Qué fundamentales, unidas, cohesionadas eran las familias..! ¿Ustedes han conocido divorcios de la gente normal entre los criados en aquella austera fraternidad?

    Y huyo de los postreras adulaciones. Como fui muy amigo de Fernando, de quien me encantaban
sus vivencias de niño trabajador, ayudante de Perico en la fábrica de la luz de Donadeu, también huérfano, de padre, sabía de su templanza. Como, al igual que todos, iba a su casa así que se fundía un plomo, notaba la paz que se respiraba en ese hogar. Siempre su esposa tenía una sonrisa. Aunque puedan tacharme de conservador, siento que ese modelo de familia se esté perdiendo.

    Y esta afable Teodora ha vivido una merecida ancianidad plena. En su casa, cuidada por sus hijos. Ya que no pudo disfrutar de la madre si lo ha hecho de sus hijos, de sus nietas.

    Descanse en paz, aunque no haya habido Cura en el entierro.

 
 

 

   

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