martes, 12 de mayo de 2020

EUSTAQUIO POLLERO Y LA COGIDA DE "JOSELE". Capítulo IV.



     En Avícola "Río", Eustaquio se hizo el jefe. Él daba las órdenes a las tres chicas. Empezó por separar, en jaulas aparte, a los heridos, y darles Zotal. Así evitó que todos los días sacaran algunos muertos. Él limpiaba a diario jaulas y suelo de la nave. Tarea que le llevaba la mañana.
     Una vez sacado el carné de conducir, como ya sabía todos los itinerarios, pues por la tardes, había estado acompañando al jefe, éste empezó a dejarle solo.
     Mil pollos de un día entraban a diario y mil salían, listos para cocinar.
      Como por entonces, en la entrada de las ciudades, estaba el "Fielato", donde los vehículos que llevaban mercancías habían de pagar un impuesto, Eustaquio comenzó a explorar itinerarios alternativos, y dejó de pagar ese impuesto que, naturalmente, sí le cobraba al jefe. Se las ingenió para conseguir los tiques de pago. Además conseguía alguna comisión en la compra de pollitos y propinas en la entrega de la mercancía.
    Encontró nueva pensión más cerca del trabajo, casa partícular de una viuda joven, Pili, que disponía de una habitación. Puso él el precio, 500 pts. a la semana, lavado de ropa, desayuno y cena. Se hicieron muy amigos. Celebraron juntos la Nochevieja de aquel año, que debió ser la de 1962. La Noche Buena la había pasado en Chinchón con los socios de la granja, don José Luis y doña Laura.
    Debió ser de cara al verano cuando los vecinos de la granja, que venían pleiteando desde hacía años, consiguieron al fin que ésta se cerrara. A Eustaquio le indemnizaron, pero se quedó en la calle. No habla de que le dieran el subsidio de desempleo. Lo cierto es que él encontró rápido un nuevo trabajo..
    Decía el anuncio: "Se necesitan repartidores con experiencia, conociendo bien Madrid. Calle de la Luna, nº 8"- Eso queda justo detrás de la Gran Vía. Él, previamente había vuelto a la primera pensión, la de la señora Mónica, en el Barrio de Salamanca, porque sabía que por allí sería más fácil encontrar un buen trabajo que en Carabanchel.
   Se presenta en el sitio. Resultó ser una "fábrica" en la que elaboraban leche condensada fría y horchata. Vio a cuatro o cinco muchachos haciendo, con sus bicis cola. Vio que otros iban saliendo con los transportines de la bicis, llenos de cántaros de la tal leche y botellas de horchata.
   Con la carta de recomendación que le habían dado en la pollería, el jefe, un tal Alfredo, rápido le dio el trabajo. El sueldo 800 pts. semanales, más 20 cts. por cada litro repartido. Echó cuentas y vio que para ganar tanto como en la pollería tendría que repartir 1000 litros diarios. Aún así, aceptó el trabajo. Luego vio como promocionarse.
   En lugar de quedarse parlando en la calle  con los otros repartidores, mientras esperaba el turno de recoger la mercancía para repartir, comenzó a observar cómo el jefe y una operaria elaboraban la tal leche.
    Cuando vio que aquello podía dominarlo le pidió una pala al jefe. Aquel día ya no siguió repartiendo, sino trabajando en la fábrica como "lechecondensador" y "horchatero".
   Acabado el verano, todos a la calle. Como él en su cartilla ya tenía 85.000 pts., decidió venir al pueblo a ver a sus padres y hermanas. Le dio a su madre 10.000 pts. Al poco, toda la familia, emigró a Valladolid.
   Y, ¿Qué pasó con Josele? Pues que don Pedro, socio de don José Luis Monterroso, le metió en un festejo en la plaza de Chinchón. Al toro, de salida, podrían cansarle los mozos del pueblo, recortando, sin capa. Luego el "mataor" habría de torearlo con todas las reglas del toreo.
   Dice Eustaquio que Josele apenas comió. Que antes del desfile no quería ni hablar con nadie. Que él iba en su cuadrilla, con un traje campero de alquiler que le quedaba grandón. La plaza hasta arriba. Se abre el chiquero y aparece un morlaco de 500 kilos. (Creo algo exagera). El gentío exclamó_ ¡HUUYY!
   Pegó el bicho dos vueltas al redondel rematando contra algún burladero; quedó la plaza limpia de mozos.
   -Josele, primo, no salgas que ese bicho está toreau, que te mata. Vamos a largarnos que como nada vas a cobrar, nada te pueden exigir.
   -¡Déjame Ustaquio! Me la tengo que jugar, ahora o nunca.
   El bicho se emplazó en el medio, escarbando con las pezuñas delanteras, en plan desafiante, como diciendo: "a ver quien se atreve".
    Y se atrevió Josele, en la plaza se mascaban el silencio y la tragedia, con lentitud, poco a poco, muy torero. El capote en las dos manos, mostrándoselo: ¡Eh, eh!
   Nada: el berrendo seguía escarbando, como diciendo: acércate más.
   Y se acercó. La tela por delante para recibirlo por verónicas. Sí, verónicas. Derecho al bulto sin hacer caso del engaño, se cargó a Josele en sus riñones.
   Había dos banderilleros profesionales que le salvaron la vida. Salieron al quite lanzándole la capa al suelo y librándose por los pelos saltando la barrera.
   -A Josele, inconsciente, lo metimos en la enfermería. Yo allí con él.
    -Primo: que me ha matao .
    -Si no tienes sangre.
    -Me ha reventao por dentro.
     Le había roto la clavícula y hundido una costilla.
     Don José Luis lo llevó a la clínica "Montilla", donde  lo enyesaron y tuvieron diez días ingresado. Yo, al acabar el trabajo, iba a verle todos los días.
     Le pusieron un "avión". Cabreao Josele decía: -Que yo quería ser torero, no aviador.
     Como el seguro del empresario tenía una clínica en Zamora le dijeron:
     -Anda, vete a tu casa que es donde mejor vas a estar. A los quince días vas a Cortinas de San Miguel para que te quiten la escayola.
     Josele siguió con sus pinitos toreros durante muchos años, incluso sacándole algún dinerillo a su arte. Figura del toreo no llegó a ser, pero figura en la vida si que ha sido.
    Eustaquio se quedó solo, sin amigos del pueblo, en Madrid.
 
 

     
 
 
 

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