Como
puede que esto de haber sido los primeros del mundo en defender la Inmaculada
Concepción de la Virgen María, nunca lo hayan oído, les remito al novedoso y
original reportaje publicado ayer en La Opinión de Zamora.
Ocurre
que el periodistaa, como la mayoría de la gente de Villalpando y su tierra (en
trance de extinción), confunde lo de la inmaculada concepción con lo de la
virginidad de la esposa de San José.
.
Lo
que dijeron nuestros antepasados es que la hija de San Joaquín y Santa Ana fue
concebida por sus padres de forma normal, pero sin mancha de pecado original, un día ocho de diciembre, por eso
nació, como todas las criaturas, a los nueve meses. Esa es la fiesta que se
celebra el ocho de septiembre: el nacimiento de “Nuestra Señora”, con muy
distintas advocaciones en cada pueblo. Aquí es la “virgen de los pastores”.
Éste, el
pecado original, es aquel con el que todos nacemos, (según el catecismo del
padre Asteta, que nos hacían aprender de memoria de pequeños) heredado de
nuestros primeros padres Adán y Eva.
Éstos,
él formado del barro de la tierra el sexto día de la creación, y ella de una
costilla de él, instalados en el paraíso terrenal, por culpa del diablo, que se
disfrazó de serpiente, desobedecieron la prohibición de dios de comer del árbol
de la ciencia del bien y del mal. Por eso dios los arrojó del paraíso, etc.
etc. Y de ahí nos viene a todos, ¡vaya faena!, el pecado original, salvo a
María, a quien, como iba a ser la madre del redentor dios le libró del tal
pecado original.
Tal
cuestión fue debatida por los teólogos en el medievo, hasta que los de
Villalpando, mediado el calamitoso siglo XV, hicieron voto de defender esa
inmaculada concepción.
La verdad es que la idea de una madre en el cielo es consoladora. No saben cómo disfruto orar cantando, "Salve Madre, que la tierra de tus amores..." Aquellas pobres gentes asoladas por hambres, guerras, pestes volvieron sus ojos a ella para que los protegiera. A cambio le prometían ayunar en la víspera de su solemnidad (de ahí viene lo de las gurrumbadas), “folgar” de cualquier trabajo (y al que no lo hiciere, como a un pobre judío, multa de maravedíes), encender “fogueras” y luminarias…
La verdad es que la idea de una madre en el cielo es consoladora. No saben cómo disfruto orar cantando, "Salve Madre, que la tierra de tus amores..." Aquellas pobres gentes asoladas por hambres, guerras, pestes volvieron sus ojos a ella para que los protegiera. A cambio le prometían ayunar en la víspera de su solemnidad (de ahí viene lo de las gurrumbadas), “folgar” de cualquier trabajo (y al que no lo hiciere, como a un pobre judío, multa de maravedíes), encender “fogueras” y luminarias…
Esta
creencia no fue dogma de fe hasta el año 1854.
Otra
cosa es la virginidad de María. Eso ha sido dogma de fe desde los primeros
momentos del catolicismo: que engendró a su hijo Jesús por obra y gracia del
Espíritu Santo, y que fue virgen antes del parto, en el parto, y después del
parto.
Los
protestantes, con la Biblia en la mano, (Mateo 1,25, 13,55, y otros pasajes)
niegan la virginidad y afirman que María tuvo más hijos.
Contra
la corrompida iglesia católica del siglo XVI, apoyados en las ideas humanistas.
regeneradoras de Erasmo de Róterdam, se levantan Calvino y, sobre todo Lutero.
Intentan reformar todo lo que de poder económico, político y cierta
irracionalidad, existía en aquella iglesia, volver a la pureza del Evangelio
Cristiano, a la humanización de la religión, eliminar todo lo que de farfolla había en
aquella iglesia…
Ya
saben la que se lió: unos reyes, para defender su poder, se alían con unos, los
otros, sobre todo nuestro emperador Carlos I y su hijo Felipe II con los otros…,
y en nombre de Dios del Evangelio se matan y torturan mutuamente.
A
estas alturas de la película, con todo el avance de la humanidad desde la Edad
Media, sobre todo en el terreno científico., seguir anclados en aquellos
conceptos, de cuando creían que la tierra era el centro del universo, que era
plana, cuando se desconocía por completo el proceso evolutivo de la especie
hasta llegar al “homo sapiens”, es anacrónico.
Si,
en cambio, siguen de plena actualidad las ideas de Erasmo, de Tomás Moro, de
Miguel Servet, de todos los ilustrados del XVIII, de los regeneracionista de
finales del XIX y principios del XX, coincidentes en lo fundamental con Jesús
de Nazaret.
Son
ellas: justicia, paz, caridad, honradez, sinceridad, hermandad, fraternidad…
¿Es
Villalpando en eso, en lo auténtico el “primer pueblo del mundo”? Esa tan
cacareada religiosidad, ese mantener una fe “eterna” en la Purísima, ¿ ha
contribuido, a lo largo de la historia, en hacernos mejores?
Puede,
en la próxima entrada continúe con la “otra” historia de la villa. Verán cómo
estaba el pueblo hace cien años, cuando todavía quedaban siete curas, uno, ya
anciano, cura particular en el oratorio de la casa más rica. Pueden suponer el
peso que sobre aquellos campesinos y menestrales, desde el siglo XII, suponía
mantener diez parroquias, con sus correspondiente párrocos, dos conventos de
frailes…
El
rompedor mensaje de las primeras comunidades Cristianas de amor, de fraternidad
contra la crueles desigualdades del mundo romano, cuando, ante su auge
imparable, lo aceptó, se apropió de él Constantino, empezó a perder su pureza.
Desde entonces, para mal, empezó a mezclarse poder político, económico y
religioso. A utilizarse, o a pelearse, mutuamente.
En
la actualidad la iglesia Católica, aunque esté perdiendo muchos fieles, aunque
los curas sean especie en vías de extinción en toda Europa, aunque tenga ovejas
negras dentro, se está purificando de ese mal del poder terrenal. Salvo, por
desgracia, en el Islam, en el resto del planeta la política y la religión son
independientes, no se interfieren. Parece Francisco, en lugar de insistir tanto
en las adiposidades dogmáticas agregadas a lo largo de los siglos, quiere
volver a la esencia evangélica. Aquí vamos en sentido contrario: parece que
otra vez habrá centenarios y fiestas político religiosas.
Se
volverán a visualizar actos religiosos públicos, además de las ordinarias
procesiones, por ej.. A algunos políticos les encanta presidir,
lucirse, en perjuicio de lo que debería ser la esencia de la actuación católica,
incluso de una ética laica: las buenas obras.
Ayer,
viendo la procesión, apreciando lo que de devoción, piedad, tradición, recuerdo
de la infancia, incluso lucir las pieles con las que algunas mujeres cargan,
pueda haber en la mayoría de los desfilantes, viendo a otros, a los figurantes
de la farsa, ¡qué joyas!, no pude contener la sonrisa.
Por
eso, mal rememorando a Machado, aunque sin cirio, se me ocurre: “fariseos, ¿a qué vais en procesión, / tan llenos de hipocresía / como
sucio el corazón”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario