ALDEA PASTORIL.
Está
al final de la labradora carreterilla que, cual cordón umbilical, la une con mi
pueblo, en un rincón entre el valle de Las Urnías, La Maya y el Ardero.
De la antigua
iglesia, al poniente del pueblo, quedan la espadaña de sillares de arenisca,
ciega de campanas, y los muros de piedra de “El Raso”, argamasadas de cal y
arena. Del “Camposanto” anejo, muñones de tapias y unas pocas cruces de hierro,
ladeadas y furruñosas.
Una antigua casona de
labranza con, en tiempos, muchos pares de mulas, mozos de año, agosteros,
sementereros, mayoral, pastores, perillanes y criadas, se arroña porque nadie
cura sus heridas del tiempo.
Pero es una aldea viva en la que, salvo las dichas, pocas
más ruinas se ven, sino casas arregladas, llenas las ventanas de geranios y
petunias, tractores y muchas ovejas. Esas, las doce o trece familias de
pastores con buenos rebaños de “judias” y “Asaac”, en modernas naves, son
quienes la mantienen viva.
Llego al pueblo. En el cruce donde la carretera se convierte
en breve y ancha calle, origen del Camino a Cotanes, y la calle principal que
sigue, convertida en el camino del monte, me encuentro a “Angelito” Brezmes,
pastor de toda la vida. Sobrepasa con mucho los ochenta. Está ágil. Es menudo y
derecho. Los ojos claros, la tez curtida, la gorra calada. Sobre el hombro la
empuñadura del paraguas parasoles sujeta las breves alforjas para la botella
de agua y un cacho pan.
-¿Dónde está el rebaño?.
-¡Ahí viene Juanjo con ellas!. Al “arrancar” salen a
emburriones con el careo de la alfalfa y yo no las puedo sujetar. Me las deja
aquí en el camino y ya me defiendo.
-¡Y tú tan contento!.
-¡Ya ves!. ¿Qué voy hacer?. Anda él esquilando con el
muchacho mayor. El otro y la mujer ordeñan. Además en el campo trabajo menos
que si me quedo en casa. Enseguida se aciguan y me dan poca guerra.
Llega Juanjo, su hijo pequeño que no marchó a la Fasa , y le traspasa la cacha
y el rebaño.
Un poco más adelante me encuentro con Toral. Mi hijo, al
atardecer del día anterior, había acabado de llevarle unos remolques de pacas.
Cruzaba presuroso de casa a la nave.
-¡Voy a ver si arranco que ya se me ha hecho tarde!. ¡Si es
que yo solo ando más liao.....!. ¡Gracias a la ayuda de la mujer!. Ahí queda
acabando de limpiar la sala. ¡Oye!. ¿No vendrás a cobrar?.
-¡Por favor Geñín!. Vengo a ver si necesitas más, que el
cobrar contigo no es problema.
-Creo de momento estoy arreglao. Hasta el lunes no te puedo
pagar, porque hoy está cerrada la
Caja.
El lunes, a primera hora, como si quisiera quitarse un
preocupación, se presentó en casa con las perras.
De regreso, toda la carretera la ocupaba otro rebaño grande
de vacías. Primer día que salían al rastrojo de “ahí luego”, iban como tontas.
Las conducía el amo, un “búlgaro” y dos chuchos. Las metieron “pa las pajas”,
regresé al obrero al aprisco y, al volver, me quedé, sentado en una paca, un
rato de parleta con el amo pastor. “Las tontas” enseguida aprendieron a “respigar”
y a agarrarse a cuatro quebrantarastros sueltos.
Lo narrado anteriormente debió ser hace tres años, o cuatro.
Hace unos días me llegué hasta allí en la bici. Al volver, un hombre joven,
cuidaba un rebaño de castellanas negras y blancas. Me paré a conversar con él..
Nada más verlo, su aspecto físico, me hizo pensar bien pudiera ser el
protagonista de moderna novela pastoril: moreno de agradables facciones ,
tocado con bonito sombrero de paja; desabrochada la camisa dejaba ver un
bronceado torso masculino, al sonreír mostraba nacarina dentadura; pero lo
mejor fue conversar con él: la cultura, profesionalidad ganadera y la
satisfacción vital que demostraba. En estos tiempos de gente desnortada,
coincidir con alguien así es reconfortante.
En ese pueblo, cada dos días el camión de la leche llena una
cisterna. El del pienso lo visita casi a diario. Todos los lunes llevan
corderos a la
Cooperativa. Trabaja a diario, todos los días del año, la
familia disponible. En los años atrás se han ido haciendo con naves, equipos de
ordeño, tierras, tractor. Sus casas están arregladas y con todas las
comodidades. Sus economías están saneadas. Ahora apenas si ganan el trabajo.
No, desde luego, si tuvieran que poner las horas extras, sábados y festivos.
Pero no se quejan ni están renegados, ni resentidos, ni se sienten explotados.
Como me dice Toñín, otro de ese pueblo, -¡si es que tengo mucha ilusión con las
ovejas!.
La honradez y la paz de las gentes de ese pueblo me hacen
pensar que es una aldea pastoril del siglo XXI.
2 comentarios:
Admirado Agapito: Excelente estampa en la línea de los noventayochistas, Ciro Bayo, y, tiempo después, Cela y Delibes. Abrazos. Luciano.
¡Gracias Luciano!: Reconfortante tu elogio por venir de persona tan autorizada.
¿Cuándo empieza la opinión a publicar tu trabajo?.
Recuerda lo que te dije en el soportal. No olvides otras fuentes, si no tan cristalinas, abundantes aunque encauzadas, como las del gran maestro de la "Acera de Recoletos", más humildes, de menos caudal, pero esencia del tempero de las escasas vetas por donde un hilillo verdea de juncos y espadañas un cacho regato, como la de Torroyo.
¡Vaya birria de retórica metáfora que me ha salido...!. Dicho en Cristiano. Que yo no he de ir a La Guareña o al Norte de Burgos para saber y usar: papuja, entortumido, mantudo, mancao, descontrabillao; reñal, roto, viesa, piconada, lastro, zumacaloso, ardinoso, salobral; albillera, vacillar, tintera, púa, patrón, pámpanos, provén, bástiga, alumbrar, tapar; en sazón, enchofetado, fazado, apelmazado, en el aire; zufra, retranca, barriguera, francalete, ramal; atropar, escantar, escardar, esgramar, aparvar, aventar,... .
Y no estoy copiando de tu libro.
Un abrazo.
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