jueves, 16 de agosto de 2012

DEDICADO A TODOS LOS AMIGOS DE QUINTANILLA DEL MONTE.


                            ALDEA PASTORIL.

        
Está al final de la labradora carreterilla que, cual cordón umbilical, la une con mi pueblo, en un rincón entre el valle de Las Urnías, La Maya  y el Ardero.

De la antigua iglesia, al poniente del pueblo, quedan la espadaña de sillares de arenisca, ciega de campanas, y los muros de piedra de “El Raso”, argamasadas de cal y arena. Del “Camposanto” anejo, muñones de tapias y unas pocas cruces de hierro, ladeadas y furruñosas.

 Una antigua casona de labranza con, en tiempos, muchos pares de mulas, mozos de año, agosteros, sementereros, mayoral, pastores, perillanes y criadas, se arroña porque nadie cura sus heridas del tiempo.

Pero es una aldea viva en la que, salvo las dichas, pocas más ruinas se ven, sino casas arregladas, llenas las ventanas de geranios y petunias, tractores y muchas ovejas. Esas, las doce o trece familias de pastores con buenos rebaños de “judias” y “Asaac”, en modernas naves, son quienes la mantienen viva.

Llego al pueblo. En el cruce donde la carretera se convierte en breve y ancha calle, origen del Camino a Cotanes, y la calle principal que sigue, convertida en el camino del monte, me encuentro a “Angelito” Brezmes, pastor de toda la vida. Sobrepasa con mucho los ochenta. Está ágil. Es menudo y derecho. Los ojos claros, la tez curtida, la gorra calada. Sobre el hombro la empuñadura del paraguas parasoles sujeta las breves alforjas para la botella de agua y un cacho pan.

-¿Dónde está el rebaño?.

-¡Ahí viene Juanjo con ellas!. Al “arrancar” salen a emburriones con el careo de la alfalfa y yo no las puedo sujetar. Me las deja aquí en el camino y ya me defiendo.

-¡Y tú tan contento!.

-¡Ya ves!. ¿Qué voy hacer?. Anda él esquilando con el muchacho mayor. El otro y la mujer ordeñan. Además en el campo trabajo menos que si me quedo en casa. Enseguida se aciguan y me dan poca guerra.

Llega Juanjo, su hijo pequeño que no marchó a la Fasa, y le traspasa la cacha y el rebaño.

Un poco más adelante me encuentro con Toral. Mi hijo, al atardecer del día anterior, había acabado de llevarle unos remolques de pacas. Cruzaba presuroso de casa a la nave.

-¡Voy a ver si arranco que ya se me ha hecho tarde!. ¡Si es que yo solo ando más liao.....!. ¡Gracias a la ayuda de la mujer!. Ahí queda acabando de limpiar la sala. ¡Oye!. ¿No vendrás a cobrar?.

-¡Por favor Geñín!. Vengo a ver si necesitas más, que el cobrar contigo no es problema.

-Creo de momento estoy arreglao. Hasta el lunes no te puedo pagar, porque hoy está cerrada la Caja.

El lunes, a primera hora, como si quisiera quitarse un preocupación, se presentó en casa con las perras.

De regreso, toda la carretera la ocupaba otro rebaño grande de vacías. Primer día que salían al rastrojo de “ahí luego”, iban como tontas. Las conducía el amo, un “búlgaro” y dos chuchos. Las metieron “pa las pajas”, regresé al obrero al aprisco y, al volver, me quedé, sentado en una paca, un rato de parleta con el amo pastor. “Las tontas” enseguida aprendieron a “respigar” y a agarrarse a cuatro quebrantarastros sueltos.

Lo narrado anteriormente debió ser hace tres años, o cuatro.

Hace unos días me llegué hasta allí  en la bici. Al volver, un hombre joven, cuidaba un rebaño de castellanas negras y blancas. Me paré a conversar con él.. Nada más verlo, su aspecto físico, me hizo pensar bien pudiera ser el protagonista de moderna novela pastoril: moreno de agradables facciones , tocado con bonito sombrero de paja; desabrochada la camisa dejaba ver un bronceado torso masculino, al sonreír mostraba nacarina dentadura; pero lo mejor fue conversar con él: la cultura, profesionalidad ganadera y la satisfacción vital que demostraba. En estos tiempos de gente desnortada, coincidir con alguien así es reconfortante.


En ese pueblo, cada dos días el camión de la leche llena una cisterna. El del pienso lo visita casi a diario. Todos los lunes llevan corderos a la Cooperativa. Trabaja a diario, todos los días del año, la familia disponible. En los años atrás se han ido haciendo con naves, equipos de ordeño, tierras, tractor. Sus casas están arregladas y con todas las comodidades. Sus economías están saneadas. Ahora apenas si ganan el trabajo. No, desde luego, si tuvieran que poner las horas extras, sábados y festivos. Pero no se quejan ni están renegados, ni resentidos, ni se sienten explotados. Como me dice Toñín, otro de ese pueblo, -¡si es que tengo mucha ilusión con las ovejas!.

La honradez y la paz de las gentes de ese pueblo me hacen pensar que es una aldea pastoril del siglo XXI.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Admirado Agapito: Excelente estampa en la línea de los noventayochistas, Ciro Bayo, y, tiempo después, Cela y Delibes. Abrazos. Luciano.

Agapito dijo...

¡Gracias Luciano!: Reconfortante tu elogio por venir de persona tan autorizada.

¿Cuándo empieza la opinión a publicar tu trabajo?.

Recuerda lo que te dije en el soportal. No olvides otras fuentes, si no tan cristalinas, abundantes aunque encauzadas, como las del gran maestro de la "Acera de Recoletos", más humildes, de menos caudal, pero esencia del tempero de las escasas vetas por donde un hilillo verdea de juncos y espadañas un cacho regato, como la de Torroyo.

¡Vaya birria de retórica metáfora que me ha salido...!. Dicho en Cristiano. Que yo no he de ir a La Guareña o al Norte de Burgos para saber y usar: papuja, entortumido, mantudo, mancao, descontrabillao; reñal, roto, viesa, piconada, lastro, zumacaloso, ardinoso, salobral; albillera, vacillar, tintera, púa, patrón, pámpanos, provén, bástiga, alumbrar, tapar; en sazón, enchofetado, fazado, apelmazado, en el aire; zufra, retranca, barriguera, francalete, ramal; atropar, escantar, escardar, esgramar, aparvar, aventar,... .

Y no estoy copiando de tu libro.

Un abrazo.