jueves, 26 de octubre de 2023

METIDOS EN HARINA LITERARIA.

 


 

 

           LA VISIÓN RURAL DE MIGUEL DELIBES Y DE MACÍAS PICAVEA.

 

Enterado cerrado el plazo de inscripción, no he podido apuntarme al curso on-line de la “Universidad de la Experiencia”, me hubiera gustado participar en el de literatura, para contrastar alguno de mis puntos de vista. Los escribo aquí, y si alguien quiere lo puede trasladar al profesor que imparta esta asignatura, con quien me gustaría mantener un intercambio de puntos de vista.

Aparte de lo anterior, si lo que voy a exponer es una herejía, y el gran investigador local, entusiasta, estudioso de la obra delibiana, a la que ha dedicado libros, se asoma por aquí, su aportación sería de gran interés.

“El Norte de Castilla” le llegaba a diario, por correo al señor Benigno, el panadero. Cuando empezaba el mes de junio iba todos los días a que me dejaran mirar a ver el día y hora de los exámenes de bachillerato en el “José Zorrilla”, adonde yo iba a examinarme por libre; ya de peso leía todo el periódico. Así empecé a tener noticia de don Miguel.

Bien pronto leí “El Camino” y “Las Ratas”. Ingresado, por una intoxicación del “chofe” que nos ponían en el Colegio de Villanueva, en la clínica de Quemada, junto a la Plaza de Toros, derribada al poco, Sara compró y leímos “Los Santos Inocentes”. Compré asi publicado “El disputado voto del señor Cayo”. He leído todo lo de Delibes. Mi admiración por el escritor vallisoletano es total, sobre todo cuando releí “El hereje”. Fue el florón, la cúpula áurea de toda su gran obra.

Sin querer hacer un alarde de erudición, sino para demostrarles la admiración ya dicha, así, a voleo, de memoria les cito, además de las citadas, el título de otras de sus novelas: “La sombra del ciprés es alargada”, “Mi idolatrado hijo Sisí”, “Diario de un emigrante, o de un cazador” es de uno que caza en Chile; “La hoja” (del librillo de fumar) roja”; “El príncipe destronado”, “Cinco horas con Mario” (Lola Herrera, de muy jovencita actuó en el teatro de “Los Mantecas”, por la feria); “Cartas de amor de un sexagenario voluptuosa” (Ésta me la recomendó, nada más publicarse, Luciano López Gutiérrez); “Señora de gris sobre fondo rojo”, dedicada a la madre de sus siete hijos; “Viejas historias de Castilla la Vieja” (para las que recogía vivencias en un pueblo de la Guareña, del padre del periodista Luis Miguel de Dios).

¡Bueno! ¡Allá va mi atrevimiento!: En sus libros más rurales no refleja la realidad sociológica, económica de los pueblos castellano-leoneses, de la comarca corazón de la meseta, “Tierra de Campos”. Cierto que la acción de “ El camino”, “Las ratas”, “El disputado voto…”, la sitúa en la comarca donde pasaba los veranos de su infancia, en Sedano y la zona del norte de la provincia de Burgos. La peripecia de Daniel “El mochuelo”, es tierna, evocadora, añorante…, “Nini”, el hijo del ratero es anecdótico, también llena de ternura, pero poco verosímil: un niño tan sabio que predice la lluvia y la helada, que todo el pueblo recurra a él, como a un oráculo; que viva en una cueva, con su padre…

Más realista es el señor Cayo. Tempranamente aborda la despoblación rural. Esos pueblos de la montaña fueron los primeros abandonados. Hay una denuncia de la perdida de esa cultura rural ancestral, de esos campesinos autosuficientes… También premonitoria es su reflexión sobre la incipiente casta política. La acción transcurre en la campaña de las primeras generales, las del año “setenta y siete”. Ahí ya vemos al político idealista y al trepa, al vividor de la política, la mayoría, en este momento.

En cuanto a Azarías, su hermana Régula, su cuñado Paco, su vida en cortijo de la familia del señorito Iván, pues claro que penosas situaciones parecidas podrían haberse dado en cortijos extremeños y andaluces: el egoísmo, la chulería, los abusos al pobre del señorito; la servidumbre, la humildad de los “mandados”; pero casos tan extremos no se daban en nuestros latifundios. Conocí las enormes diferencias sociales. Conocí en la dehesa a leñadores, carboneros, cisqueros salmántinos viviendo, familias completas, en chozos construidos con ramas de encina; durmiendo en camastros de paja de centeno sobre el suelo; la lumbre en el medio, y un agujero para el humo en la cúpula. Félix, el de “ALFE” de Benavente, nació en uno de estos chozos. Ángelito el panadero (Rayanos) los recuerda, pues iba de niño a llevarles el pan a la dehesa. Pero ya en el tiempo de estos López, quien se la había comprado a los Covaleda, los amos de la dehesa, gente sencilla y trabajadora, no existía ese trato humillante. Ya más recientemente, mucho menos.

Por ejemplos, un nuevo propietario de una porción de esa dehesa, se empeñaba en que el tractorista empacara un forraje que estaba húmedo. Éste objetaba tal empaque. El amo le replica: -“Esto lo empacas porque aquí el que manda soy yo”.

El tractorista cogió el hato: -“Ahí te quedas, que lo que me sobra es trabajo, chulerías no aguanto”. Y se vino andando a su casa.

En “Viejas historias de Castilla la Vieja” existe también traslado de vivencias campesinas, si bien todo más anecdótico.

Por supuesto que el léxico, la fluidez narrativa, cierta poesía son muy de valorar.

Pero si en los libros que he comentado no quedan bien reflejadas las las sociedades rurales de la posguerra, ya mayor con “El hereje” dio el “do de pecho”. Ahí si que tenemos un buen retrato de la sociedad vallisoletana, española en los tiempos del oscurantismo tridentino. ¡Qué horror teocrático!: opresión, intolerancia, absoluta falta de libertad para (Dr. Cazalla, el lanero Cipriano Salcedo) pensar de distinta manera. Además más humana, Cristiana y razonable. Acallada con la feroz represión de la hoguera. Y lo llamaban: “Autos de fe”.

 

Comentaremos en próximo capítulo la novela “Tierra de Campos” de don Ricardo Macías Picavez, un regeneracionista decimo nónico.

 

 

 

 

 

 

 

 


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