II REPÚBLICA. PRIMER GOBIERNO Y CONSTITUCIÓN. (IV).
Proclamada la República se forma un gobierno provisional, presidido por D. Niceto Alcalá Zamora, y en el que están todos los prohombres republicanos de la derecha moderada, el centro y la izquierda: Lerroux, Maura, Azaña, Indalecio Prieto, Largo Caballero, Casares Quiroga, Marcelino Domingo, Martínez Barrio, Álvaro Albornoz,…que es quien convoca las primeras elecciones, las del 19 de Nov. del 33.
Todos ellos integraban la CONJUNCIÓN REPUBLICANO-SOCIALISTA ganadora de las mismas. No obstante nadie de esa derecha liberal, entró en el gobierno, resultado de esas elecciones..
Éste fue formado por los social-republicanos, y presidido por D. Manuel Azaña (hombre de gran inteligencia, pero que en estos tiempos de la telegenia no hubiera llegado ni a Diputado) y del que formaban parte los líderes de los distintos partidos de centro-izquierda.
Comenzaron con ganas la ingente tarea. Sus primeros esfuerzos se volcaron en desterrar el analfabetismo. De ello, en los primeros meses, se encargó el Ministro de Instrucción Pública, Marcelino Domingo. Creó 7.000 escuelas, y subió el sueldo de hambre de los Maestros Nacionales.
Se dan prisa en elaborar una nueva Constitución, en la que cometen el error de ser beligerantes con la Iglesia Católica. Ya antes habían desterrado al Cardenal Primado Pedro Segura, y al Obispo de Vitoria, Mateo Múgica, quienes se habían mostrado contrarios a la República.
A los pocos meses de aprobada la Constitución., y cumpliendo su Art. 26, el Gobierno prohíbe a las Ordenes Religiosas dedicarse a la Enseñanza. Disuelve a la Compañía de Jesús, y confisca sus bienes. También todos los de la Iglesia, incluida la vestimenta.
Otro sector de la Iglesia, el encabezado por el periódico “El Debate” y Herrera Oria, mostraron su acatamiento al nuevo orden, elogiando lo que en él había de positivo: el deseo de justicia social, de amparo de las libertades y de los derechos humanos.
Cierto que el peso de la Iglesia Católica en la sociedad española, y el número de curas, frailes y monjas, era excesivo. Pero cierta también la importancia de su labor social de beneficencia en la sanidad y la educación, a pesar de tantos religiosos como en la sotana y el hábito buscaban su sustento. Incluso admito su pecado, no siempre, de estar al lado de los poderosos.
Pero puede que, la mitad de los españoles, y más de las españolas, eran profundamente católicos. Algunos por conveniencia, la mayoría por convencimiento. Y esa religiosidad abarcaba todos los aspectos de la vida: nacimientos, bodas, funerales, usos y costumbres.
Y eso, por decreto, desde arriba, de golpe y porrazo no se podía erradicar. Ello le acarreó enemigos a los partidos de izquierdas, incluso a los que no eran anticlericales, y por ende, a la republica.
El lema de Acción Popular, el partido de derechas, germen de la CEDA de Gil Robles era: Religión, Patria, Familia, Orden, Trabajo y Propiedad.. Un propietario de Villamayor se sinceró y dijo: -“A mí de los seis puntos el único que me interesa es el último”.
Cuando los grandes terrateniente (los andaluces y extremeños) y los no tan grandes, vieron peligrar sus privilegios, encontraron en los pequeños, a los que incluso hubiera beneficiado la imprescindible reforma agraria, unos aliados, a cuenta de la cuestión religiosa.
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