jueves, 28 de marzo de 2024

EN LOS PICOS DE EUROPA.

 




 

                                                   EN LOS PICOS DE EUROPA.

 

               Debió ser sobre el seis de agosto de 1959. El día antes llenamos las mochilas. Yo llevaba un macuto y una manta que había traído mi tío de la guerra. Aporté, (de los cuatro era la única casa donde mataban marrano) chorizo gordo y jamón, un trozaco, nada de lonchas, con su correspondiente tocino; una fiambrerada de huevos cocidos aliñados con aceite, vinagre y pimiento. Los otros compraron leche condensada, galletas, cola-cao, terrones de azúcar, queso y bastantes latillas de sardinas en aceite. Un pan de kilo por barba…

               Cogimos el coche de Valladolid hasta Rioseco, buscando el más fácil auto-stop hasta León. Por aquel entonces el tráfico de Madrid a Asturias era por la carretera de Adanero a Gijón. A lo largo de la mañana fuimos llegando y juntando en el punto convenido, al principio de Ordoño II. Allí nos esperaba “Nandi”, Fernando Alfayate, de la familia de los “Ivos”, casa con jardín delantero y verja en la calle Solana.

               ¡Qué alegría con cada uno que iba llegando! Nos llevó a comer a su casa. A su hermana la alegró, sobre todo, la presencia de Eloyuco (era muy guapo). Por la tarde anduvimos por ahí. No quisimos abusar; en un parque merienda cena de mi mochila. Dormimos, primera noche, en la casa dicha; Eutiquia, hermana de Adelia, se llamaba la madre de “Nandi”.

               Bien de mañana cogimos el coche de línea que, desde León, por Cistierna, Riaño,… nos dejaría en Portilla de la Reina, lugar más próximo por carretera al valle de Valdeón. Esa carretera continúa, por el puerto de San Glorio, hasta Potes, etc. Por aquel entonces, al valle dicho, rincón al noroeste de la provincia de León, entre Asturias y Cantabria, no llegaban los coches; era un camino, cruzando el Puerto de Pandetrave, de herradura. En el anecdotario de don Primitivo está cuando, recién cantado misa, le destinaron a los Picos de Europa. Le salieron a esperar al coche de línea con dos caballerías. A nosotros nadie esperaba, si bien llevábamos carta de recomendación de don Primitivo.

               Llegamos a Posada de Valdeón hacia el mediodía. Nos dirigimos en la fonda a la “patrona” de don Primi, cuyo un hijo, Modesto,  era guía de montaña. Al vernos con ese atuendo, y tan críos, nos preguntó: -¿Os creéis capaces de cruzar los Picos de Europa?; -¡Bueno! Usted venga con nosotros y lo intentaremos; -¡Sí claro, y si os agotáis cuando estemos arriba, ¿qué hacemos?

La verdad es que nuestro equipamiento era deficiente: ropa de diario de verano, unos jerséis, por si acaso,  ellos zapatillas de baloncesto y yo unas sandalias con piso de goma que me había hecho a la medida Carlos, un zapatero de Villarramiel que vivía en la casa vieja de Peque.

               Nos vio animosos y, aunque con reparos, aceptó, creo que por doscientas pesetas, ser nuestro guía. Su madre nos dejó tirar de latillas, incluso nos regaló unos gajos de cebolla, agua fresca, y comer allí en una mesa. Por la tarde anduvimos visitando aquellas aldeas. Cuando iba a atardecer montamos, en un prado, la tienda de campaña.

               ¡La tienda!: la madre que la parió. Se la habían prestado a Eloy del seminario con capacidad para veinte seminaristas. Tenía dos mástiles, telescópicos, sobre los que apoyaba el del cerral, o sea: horizontal; sobre él, la lona. Luego sus correspondientes vientos y clavijas para anclar en el suelo, pegando con una piedra.

               Cuando se hizo de noche, envueltos en la manta y con la mochila de cabecera, alá, a dormir. No sé el rato que llevaríamos. Unos enormes truenos nos despertaron, y el agua que corría por debajo de la tienda; no tenía piso, como las de ahora. Un cobertizo con hierba seca que habíamos visto cerca, fue nuestra salvación.

               La tienda, que seca la lona pesaba nueve kilos, mojada, veinte, o más. Modesto se negó a acompañarnos si no dejábamos la tienda en la fonda. ¡Menos mal!

               -O sea: ¿Que queréis llegar hasta Covadonga?

               -Vamos a intentarlo.

               Emprendimos la marcha: primero caminitos entre prados y huertos; bosques a medida que íbamos subiendo, hasta llegar a la roca pura, sin caminos, ni rutas marcadas, como ahora para los senderistas: subir, subir sorteando peñascos, a veces escalando. Mis compañeros tenían bicis de carrera. Muchos días subíamos la cuesta de Almaraz, pero no tenían el entrenamiento del camión de Güaricha. En cierto sitio me adelanté del grupo y pisé una gravera, ladera de montaña cubierta de guijarros que no sostenían mi peso; así me fui deslizando hasta una hondonada; ello obligó al guía, para salir a mi rescate a cambiar de ruta, con el consiguiente rodeo.

               Después del susto paramos a comer, y vuelta a caminar cuesta arriba siempre. Como a media tarde a Luis Astudillo le entró agotamiento: -Ya no puedo más, seguid vosotros y dejadme aquí que me coman las águilas.

               Modesto, al ver la cosa tan mal, cargó con su mochila;  le hizo beber agua con terrones de azúcar. -¡Venga, que nos falta poco para el chozo de los pastores!

 

(Continuará s.D.q.)

              


              

              

              

 

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