lunes, 23 de mayo de 2022

LA CÁTEDRA DE LA PUERTA VILLA.

                                LA CÁTEDRA DE LA PUERTA VILLA.

          Dado que mi estado de ánimo (influido por el trabajo mañanero como ayudante en la plantación del melonar, por mis lecturas y músicas vespertinas) es de inmensa paz, he borrado la justa respuesta que, un poco cabreado, hice ante la certeza del odio que dos o tres (no sé los motivos del tercero) individuos destilan contra mí en referida tertulia.
    Consejos fraternales, pensando en lo poco que valen, me animan a no hacerles aprecio. Lo malo es que, con su difamación puedan influir en personas con quienes mantengo buena relación. Además, a nadie le gusta le pongan verde; y que pase por allí y los vea, aunque no los oiga, insultándome.
    Si entrara al trapo de la falsedad de sus narraciones, ¿qué no podría contar? Una vileza descomunal:  la inducción, a un un pobre hombre, al falso testimonio. En aras al olvido omito entrar en más detalles.
    ¡Pero, no! Han pasado muchos años. Somos ya muy mayores, ellos aún más que yo, (insisto en pacíficos y sinceros gestos por mi parte), ¿tiene objeto seguir con la inquina hasta el final? Sería mejor para ellos superar ese odio que los corroe.
     Hace muchos años que ni un dedo, ni una palabra he tenido contra esta gente (otra cosa es que, sin odio, critique se tapen cunetas, lo que no volveré a hacer, es cuestión municipal), por lo tanto, aunque tengan pocos temas de conversación, les digo: ¡Dejadme ya en paz!
   ¿No os aburre el constante despelleje, en el que incluis a mi familia?
   Triste esa lacra rural de la murmuración, en la que no entro.  Me pueden olvidar o no. Les aseguro, por mi parte, que retorno al olvido.
    
    

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