domingo, 4 de abril de 2021

LA REVUELTA COMUNERA, RESUMEN COMPLETO.

        Mañana, 5 de abril, con motivo del 5º Centenario de la matanza de Villalar, el periódico LA MAR DE CAMPOS, en edición especial, publicará un trabajo que me fue encomendado, del que ahora cuelgo la 1ª parte. 

      Aparte de mis conocimientos históricos del bachillerato, en que ni siquiera recuerdo si se daba esto de los comuneros, y de todo lo que ido leyendo u oyendo a lo largo de mis años, empecé a tener noticia, poco divulgada, del protagonismo de Villalpando en la contienda, gracias a don Luis Calvo Lozano. En el verano del 19, Ángel Infestas, me habló de Bernardino de Valbuena; después, de la publicación de esas actas por parte del profesor Tomás López. El blog de Ángel, "Memorias del Araduey" me ha supuesto gran ayuda para este trabajo. Por último, también recomendado por Infestas, el libro de Joseph Pérez; 668 páginas con el estudio más completo realizado sobre el tema.

      Han sido horas de lecturas, de tomar apuntes, que voy a tener el gusto de irles mostrando. Aunque mejor que compren LA MAR DE CAMPOS. 


                              CRÓNICA RESUMIDA DEL CONFLICTO COMUNERO.

 

En 1516, por testamento de su abuelo, el Rey Fernando “el Católico”, se autoproclama en Flandes, rey de Castilla, Navarra y Aragón, la actual España, y otros muchos territorios pertenecientes a las coronas de Isabel y Fernando, más los que se estaban descubriendo y conquistando en el Nuevo Mundo, el segundo hijo , detrás de Leonor, de Juana I de Castilla y Felipe, “el Hermoso”, Carlos I. Tenía 16 años.

Al año siguiente, desembarca en Tazones, (Asturias) acompañado de numero séquito de nobles y clérigos flamencos (de Flandes, no de tablados, actuales Bélgica, Holanda, Alemania…), y  sin saber hablar castellano, se había criado con su abuelo paterno Maximiliano I.

Desde la muerte de Fernando, tres días después del testamento, enero de 1516, hasta la llegada a Castilla de Carlos, se encarga de la regencia del reino el Cardenal Cisneros, quien, desgraciadamente fallece al poco de la llegada del nuevo rey.

La corona le pertenecía a su madre Juana I (me resisto a escribir lo de “Loca”), quien víctima de la ambición, primero de su padre, Fernando, segundo de su marido, el “Hermoso” e infiel Felipe, quienes se habían repartido los papeles en el tratado de Villafáfila, y tercero, de quien más víctima, de su hijo Carlos, permanecía, ya por entonces, encerrada en Tordesillas. Así cuarenta años.

Cuando, tras su llegada, el belfo Carlos, comienza a nombrar para los principales cargos del reino a sus acompañantes extranjeros, (regente general, al Cardenal Adriano de Utrecht, Arzobispo de Toledo, a Guillarmo de Croix de 20 años, entre los más escándalosos), comienza el descontento entre las élites castellanas. Así se lo manifiestan en las Cortes reunidas en Valladolid en 1518.

Antes de marchar de España, en 1520, convoca Cortes en Santiago de Compostela y en la Coruña, donde, al fin consigue de los procuradores presentes obtener dineros castellanos para su proclamación como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Al volver a sus ciudades, principalmente en Toledo a estos procuradores se les castiga.

La muy floreciente economía castellana, con los Reyes Católicos, había entrado en recesión: pestes, sequías, hambre… No estaban los castellanos en condiciones de prestar mayores impuestos. Además en aquellos tres años de Carlos en estos reinos comenzó a exportar la lana de mejor calidad, para los telares de su procedencia, perjudicando a las industrias textiles de Zamora, Palencia, Salamanca, Bejar… A pesar de ese, no alarmante, retroceso económico, en las dos mesetas y valles andaluces se concentraba el 77% de la población y la riqueza peninsulares, basados en el trigo, la lana (en competencia entre ambos que dirimía la Mesta en favor de las ovejas), y el vino. “Tierra de Campos” tenía una densidad de población de 26 h/Km2. Medina de Rioseco, cabeza del Señorio del Almirante don Fadrique Enriquez de Velasaco, contaba con 11.310 habitantes, cuando en toda la península no llegaban a los seis millones. En ciudades y villas se había creado importante industria textil, de curtidos, cerámica… , cuyos promotores y propietarios empezaron a engrosar relevante clase media, libre.

Es en esta capa social urbana donde comienza a hacerse visible el malestar, el descontento por la imposición de mayores impuestos y la pérdida de derechos civiles. En las primeras medidas del imberbe monarca, veían el cariz absolutista que intentaba a su reinado.




         Vista parcial de la plaza de la que, en diciembre de 1520, en silos construidos en la misma, el Jefe Comunero Bernardino de Valbuena, dio orden de sacar y repartir 103 cargas de trigo, en los mismos guardadas.

    COMIENZAN LAS HOSTILIDADES.

Es en Toledo donde, hartos de exigir al regente Adriano de Utrech que se respeten las leyes, los fueros y las libertades de los castellanos, comienza la revuelta en abril de 1920. Triunfa la rebelión. Se crea la primera Junta del Reino.

El ejemplo de Toledo lo secundan Segovia, Salamanca y Ciudad Rodrigo, en un primer momento. Adriano de Utrech ordena sitiar Segovia. Los rebeldes, que ya se empiezan a denominar comuneros, rechazan el cerco. Entonces, el dicho Cardenal Regente, ordena a las escasas tropas realistas, dirigidas por Ronquillo,  apoderarse de la artillera real resguardada en Medina del Campo.  Los medinenses los rachazan. Como amenaza Ronquillo ordena incendiar alguna vivienda, pronto el fuego prendió en la mitad de la ciudad.

A medida que la noticia corría por ciudades y villas castellanas, en la mayoría se iban formando Juntas, cundía la rebelión. Se organiza el primer ejército comunero a las órdenes de Juan Padilla. El 29 de agosto de 1520 toman Tordesillas, importante villa en la que, además, residía cautiva la reina Juana I de Castilla, acompañada de su sexta, póstuma hija, la niña Catalina de Habsburgo, en la que los Comuneros habían puesto todas sus esperanzas. A esta villa comienzan a llegar representantes de cada una de las ciudades para formar la Junta General del Reino, órgano supremo de la rebelión comunera: la Santa Junta.

Ya, en el verano, de 1520, los de abajo, siervos labradores de tierras de los Señoríos, y braceros, comienzan a rebelarse contra los señores, dejando de pagar rentas e impuestos que derivan a las Santas Juntas; si bien, en parte, aunque menos, pagan diezmos a la iglesia que se había posicionado en favor de la rebelión.

La nobleza que, en un primer momento no había tomado partido, salvo algunos Señores, el de Salvatierra, por ej., que abrazó la causa comunera, al sufrir como el movimiento subversivo  no sólo era anti real, sino también anti señorial, se puso con todas sus mesnadas al lado del Rey.

En repetidas ocasiones representantes de la Junta se entrevistan con doña Juana I, intentando que ésta se adhiera a la causa comunera, quienes harían valer su derecho a ser la reina de Castilla, y ellos sus súbditos. Ésta, a pesar de la mejora en las condiciones de su penoso cautiverio, mientras los comuneros estuvieron en la villa del Duero, permitiéndole incluso la libertad de salir de su castillo, se negó a firmar disposición alguna que fuera en contra de su hijo, y usurpador, Carlos I. Caro lo pago: cuarenta años, hasta su muerte, a los 76, encerrada y maltratada.

Octubre de 1520, en Tordesillas, la Junta General, por ciertas discrepancias con Juan Padilla, e intentando atraerse el favor de los nobles, nombra Capitán General de sus Ejércitos, a un sobrino materno del Condestable de Castilla, llamado don Pedro Téllez Girón de Velasco.

Realistas y Comuneros  comienzan a reclutar soldadesca, no entrenada en las artes de la guerra, principalmente los infantes comuneros.

En noviembre de 1520 tenemos al grueso de los dos ejércitos: acantonado, en Medina de Rioseco, con toda la nobleza a la cabeza, el ejército real señorial: 6.500 infantes y 2.200 caballeros;  a una legua al suroeste, en Villabrágima, al mando de don Pedro Girón, al ejército comunero, de 8 a 9.000 infantes y 900 caballeros,  con mucha  y más abundante artillería.

Los dos ejércitos se vigilan, se temen, rehúsan el enfrentamiento total; los encuentros, las infructuosas negociaciones son constantes. Sin hostigarse mutuamente pequeños destacamentos de comuneros toman Villafrechós, de cuyo convento, clarisas contemplativas, es abadesa Ana Téllez Girón de Velasco, hermana de don Pedro, el capitán comunero; Tordehumos, Villagarcía y Urueña. Igual, los realistas ocupan La Mota del Marqués, San Pedro de Latarce, Castromonte y Torrelobatón.

Entre tanto, Antonio de Acuña, Obispo de Zamora, al frente de una tropa de trescientos caballeros, todos clérigos, sembraba el terror por las villas Señoriales de la palentina Tierra de Campos, hasta que fue llamado a Villabrágima

             DE VILLABRÁGIMA A VILLALPANDO: ¿TRAICIÓN ? SÍ.

Al amanecer del día 3 de diciembre de 1520, ante la sorpresa e incredulidad de los señores, prácticamente sitiados en Rioseco, el ejército comunero, comandado por don Pedro Girón, abandona el sitio y emprende viaje hacia una plaza fuerte del Condestable, su tío don Iñigo Fernández de Velasco, la murada y fortificada villa de “Alpando”, como a seis leguas al Oeste. El pretexto fue la escasez de víveres en Villabrágima, y la abundancia de éstos, y aposentos en Villalpando.

A medida que pasan por Tordehumos, Pozuelo de la Orden, Cotanes del Monte, voluntarios de estos pueblos se suman al ejercito comunero. El más relevante Juan Ruiz Maladino de Cabreros del Monte.

Hasta ese momento, Villa Alpando no se había declarado claramente comunera, su alcaide, alcaldes y regidores seguían obedeciendo la autoridad del monarca, si bien de una familia de “ricos homes” había surgido Bernardino de Valbuena, un líder comunero,  mozo de apuesta figura, como de 25 años quien había conseguido reclutar como a treinta caballeros, con los que acudió, llamado por Acuña, a Zamora para derrotar al Conde de Alba de “Liste” y poner la ciudad al servicio de la Santa Junta, hecho lo cual, regresa, por Toro, con el dicho Obispo y su tropa a Villabrágima, mediados noviembre de 1520.

De este importante capitán comunero villalpandino no había noticia histórica hasta que los historiadores, profesor toledano Tomás López Muñoz y el catedrático emérito de la Universidad de Salamanca, el paisano y amigo Ángel Infestas Gil, encontraron en el Archivo Histórico Nacional las ACTAS del proceso, (juicio) seguido, en rebeldía, contra dicho Bernardino.

Prologado por Ángel Infestas, el profesor Tomás López ha publicado el libro titulado: “Proceso contra el comunero de Villalpando Bernardino de Valbuena”, en el mismo transcribe todas las actas (copia) de las declaraciones de todos los testigos en el largo proceso que tuvo lugar en el otoño de 1521.

Leer esas actas, por la gran cantidad de detalles en ellas aportados, es trasladarse a la villa del siglo XVI: recinto amurallado de perímetro ampliado con muralla de tapial sobre el siglo XII, y cuatro puertas de entrada,  dentro del contorno de las, todavía, actuales “Cercas”, surcadas por el antiguo foso, que conocimos, la cava, por el que corría el agua. Fuera del recinto estaban el arrabal de Olleros, algunas ermitas y posadas.

¡Qué fácil imaginarse al capitán comunero, ya de noche, golpeando, con el pomo de su espada, los maderos del portón de San Andrés. El alcaide Bañuelos se resistía a la apertura, al no estar seguro de quién llamaba. Oíd lo que dijo Girón:

 -“¡Abrid ese postigo e sacá esa hacha acá e conocerme héis!”

- ¿De parte de quién veniedes?

 - Con Bernardino de Balbuena de parte de la Santa Junta Comunera

-Pasad pues

Los goznes chirriaron. Unos doscientos caballeros encabezados por Girón, Acuña y Valbuena, sin encontrar resistencia, irrumpieron en la villa, con mucha algarabía de trompetas y atabales, recibidos con desbordado entusiasmo y aclamaciones de  todos sus moradores, “tanto de labradores como de gente baxa e no de cuenta”.

Los villalpandinos agasajaron a las huestes comuneras con quinientas treinta y ocho gallinas, tres docenas de ánsares y seis cargas de harina para facer pan. Por supuesto que tampoco faltaría la olla de carnero con tocino y berzas, ni pellejos de vino.

Bernardino de Valbuena, unos cuantos días después, ausentado de Villalpando, don Pedro Girón y la mayoría de sus tropas, deselló tres silos propiedad del Condestable en la plaza del Templo y repartió las ciento tres cargas de trigo que contenían, entre los habitantes de la villa.

Otros muchos sucesos, mientras fue comunera, acaecieron en la villa, que no caben en esta crónica.

      CONSECUENCIA  DEL LEVANTAMIENTO DEL CERCO A RIOSECO.

No pierden tiempo los nobles y realistas. Al día siguiente, 4 de diciembre, inician la marcha hacia Tordesillas. De camino van ocupando las plazas abandonadas por don Pedro Girón. Sólo en Villagarcía encuentran, escasa, resistencia; no así en Castromonte, Peñaflor de Hornija, Torrelobatón.

El día 6 de diciembre de 1520, tras seis horas de combate contra la guarnición comunera, y sesenta muertos, los realistas toman Tordesillas, que sufre el pillaje de los mercenarios reales. Doña Juana vuelve a soportar, y hasta el resto de su vida, penalidades.

La pérdida de tan importante villa desmoralizó a los comuneros. En Villalpando, el obispo de Zamora, Antonio de Acuña, llega a acusarle de traición a don Pedro Téllez Girón de Velasco (Pedro Girón). Malhumorado se retira, con sus trescientos clérigos-soldados, a Toro, desde donde regresa a Toledo.

Girón, abrumado por las críticas o porque ya había cumplido su misión, dimite. El 15 de Diciembre con sus caballeros, de Villalpando a sus dominios de Burgos. Cierto que se mantuvo neutral, que, por abril, informó a los comuneros de los victoriosos movimientos del Condestable por tierras de Burgos y Álava. Cierto que pudo pasarse al ejercito realista. Pero cierto, también que no fue juzgado, ni castigado, por éstos. Tres años después, en la invasión francesa a Navarra, ya combatió al lado del ejército imperial. Obtuvo así el perdón de Carlos I.

Traidor o no, su retirada a Villalpando fue un hecho determinante en la derrota comunera.

Juan Padilla, desde Toledo, vuelve a comandar a las huestes comuneras. Aunque los realistas se habían asentado en el corazón de Castilla, tierra de castillos, de Tordesillas a Rioseco, castillos en Tiedra, Villalonso, Torrelobatón, Urueña (toda ella un castillo), Villagarcía, San Pedro de Latarce, Tordehumos; los comuneros conservaban su poder en todas las ciudades y villas importantes.

                                               VILLALAR.

De las huestes que llegaron a Villalpando, grueso del ejército comunero, gran parte de ellas, desertaron, volvieron a sus lugares de origen. Otra importante facción se unió a la Junta de Valladolid, adonde llega Padilla con 1.500 nuevos hombres. El 25 de febrero conquistan Torrelobatón, donde se acantonan, en la villa y Montes Torozos.

Entre tanto, el Condestable de Castilla, don Iñigo Fernández de Velasco, había conseguido reclutar, entre los nobles unos 1.000 caballeros y 2.000 infantes (gran parte de ellos vascos). Derrota en su villa al marqués de Salvatierra, toma Vitoria; cabalga hacia el sur, tomando las villas que se resisten, Meneses, por ej.

En aquellas semanas de marzo y abril, en Torrelobatón, y en Valladolid, comienza el pesimismo. La Junta no encuentra quién dirija los 1.500 hombres de refuerzo a los comuneros, hasta que un estudiante, Diego López de Zúñiga se ofrece voluntario. De los Torozos huyen desertores, entre otros  los de Madrid que no habían percibido la soldada. El temor a las noticias que llegan de la imponente caballería realista, siembra cierto pánico entre la soldadesca comunera.

El 21 de abril llega el Condestable a Peñaflor de Hornija. Allí le esperaban el Almirante don Fadrique y los Señores de Tordesillas; reúnen entre todos un ejército de 6.000 hombres, de ellos, 2.400 caballeros (jinetes).

En Torrelobatón, a una legua de Peñaflor, se sienten inferiores, cunde el nerviosismo. Deciden partir, en la madrugada del 23 de abril, hacía la ciudad de Toro, buscando el amparo de sus murallas y de su ejército.  

Al mando del Condestable, los realistas salen en su persecución. Cuando los ven cercanos ordena Padilla, guarecerse, para hacerles frente, en Vega de Valdetronco; órdenes que no son oídas; antes de llegar a la aldea de Villalar, en medio de intensa lluvia, los alcanzan. No les da tiempo a los comuneros a desplegar su artillería, gran parte de sus jinetes huyen. Las más de dos mi lanzas reales a caballo van ensartando, como a quijotescas ovejas, a los infantes comuneros. No coinciden las fuentes. Dos mil bajas estiman las más certeras. El resto, huyendo, consigue llegar a Toro, de ahí, los más nobles, a Portugal, por Fermoselle.

En Villalar, todo el Señorío de los linajes castellanos, contentos de poder seguir disfrutando de sus privilegios,  contempla impávido el degüello del líder toledano Juan Padilla de 31 años; del segoviano Juan Bravo de 38 años, y del salmántino Francisco Maldonado de 32 años; todos de buenas familias; todos amantes de la justicia y de la libertad.

Todas las ciudades y villas castellanas, comuneras, sucumben, menos Toledo. Allá huyó el 24 de abril el capitán  villalpandino, Bernardino de Valbuena con sus soldados leales, unas decenas. Doña María Pacheco, la viuda de Padilla, heroína de la resistencia toledana, lo nombra su capitán. Junto al Obispo de Zamora (quien no consiguió que lo nombraran Arzobispo de Toledo), resisten unos meses, hasta febrero de 1522. Valbuena consiguió huir a Portugal, A Acuña lo apresaron en su huida y lo ajusticiaron.

Desde Villalar, fue a Villalpando, a la primera de sus villas, a la que se dirigió el Condestable. “Emberronao” de venganza decapitó al alcaíde de la fotaleza, alcaldes de la villa y regidores.

-“Desde entonces ya Castillaaa / no se ha vuelto a levantar, ah, ah / Siempre añorando una Junta, ah, ah, / o esperando a un capitán, ah, ah.

 

 

 

 

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