sábado, 11 de julio de 2020

RETOMAMOS LA AUTOBIOGRAFÍA DE MI PRIMO EUSTAQUIO.



      Lo habíamos dejado cuando la cogida de "Josele" en Chinchón, su vuelta al pueblo, el final del verano en que Eustaquio trabajó de repartidor de horchata y helados, y, dado el regreso de todos los amigos al pueblo, quedarse solo en la inmensa ciudad. Fue cuando él decidió venir unos días a visitar a su familia.

      Volvió a Madrid de nuevo, pero esta vez con dinerillo ahorrado y conocimiento de la ciudad. La suerte le sonrió: un compañero de pensión, Francisco, trabajaba de conductor para " don J. L D. P. , uno de los notarios más importantes de Madrid. Tenía el monopolio de todos los bancos. Sus oficinas en la calle Recoletos. Ciento cincuenta y siete empleados, y vivían en la calle Serrano, nº 17, 3ª  planta toda, de unos 600 metros cuadrados. Tenían de servicio cuatro doncellas, mayordomo o ayuda de cámara y el conductor. Todos, menos éste, vivían en la casa..."  Pues resulta que necesitaban un Mayordomo. El sueldo 5.000 pts al mes y el alojamiento.

     Continúo copìando del texto de Eustaquio:
    "-Pero Francisco, que yo no sé nada de eso.
    -No te preocupes, que en cuatro días te pongo yo al corriente de todo.
     En una semana tenía yo los conocimientos de todo un gran mayordomo y ayuda de cámara: cómo se ponía la mesa, cómo se servía, por qué orden,con o sin invitados.., las bandejas, las soperas, los cubiertos, mis guantes blancos, siempre flamantes, en la migú tenía yo dos pares, por si las moscas. Los señores pensaron que yo era un gran profesional, pues les entregué la carta del señor Monterroso, en que hablaba de mis cualidades pero sin mencionar lo de los pollos. Se debieron pensar que yo descendía de familia noble arruinada.
     Tendré que decir que este trabajo fue una pesadilla, pues la señora era algo así como el diablo vestido de mujer. Cómo sería que el señor nos daba una paga extra, sin que ella se enterara, por aguantarla. No dejaba parar a nadie. Era como un cabo de cuartel encabronado..."

     Para quien no conozca a Eustaquio les cuento que era, y es, más bien pequeño, con cara de pillo y algo de extravismo, ya corregido, y que no le libró de la mili. Un muchacho de pueblo vestido con toda la gala de un señor mayordomo de casa grande. El día que fui a visitarlo, sí, en la calle Serrano, la más aristocrática  de Madrid, al verlo así me partía de risa.

    En su autobiografía dedica unas cuantas páginas a sus trabajos y peripecias en aquella mansión de lujo: " tenía que estar impecable, como un gran mozo de comedor, que pensándolo bien ha sido el único sitio donde yo sido tres personajes distintos: Mayordomo, Mozo de Comedor y Ayuda de Cámara. Además, como extra, acompañante de la señora cuando salía de compras, la cual venía con lumbago, y tenía yo que hacer de masajista para la tigresa. Me decía, ¿no te importa? es que tú tienes más fuerzas y me hace más efecto la crema, y me tenía una hora frotando su asquerosa espalda. Era insoportable, por eso el señor nos daba el sobre por aguante y paciencia. ¿qué no pasaría él?

     Se me ocurrió imaginar algo que  que pudo ocurrir, si bien no ocurrió, y por ser fiel a las verdades que cuenta Eustaquio, lo he eliminado. narro sólo el principio de la película: la señora, todavía de buen ver, bocabajo, desnuda de cintura para arriba.., el mayordomo con veintidós años.  Las manos que empiezan a explorar otros territorios... (he cortado los párrafos siguientes dado su contenido erótico y por ser de pura invención mía. No he obstante si a alguien le interesa me lo puede pedir y se lo mando por emeil)
     Continuará, s. D. q.




    

      

3 comentarios:

Chacal dijo...
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Administrador dijo...
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