lunes, 2 de diciembre de 2019

COMENTARIO A LA CONFERENCIA DE JOSÉ ÁLVAREZ JUNCO.


       Puedo presumir de ser el único amigo de la infancia que le queda en el pueblo a Pepito el del Registrador, de haber coparticipado con él y otras personas importantes en el homenaje y recuerdo a las víctimas de la guerra civil en Villalpando (inolvidable aquella reunión en casa de Teresa "la Baldomera", la víspera de la boda de Belenita). Puedo presumir, y presumo, de ser la única persona de la villa que ha leído "Mater Dolorosa", "Lerroux, el Emperador del Paralelo, "Dioses útiles y naciones", de ahí que sintiera no poder asistir a su conferencia. Al menos una silla menos hubiera quedado vacía. Pena de tan interesante orador para público tan escasito, de todo. Supongo no existiera el menor coloquio al final.

     Copiada la reseña de La Opinión, la pego para luego comentarla.



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Tierra de Campos
"La nación española se construyó débilmente, sobre continuos zigzags políticos"
José Álvarez Junco da una lección sobre la cuestión nacional española en Villalpando
A. B. 01.12.2019 | 21:57
Descripción: El catedrático y escritor José Álvarez Junco (izquierda) junto al escritor Félix G. Modroño, en Villalpando. B.El catedrático y escritor José Álvarez Junco (izquierda) junto al escritor Félix G. Modroño, en Villalpando. B. A.
El escritor e historiador José Álvarez Junco volvió una vez más a la villa donde pasó su infancia "y que todavía ocupa gran parte de mis sueños", Villalpando, para hablar ante un auditorio lleno sobre uno de los temas acerca de los que más sabe el catedrático emérito de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Políticos y Sociales en la Universidad Complutense de Madrid: naciones y nacionalismos, centrándose en este caso en el problema del encaje en Cataluña dentro de España.
Álvarez Junco comenzó desmontando un mito repetido por el nacionalismo español: España es una nación con 2000 (o 3000, según quién) años de antigüedad. En tiempos del Imperio Romano se hablaba de "Hispania", pero se refería a un territorio, no a una nación, ya que el concepto actual de nación como identidad colectiva no surge hasta los siglos XVIII-XIX.
"La idea de que las naciones son algo natural y que ha existido siempre llevó a la humanidad a las dos guerras mundiales. Las naciones son un fenómeno reciente, construido y cambiante con el tiempo", prosiguió el catedrático enunciando esta idea que para todos los estudiosos en la materia es un consenso hoy en día pero que no aceptan ni los nacionalistas españoles ni los nacionalistas catalanes, como destacó el prestigioso escritor de origen villalpandino Félix G. Modroño, presentador el acto.
Antiguamente, nación era sinónimo de extranjero: "Es muy rubio, debe de ser nación", recogía en el siglo XVIII el diccionario de autoridades de la RAE. El primero en enunciar el actual concepto de nación fue Jean-Jacques Rousseau, que hablaba de que en el hombre conviven dos identidades, una individual y otra colectiva. Las naciones crean identidades colectivas con una moral distinta y superior a la de los individuos: "si a alguien le roban la cartera seguramente piense que moralmente está mal matar al ladrón, pero si Francia invade un valle español entonces sí está justificado y es un deber moral que España mate para recuperar ese valle", ejemplificó el profesor.
Dentro de este contexto, una nación es un grupo de individuos que se creen dueños de un territorio y deciden sobre él. Dentro de esta lógica un conflicto como el catalán no tiene solución, porque para los nacionalistas catalanes los que deben decidir el futuro de Cataluña son los catalanes y para ellos "el que no acepte eso no es un demócrata". En cambio, para los nacionalistas españoles el futuro de Cataluña lo deben votar todos los ciudadanos de España "porque Cataluña es parte de España de forma natural y no me puedes cortar un brazo sin preguntarme".
En España existe esta diferencia de perspectivas porque la nación española se construyó sobre una base muy débil, en el siglo XIX, con continuos cambios de gobierno y de régimen y un Estado muy débil, sin una Hacienda para costera infraestructuras y servicios que, a diferencia de Francia después de la revolución, dejaba la Educación en manos de la Iglesia Católica. La Iglesia no estaba interesada en educar españoles sino católicos, y para ello enseñaba el catecismo en catalán, en castellano o se hace nacionalista catalana si hace falta.
Para colmo, los dos únicos polos industriales de España surgen en las ciudades donde existe una lengua diferente a la de la capital, Bilbao (vinculada comercialmente a Londres) y Barcelona (vinculada comercialmente a París) cuyas élites burguesas no se van a dejar someter por una capital que es percibida como provinciana, "un pueblo manchego".
Por lo tanto, la solución según Álvarez Junco pasa por el diálogo con los catalanes, pero con los catalanes no nacionalistas, que constituyen más de la mitad de la sociedad catalana, y por consensuar una reforma de la constitución. Desde su punto de vista, la Carta Magna debería dejar por escrito qué competencias corresponden a cada nivel de gobierno (municipal, regional, estatal y europeo), qué impuestos recauda cada institución para autofinanciar sus competencias propias, que exista un mecanismo de arbitraje (Tribunal Constitucional) participado por jueces de todas las Comunidades Autónomas, convertir el Senado en una verdadera cámara territorial y repartir las instituciones del Estado central entre distintas ciudades como Madrid, Barcelona o Bilbao.

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     Discrepo totalmente con Álvarez Junco en que la nación española se construyera, sobre bases muy débiles, en el siglo XIX.

Es cierto que en el siglo XV no se empleaba el término nación, ni aquellos estados poseían la enorme interrelación entre los ciudadanos y los dirigentes que poseemos en la actualidad, pero sí, en cambio,  la corona aglutinaba a todos los habitantes de un territorio, aunque no se llamara nación, sino REINO.
     Y ese es el origen, el embrión, de la nación o estado español: Isabel y Fernando. En su matrimonio se unen los reinos de Castilla y Aragón. Y, conquistada Granada, toda la península ibérica queda sometida al mismo dominio. Ahí, exceptuada la segregación del reino de Portugal, queda configurado el territorio base del Estado que ha llegado hasta nuestros días.
      Cierto que Cristobal Colón toma posesión de lo descubierto en nombre de la corona de Castilla. Se utilizaba esa denominación por ser, de los unidos, el reino con mayor extensión territorial, (las actuales comunidades de Galicia, Asturias, Cantabria, la Rioja Castilla-León, Castilla-la Mancha, Andalucía) riqueza y población, pero pronto fue el nombre de España por el que se sustituyó al reino de Castilla.
    E ibéricos, españoles y portugueses, fueron todos los descubridores y conquistadores, de ahí que esas lenguas se hablen desde la Tierra del Fuego hasta la península de Florida.
    Desde dichos Reyes Católicos siempre ha existido, aglutinado a las coronas más o menos afortunadas, un Estado Español.
     Dios me libre de ponerme en plan nacionalista español, exaltador de lo patrio. Coincido en lo de "Mater Dolorosa". Hubo gestas y glorias, pero también tanto interés mezquino, tanta ruindad...Tanta desgracia, tanto error: la derrota de los Comuneros, las guerras religiosas del belfo Carlos I, de España, la sucesión de Austrias tarados y sus validos correspondientes, La Inquisición; el felón Fernandito de los cojones, y su hija Isabelita la putita, ¡pobrecilla!, fue la forma de meter sangre fresca en el árbol Borbón, el fracaso de la II República, pero, a pesar de lo cual, un Estado existía, y una lengua, y una literatura, y un arte en general. Y no olvidemos que don Quijote llegó a Barcelona.
     Sí, un Estado injusto, insolidario, que ni poseía un sistema recaudador distributivo y eficiente, que ni proporcionaba protección a los ciudadanos, etc. , pero Estado, aglutinado en torno a la corona, la iglesia y el ejercito.
    
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 Y bien: en cuanto a la solución para el problema actual que propone José Álvarez Junco, estoy totalmente de acuerdo. En esos términos, más o menos me he expresado. Otro día lo desarrollaré con más espacio. Lo malo es ¿quién le pone el cascabel del cambio constitucional al gato? (no estoy hablando de la disgregación de España), entre intereses partidistas, personales, egos, ismos, cafres por un lado y por el otro, feo pinta.
   Estoy optimista, no obstante. Hoy he tenido otra prueba de cómo el Estado de Derecho protege a los ciudadanos honestos que, en medio de la cobardía de un pueblo, levanta la pequeña voz de esta bitácora contra antiguas actitudes caciquiles y corruptas. Nada menos que el Tribunal Supremo de la Nación, en sentencia de 27 folios ha vuelto a absolver al justo inocente, ha vuelto a consagrar, como lícita, su libertad de expresión porque no la ha utilizado ni para mentir ni para injuriar, cuando algunos individuos tienen un concepto de su "derecho al honor" muy parecido al "derecho de pernada" que defendían los poderosos cafres medievales.
    Esperemos que intelectuales influyentes, como mi amigo "Pepito el del Registrador", sean escuchados en su razón y moderación, si bien deben escoger otros foros donde su pensamiento llegue a muchas más mentes y mucho más abiertas. 
     No sé si sabe Pepito que aquí se siguen  tirando cohetes municipales para anunciar la novena de la "Purísima", y que el alcalde, autoridades civiles y militares, presiden los actos religiosos: nueve días de Novena, Misa, Sermón,  Procesión y ágape.
     Creo se daría cuenta, ante la escasa y pasiva concurrencia, a pesar de los carteles por todo el pueblo, de que es utilizado políticamente su prestigio, en un intento de realce del deprimente gobierno municipal de la arcaica derecha. ¡Ay Pepito, si yo te contara!
    

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