miércoles, 9 de octubre de 2019

LOS MOZOS DE CUANDO LAS ERAS..



       Los mozos y mozas de antaño, de cuando las eras, los carros, el bieldo y la tornadera, la abundante juventud de estos pueblos en aquellos escasos años, venían por la feria y, si acaso, un rato (eran días de acarreo y trilla) por San Roque.

      Ahora cada poco y de uno a uno, ya no vienen, los traen, unas horas, un día, a las "Cercas de Santa María". Así, hace tres días, a uno de Villárdiga, MELQUIADES SAN JUAN BERNARDINO.
Hará como dos o tres semanas, en la tienda de Toño, había hablado con su hijo Andrés. Me contaba como su padre estaba muy malico, completamente dependiente. Su madre también necesitada de cuidados y afectos.

      Andrés, "el francés", dejó sus negocios o trabajos en París, y se vino a Villárdiga, a cuidar a sus padres. Es un testimonio humano tan loable, tan ejemplar que quiero aquí dejar constancia del mismo.

        Los acompañé en la iglesia de Santa María del Realengo, con ese, no ha mucho, restaurado retablo gótico del que tanto me hablaba Marisa . Caminé junto a ellos, oteando en los horizontes el verde metálico de las encinas, el más fresco de los pinos en la ladera, que parece querer asomarse por encima de las tapias de ese humilde unamuniano cementerio. Allí lloré a la querida compañera; Mª Isabel Benayas Galindo.

         Personas tan sencillas como buenas merecen nuestro recuerdo.

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         Este amediodía, ya tarde, regresaba a comer a casa. En el poste de lo de Foro, veo la esquela: LUCIO URUEÑA SAN JUAN. Como decimos aquí, "me dio una vuelta el cuerpo". Es el sentimiento de sorpresa y tristeza. ¡Lucio el de Tapioles! ¿Es `posible? Pero, qué hace le vi hablando en las Angustias con Jose Suena...

         Era el menor de hijas e hijos de Gaspar Urueña, uno de aquellos patriarcas terracampinos. Eran dos las hermanas casadas en Villalpando, Avelina, la de Manolo, el de la dehesa, y Maruja, esposa de Paco Allende. A ésta, muy amiga de mi esposa, tan buena conversadora,  me encantaba oírle cotar sus vivencias juveniles, También con Lucio, y su hijo Fernando, mantenía, mantengo buena amistad. De ahí que esa familia me resulte amiga, cercana. Mi amistad también se extiende a su esposa Pura y su hermana Vicenta, con quienes, si coincidimos, pegamos bien la hebra, por eso de ser de Pozoantiguo, donde ejercí de maestro.

        Lucio estaba joven, activo. Creo que, cuando le dejaban, todavía echaba horas en el tractor, su juguete preferido. La agricultura era su vida, su afición, su pasión. Ese solía ser nuestro tema de charla.

        Qué de golpe, de forma tan inesperada (no sabía llevaba unos pocos días enfermo) se nos ha ido.

        Poco a poco se van quedando sin mozos las eras. Mi esperanza es que trillen sobre el añil de la bóveda que, como media esfera invertida, cubre nuestra estepa campesina. 

       


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