viernes, 30 de noviembre de 2018

LA JUSTICIA HUMANA Y DIVINA.




                                                LA JUSTICIA.

El amor, las ansias, tener necesidad de Justicia, en todos sus aspectos, es una virtud, la primera de las virtudes humanas, cualidad de las personas rectas. En teoría, todos decimos amar lo justo. En la práctica, según la actitud de cada quien, ya es otra cosa.

La historia de la humanidad está llena de horrores causados por los defectos humanos: soberbia, afán de poder; avaricia, ira, falta de compasión, de empatía con el semejante: maldades en suma.

Siempre hubo conflictos entre los seres humanos, sobre todo cuando estaba en juego la supervivencia. Nuestros ancestros se peleaban por la caza, (que era alimento y vestido), por la cueva, por el trozo de terreno. Pero como seres sociales, además de los instintos maternos y paternos, que también poseen todos los animales, se dieron cuenta de las ventajas de colaborar, de ayudarse, de socializarse; en principio, dentro del clan, de la tribu, hasta llegar a las formas de vida actuales, en las que, a pesar de los bajos instintos de bastantes, se ha impuesto la socialización, la interrelación que, aunque con enormes diferencias entre los distintos puntos del planeta, proporciona bienestar a la mayoría.

El problema de la humanidad, empleando un lenguaje coloquial, es la distinta pasta de que estamos hechos: la existencia en todos los tiempos de gran número de malas personas. Éstas son aquellas en las que predominan los malos sentimientos, las extremadamente egoístas, las carentes de compasión, tengan más o menos cualidades intelectuales, destrezas, aptitudes. En el otro extremo están, han estado, los altruistas, los justos, los santos. En el medio, con muy distintas gradaciones, entre los malos, malos  y los buenos, buenos, estamos la mayoría. Y ahí está la lucha entre el bien y el mal. Si todos fuéramos bien intencionados, no existiría problema, no hubieran existido guerras.

La causa de muchas de éstas ha sido el tratar de imponer unos criterios de organización social, unas ideas, o la preponderancia de los dirigentes, de los poderosos (reyes, dictadores…) de unos grupos sobre otros.

Los grandes conflictos de intereses materiales (posesión y distribución del trabajo y los bienes) se está resolviendo, no sin continuos roces,  con la aplicación de la JUSTICIA SOCIAL

Bien pronto las primitivas sociedades, en su organización, para dirimir los conflictos personales (consecuencia de los intereses y de los instintos de los individuos) dotaron de autoridad a un líder, quien era jefe y juez de la tribu.

Las primeras grandes civilizaciones instituyeron leyes que, nacidas en general de la razón y el sentido común, no estaban exentas de crueldades.

En nuestras modernas sociedades nos hemos dotado de unos códigos de organización social, política, económica: las Constituciones; y de infinidad de leyes que regulan toda la vida de los individuos.

Existe un Código Penal, que sanciona las actuaciones ilícitas, un Código Civil que dirime los conflictos económicos; el Código de la Circulación..., y leyes, leyes y leyes, algunas muy antiguas, acordadas por los parlamentos nacionales y regionales: El PODER LEGISLATIVO, en las democracias elegido por el pueblo.

Para hacer cumplir las leyes, para dirimir los conflictos entre los ciudadanos o entre éstos y las administraciones o entre éstas entre sí, está el PODER JUDICIAL, formado por jueces/as y magistrados/das, y todos sus auxiliares. Lo que antes se llamaba la curia y ahora la justicia, a secas.

 ¡Qué poder tienen! ¡Qué poder han tenido siempre!  Lo malo es que son humanos, sujetos, por lo tanto a imperfecciones.

En ese ansia de JUSTICIA de las almas nobles, cómo, en ocasiones, los inocentes, hemos anhelado que un Dios justo e infalible, que conocería la verdad y la mentira, fuera quien nos juzgara.

Gracias, quizá, a ese Dios, o a la razón y la ética universal,  la justicia española, en su mayoría, es justa; y por encima de un solo juez/a existen otros tribunales que enmiendan atropellos.

 Pero, como a pesar de ello, de la integridad y capacidad de muchos jueces/zas,  (como se está viendo en su lucha contra la corrupción, con poderosos en la cárcel)  la justicia española es objeto de  críticas, y valoraciones de falta de independencia hasta por el Consejo de Europa; a pesar del mal ejemplo que nos están dando los Magistrados del Supremo en lo de las hipotecas y las peleas dialécticas subsiguiente;  del episodio de la fallida elección de los miembros del C.G.P.J.; de que no es igual la justicia con los ricos que con los pobres, (por ej.: un rico puede acusar sin motivo a un menos rico porque no le importa gastar dinero en Abogados)   a pesar de mi miedo ancestral a las togas por aquello de mi abuela: ¡Con la justicia y la inquisición, chitón!, por eso, por  tantos juristas honrados, para defender a una institución, noble en su conjunto, intentaré en próximo capítulo, como crítica constructiva, contra posibles malos ejemplos puntuales, contar en forma de cuento, posibles  situaciones sufridas por un amigo a quien conozco.



           




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