En la primavera del 76 la cosecha de alfalfa fue ya normal, por lo que seguí exportando a Galicia y Asturias. En septiembre volví a la escuela. Morales de Toro. Último curso de interino.
Eran duros los viajes en aquel pequeño e incómodo tractor. Una tarde, regresando de Palacios de Campos con cien pacas en el remolque, ocho filas, dos mil y pico kilos, antes de llegar a Villa Eulalia, pinchazo en rueda trasera del remolque. Un coche que pasaba me llevó a Villafrechós. Tuve la suerte, era invierno, de pillar en la nave a Isaac Áres, concuñado por Boni, con quien nos unía mucha familiaridad. "Gato", tacos, herramienta... Soltamos la rueda, la lleva a arreglar, y vuelta a montar. A todo esto se nos metía la noche. Desde Villafrechós vine por caminos. Isaac llamó a Sari para que no se preocupara.
No me resisto a contar otra, de las varias peripecias. Le había comprado la segunda corta de alfalfa a José María Martín, de Cotanes, suegro de mi primo Goyo Modroño, con la condición de que me dejara el remolque, que era más grande que el mío.
Cargamos un remolcazo hasta arriba. Al llegar a Villalpando veo está a punto de salirse el aro de una rueda. Otra vez, gato, tacos, etc. Rueda al taller. La vuelvo a montar. A Cerecinos del Carrizal, para unos ganaderos de ovino, Marcial y Delfino Núñez, a quienes les vendí mucha alfalfa e hicimos amistad. Paro en Cañizo y veo que el aro está otra vez a punto de salirse. Se acerca un pastor. -"Te la compro". El tío (un hijo, hija y un nieto, por lo menos, siguen en Cañizo) no tuvo compasión. Acepté a vendérsela sin ganancia, con la condición de no ir a la báscula, pues ya la llevaba pesada, y los tiques. -"Hay que pesarla" En el camino a la báscula se salió el aro. -"Haz el favor de quitarte de mi vista", -le dije al pastor".
Llamé por teléfono fijo, a los del Carrizal. Vinieron con tractor y remolque, y la traspasamos. Me pagaron religiosamente. Gané el porte y el trabajo.
Ya en el verano del "setenta y siete", dejé el negocio. Se habían convocado las primeras oposiciones para interinos. Treinta plazas, para setenta. Mi sistema nervioso, con tanta lucha, se había curtido. Había que prepararlas. Dado el menosprecio en lo cultural hacia mi persona, durante los años de interino y de alfalfero, perdonen la inmodestia: obtuve la mayor puntuación, lo que me permitió ser el primero en pedir vacante. Fue así como estuve diez cursos en Villanueva del Campo, dos en la Provincia de León, cuando me obligaron en el Concurso de Traslados. Se portaron de maravilla en la Dirección de Educación de León. Me mandaron en Comisión de Servicios a Alija del Infantado. Entonces ya, con el Renault 21, me trasladaba a diario. Por fin, en el siguiente Concurso de Traslados, Curso 91-92, hasta la jubilación Logse, diez cursos después, tuve mi plaza en CEIP "La Inmaculada" de la villa.
Sarita fue compañera en las dificultades y en los gozos: los hijos, los logros profesionales, culturales, libros, relatos premiados, la labor pedagógica en la bitácora... (Insisto no lo tomen a vanagloria, sino como justificación a los menosprecios de que fui víctima) Además es que no fue solo su trabajo como ama de casa, madre de cinco niños, sino fuera del hogar, en el lavado, envasado de miles de kilos de zanahorias y con la floristería.
Ella dirigía toda la economía familiar. Me libraba de todos los cuidados cuando las obras, por ej., . ¡Cómo no llorar cuando Tomás "Barriales", me dio el pésame, pesaroso de haberle pillado en Benavente, hace unos días..! En la primera obra que nos hizo este Roales, el retejo de la casa de Silera, Sarita fue la peona. Le arrimaba las calderetas. Él tiraba con la soga desde el tejado.
El próximo capítulo (s.D.q.) lo dedicaré a narrar tanto como Sarita ha trabajado en esta vida. ¡Cómo, al final, no iba a resentirse su columna..!
Entre esas paredes estuvo nuestro hogar, nuestro cobijo familiar en el que fundamentamos la dicha más perfecta: los hijos con sus llantos, risas, juegos de niños, alimento, vestido, fiestas familiares...
Los primeros ahorros fueron para reparar, reconstruir la parte que da al jardín, la vemos en la foto, de la casa de los Modroños aguardienteros.
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