Ahora, aunque alguien pueda pensar que somos viejos, como aquel amor fue tan intenso, recordarla para mí es religión, es una razón para mi existencia. Las fotos reviven todo aquello.
Por culpa de "Ogino", el médico japonés del método de los días infértiles, Álvaro, después de Belén, tardó tres años y seis meses en llegar. Estamos en el embalse del Esla. Tenía poco más de diez meses. Como tardó, nació con cinco kilos. Y Sari tan guapa, a pesar de las cinco lactancias. La de Jesús y David casi se empalmaron. El rubito llorada. Era de hambre. Pepe Mazo, con la leche maternizada SAM, nos solucionó el problema.
Jugábamos mucho con los niños. A todos les encantaba los tirara al alto. Esta de la foto fue de las últimas tiradas. Es Álvaro, antes de cumplir los dos años. ¡Menudo jato!
¡Qué ternura de foto! Es en el corral un día festivo. Están todos con ropa de domingo. Sari con el vestido procedente del de novia. Adaptado por ella. Puede fuera por San Roque de 1972. Gracia, con cuatro años, desde niña tan dispuesta, ayuda a mamá. Están enseñando a andar a David. Tendría once meses. De la otra mano lleva a Jesús. No había cumplido los dos años. Aprendió muy pronto a andar. En el enero siguiente los Reyes ya le trajeron una pequeña moto de plástico.
Sara-Belén, la niña más encantadora del mundo, siempre con su instinto maternal. Tendría cinco años. Ha de estar su mamá con ella. Tenemos de ella, como de todos, muchísimas más fotos. Por ej.: con la orla cuando se licenció Cum Laude en Medicina; de su boda, con sus niños el poco tiempo que pudo disfrutarlos. Prefiero no sacarlas del ámbito familiar, aunque no me resisto a colgar la de sus niños, Nacho y Rodrigo, hoy mozos: 1º de Arquitectura; 2º de Bachillerato.
Aquí tendrán la mitad de sus raíces, y unas paredes de las que podrán disfrutar, aunque sea, solamente alguna temporada. Sevilla, en todo, está muy distante de Villalpando.
He seguido colgando fotos, y sus pies, porque bastantes amigos me animan a hacerlo. Sé comparten nostalgias conmigo. Que las ven con cariño y respeto. Si es que, además, Rodrigo, comparte los genes de su abuela, ya lo ven.
Regreso a mi intimidad, al recuerdo de aquel amor, de aquel idílico, sagrado, religioso, místico noviazgo, que decidió nuestras vidas, que las llenó de sentido y descendencia.
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