viernes, 19 de enero de 2024

LOS PINOS DEL RASO.

 







    Vean en el video como esa enorme máquina, tala el pino, lo pela de ramaje y corteza, y lo trocea. Impresionante.
     Vean en la última foto como el carrasco de encina vuelve por sus fueros; el pinar está volviendo a ser la flora autóctona, el soto bosque, el carrascal de encina.


 

               Comencemos por la historia: originariamente todos los terrenos silíceos de la cuenca del Duero estaban cubiertos por los carrascales de encina, los limo y arcillosos predominantes en “Tierra de Campos”,por prados.

               Demos un salto hasta finales del siglo IX: según avanza la reconquista nuestras llanuras empiezan a poblarse con Cristianos que vienen de las montañas norteñas. Se van asentando donde encuentran agua de fuentes y ríos; roturan prados, siembran trigo, plantan viñas, crían ovejas, cerdos, gallinas..; así van surgiendo pequeñas aldeas y villas.

               Las primeras noticias históricas, escritas, son del siglo XIV, cuando fue concedido a la Villa y Tierra por los buenos servicios prestados a los reyes Enrique II y III. En el siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, los vecinos de los pueblos próximos comienzan el descuaje, que ordena parar el monarca. En 1790 acordaron los vecinos de la tierra roturarlo, “por la mucha langosta que había en dicho monte; fue entonces cuando acordaron que las viesas pertenecerían en lo sucesivo a aquellos que las señalasen con dos o tres surcos de arada” (Calvo Lozano). Durante todo el siglo XIX continuó el descuaje.

               Como consecuencia del aumento demográfico y la pérdida de valor de la lana, se necesitaban más terrenos de labor, de pan llevar. Supongo que cada familia comenzara a usufructuar (las tierras seguían siendo del común) el terreno que fuera roturando, descuajando. Empleo el verbo descuajar, en lugar del de talar, porque el matorral de encina, para que desaparezca es necesario arrancarlo de raíz, cuanto más profundo mejor.

               Supongo que cada uno empezara a sembrar lo que iba descuajando; posiblemente el valor de la leña compensaría el trabajo. En los primeros años esas tierras vírgenes, recién roturadas darían buenas cosechas, que fueron disminuyendo a medida que los cultivos fueron esquilmando los nutrientes. Ya, en nuestros días infantiles, las doce mil yeras del Raso, 4.033 Has. se cultivaban en su totalidad: el rústico trigo candeal, centeno, avena, con el sistema de año y vez, barbecho, sembrado. Las viesas las sembraban labradores, grandes y pequeños, de Villalpando, Villárdiga, San Martín, Cotanes, incluso algo Cañizo y los de San Pedro que se metían. Y si los pastores les comían el trigo, pobres, no podían protestar. En los años de la posguerra, aunque gracias al alto precio del trigo, mal subsistían los labradores, rapucheros, que solo tenían Raso.

               Calculo que, a finales del XIX, comenzaron a plantar majuelos. Fue por entonces cuando llegó la epidemia de filoxera, que arrasó los viñedos no injertados. La solución fue plantar vides americanas, que llamábamos bravo (no son productivas), por lo que al año siguiente de plantar se injertan.

               Hasta los años sesenta del XX, estaba de majuelos todo Valdeconejo, la Barciosa, el Sebo. Llegó un momento que, por el mucho trabajo que daban y lo poco que valían las uvas y el vino, se fueron abandonando los majuelos.

               En uno de sus discursos, José Antonio Primo de Rivera, quien conocía la dura existencia de los que labraban, en toda España, tierras marginales, con su sentido de lo social, había dicho: “Devolvamos al monte lo que fue del monte”.

               Al terminar la guerra, con la euforia de aquellos momentos, los labradores, que, aunque trabajadores, eran todos de derechas, decidieron plantar de pinos todo el Raso. Salía una caravana de carros, incluso corriendo (a una mula de mi suegro se le rompió una pata). Aquello duró poco. Llegado el momento de empezar a reblar, se olvidaron del Raso.

               Así que España comenzó a recuperarse, timídamente, de los daños de la tragedia civil, cuando el Estado comenzó a contar con algo de dinero (entonces los gastos políticos eran escasos y los jornales pequeños), desde el Ministerio de Agricultura se comenzó una importante labor forestadora. Se creó una dirección denominada, “Patrimonio Forestal del Estado”.

               En 1948 el Ayuntamiento de Villalpando, del que era alcalde Pablo Riaño Riaño, decidió plantar de pinos el Raso. Respetaron los barbechos, hasta la rastrojera siguiente,   y majuelos. Los “Pajalarga” y alguno otro, aprovecharon viesas perdidas, antes de que las plantaran de pinos, y se liaron a cavar hoyas y a meter el americano; al año siguiente, injertaron con verdejo y tinta Madrid; queda un resto de aquellos majuelos; alguno descepé yo. Domingo lo mantuvo atendido hasta el descepe. Otros dos de una hectárea cada uno, han quedado abandonados, ahora sale el matorral; otros dos, de también una Ha. los plantó Domingo, con más de setenta años, de pino piñonero. Hoy son preciosos pinares.

               Aquella fue una decisión muy controvertida. La verdad es que ya iban quedando viesas en adil, pero a quienes labraban raso les pareció mal. En cambio, los abundantes jornaleros, lo vieron bien. Fue la forma de matar el hambre en unos cuantos inviernos.

               Como eran tierras del común, a nadie se le ocurría reclamar, ni quejarse,  (¡Cómo para piarla estaba la cosa en aquellos años de Cobera y el Teniente Villa!), salvo a un señorito, Luis Mazo Ortega; pues resulta que tenía escritura (no sé cómo) de aquella viesa en la senda Marbana, de unas diecisiete yeras. Debió ser por el año “cincuenta y tres”, ya tenía tractor, un Lanz,  y, además, un cuñado Registrador de la Propiedad influyente.

               Le dijo a Desiderio, el tractorista: -Engancha los araos y vete a arar la viesa de la Marbana.

¿Cómo voy a ir si han plantado pinos? ¿y si van los guardias?

-Tú vete, que dentro un rato tiro yo p’allá en el coche.

Fueron los guardias, muy respetuosos con Mazo, levantaron atestado, juicio, que ganaron los Mazo, pues resulta que la viesa era de su hermano Pepe, el boticario; de las 3’70 Has. dejaron unas 70 áreas sin labrar; allí hay unos pinos hermosos en el resto, perdido, han salido pinos y carrascos.

Volvamos a la epopeya de la plantación. Había en el pueblo, antes de la emigración, mucha mano de obra predominantemente joven; también iba algún jornalero de Villárdiga y San Martín. El trabajo era a destajo: setenta hoyas de cuarenta, por cuarenta, por cuarenta, a base de azada; el desplazamiento cada uno por sus medios; a pie los más pobres, que eran los más mayores, a no ser algún afortunado propietario de borrico; los más jóvenes fueron comprándole a Isaac bicicletas Orbea, y a la “Zaurila” BH, a plazos. Me contaba el otro día Miguel Ángel, el del “Raso”, que su padre, entonces joven, le ayudaba a otro hombrico mayor de Villárdiga a acabar la tarea, para que no le desquitaran de las 3’70 Pts del jornal.

Creo recordar que duró la plantación de las 1.400 Has, seis o siete inviernos. Empezaron a plantar lo más próximo al pueblo, detrás de la dehesa hasta el Sebo y Valdeconejo; saltado éste siguieron por la zona más próxima al monte Coto, por el Teso de la Buena Madera, 850 mts. de altitud, hasta el camino de San Pedro, desde el pico de la Pata, hasta la raya de ese pueblo; más al Sur hasta la raya Belver; cuando andaban por ahí, de dieciocho a veinte kilómetros de caminata entre la ida y la vuelta.

En el invierno de 1965-66 y el siguiente, anduvo una cuadrilla de Villalpando, y alguno de Villárdiga, reponiendo piñonero en lo perdido. Recién estrenado el Barreiros R335, de 37 CV, sin cabina, ya , servidor, llevaba a los obreros en el remolque, con Ramón, “el Gallego”.

 

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LAS FOTOS Y EL VIDEO: Como ven impresionante. ¿Por qué los cortan? Porque esos Pinaster, plantados hace setenta y pico años, han llegado al final de su ciclo vital. Muchos se van secando. Ya no crecen más. Además el carrasco, que ha vuelto por sus fueros, los asfixia. Hace ya años que, detrás de la dehesa, y contra el Coto, es, como ven en una foto, sotobosque cerrado de encina, de gran riqueza ecológica, incluso puede que, por la bellota, económica.

 No nos preocupemos por la tala de los pinos, quedan los carrascos, que dan bellotas. Donde las fotos se ve menos bosques porque son pequeños. No es necesaria, ni conveniente la replantación de pinos, que ya están las hojarascas de toda la vida. Aunque sí sería conveniente no seguir a matarrasa, no talar donde no haya carrascales. Por supuesto, veo, y muy bien, que van dejando los piñoneros.

Este trabajo de tala lo está haciendo una empresa subcontratada por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de CyL. Si bien la propiedad del pinar pertenece a los “trece”, y una Mancomunidad lo gobierna, ésta ha cedido todas las competencias forestales a la Consejería dicha, quien revierte a la Mancomunidad los ingresos, creo importantes ahora, por la venta de la madera. Como ven son troncos creo actos para carpintería o, al menos, para pellets.

Y, ¿qué pasó con el resto del Raso no reforestado? Pues que al hacer la Concentración Parcelaría les dieron títulos de propiedad a quienes entonces labraban las viesas. Convertidas unas pocas en buenos regadíos. También quienes anduvimos listos a comprar majuelos perdidos y viesas, por cuatro perras, las hemos reforestado, de lo que hemos obtenido buenas perras, sobre todo quienes hicimos los trabajos de plantación personalmente: preparar el terreno, comprar la planta adelantando el dinero, plantar, en varios años los 40.000 pinitos uno a uno; laboreo, mientras cupo el tractor entre las calles. Incluso en la primera plantación, a los diez o doce años, hicimos nosotros el entresaque y poda, que fue también subvencionada. Ahora han quitado esa subvención, pero hay empresas que se dedican a esos entresaques y podas, gratuitamente, a cambio de la madera picada que sacan.

Lo cierto y lo bonito es que desde “La Cañada Real”, hasta los términos de San Pedro, Belver y Villárdiga-San Martín, no se corta la foresta, de pinares y carrascales.

Una preciosidad de bosques.

 

 


 Vean la otra enorme máquina que autocarga los troncos. Es menos poética que las carretas de Juan Ramón Jímenez. ¿Qué lo vamos a hacer? Observen el pino no talado. Los piñoneros los respetan.

              

              


2 comentarios:

Síatodo dijo...

Cuál es el motivo para cortar esos pinos y qué se hace con los restos que quedan una vez pelado y troceado?

Administrador dijo...


El motivo ya lo explico: que han llegado al final, que ya no crecen más, que muchos se están secando. Y que, ha surgido, como ocurre siempre que un terreno se deja sin cultivar, la flora autóctona. En la zona de la foto los carrascos son pequeños, pero detrás de la dehesa y junto al "Coto" ahí ya tenemos un bosque de carrascos de encina.
A mí me da mucha pena que desaparezca el pinar, aunque me queda el consuelo del carrascal. Ahora bien. Repito: donde no haya carrascos no deben ni tocar un pino. Debemos tomar conciencia de ello.
No sé qué harán con los restos, las ramas, porque la corteza queda molida.
Esas ramas de la copa de los pinaster carecen de valor. Es ramaje muy menudo. No sé si existirá máquina alguna que las recoja. Eso no vale ni para hacer astillas, pero deben retirarlo, o picarlo. Creo es la mejor opción, hay máquinas que pueden irlo dejando triturado. Las ramas bajas, procedentes de la poda de los piñoneros jóvenes, son más gordas, incluso alguna Jesús no es capaz de meter en la astilladora, y aún así ahí llevan tres o cuatro años sin que nadie las recoja.

Lo único que se puede aprovechar, además de esos buenos troncos que vemos en las fotos. son los pinos enteros, procedentes del entresaque. Llevan las astillas para papeleras. La empresa de Tiedra, astillan, pican, las medas cuando ya está seca la acícula, la llevan a la planta donde criban, para separar la nociva acícula. Esas astillas, limpias, se pueden emplear directamente para calefacción o para fabricar pelets.
Repito: debemos vigilar para que talen todo el pinar a matarrasa.