sábado, 7 de septiembre de 2019

ÁNGEL DE LA PUENTE RODRÍGUEZ, "IN MEMORIAM"


     Como ustedes han observado, desde hace varios meses he dejado de dar noticia y pequeña semblanza de las personas fallecidas en el pueblo. Ello ha sido debido, sobre todo, sin motivo, a un disgusto gordo de los familiares de un finado, quince meses después de los hechos.

    Pero en éste, compartiendo en el tanatorio, el dolor con familias tan numerosas como queridas, la pequeña, que vive fuera, me comentó le gustaría que publicara un recuerdo de su hermano, y lo hago con todo el gusto y el cariño del mundo.

     Para empezar su madre, Alfonsa fue una de esas mujeres que habiendo parido ocho hijos, y criádolos junto a otros cuatro de su viudo marido, nunca perdió la alegría, siempre estaba sonriente. Era muy amiga. No hace tantos años, ya por la feria, se apuntaba para venir conmigo en el tractor al encierro. Recuerdo un año, en el Fiat de tracción simple, con pala. Ella y su amiga Imeria Veledo, venían conmigo en la cabina. ¡Cómo disfrutaron! ¡Ni les cuento cuando, al final, trajimos a la vaca, medio muerta, atada, en la pala del tractor!

     Además con este Ángel, "el Chungo" de la calle Olleros, yo tenía muy buena relación. Coincidíamos por el camino de la Casa, por la Cañada de la Dehesa, por Valdeconejo, y echábamos buenas parladas.

      De los doce hijos de Emiliano de la Puente, Ángel fue el único que siguió con el viejo y noble oficio de pastor. Y pastor a la antigua usanza, el último de la estirpe de quienes "arrancaban" a diario, todos los días del año, a no ser cuando el campo se cerraba por fuertes hielos o nevadas. ¡Qué mérito el de estos hombres! No sé si Ángel, desde que se casara, desde que se puso por su cuenta, libraría, hasta su jubilación ni un solo día de salir, de atender a las ovejas, para aprovechar los recursos que sólo el ovino es capaz de aprovechar: rastrojeras, hojaderos, barbechos, adiles, linderones, cañadas... , y con eso daban, aunque fuere escasa, una leche que se cortaba, y un queso, cuando bien curado, manjar de dioses,  al que llegaban los aromas de nuestra campiña: a espiga, a paja; a ganchas, a hoja de majuelo; a garamatas y agenijos tiernos, quebrantarrastros, mielgas, ajugera, aternillos,...  

      Bien se merecen estos, este pastor de la estepa, tan útil socialmente, sin unas vacaciones su en vida, poseedor de la suprema dignidad del trabajo, con el que sacó a su familia adelante, que le dediquemos, compartiendo con Boni, con Ángel Luis, con Ana Belén, con Vanessa, su tristeza, un cariñoso recuerdo.

    

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