domingo, 19 de noviembre de 2017

ESCRITO PARA "LA MAR DE CAMPOS"

  


                 LAS CLARISAS DE VILLALPANDO.

               Son  vecinas de toda la vida. Mis primeros recuerdos son de cuando mi abuela paterna me llevaba a las misas en su iglesia. Sus campanas marcaban los ritmos de nuestras vidas. Algunas veladas de trasnocheo, cuando el brasero duraba, mi abuela decía: -“Venga, a la cama que todavía toca la monja a “maitines” y nos pilla levantados”.

               Tocaban a las nueve para el último rezo antes de acostarse. A la una de la madrugada, para levantarse a rezar “maitines”, Ahora lo han suprimido, aquello era inhumano. Pobrecicas, con el cariño que todos les tenemos, el frío que hacía en ese enorme caserón, deambular somnolientas de las celdas al coro por aquellos inmensos, gélidos y lóbregos claustros…, en aquel alto coro enrejado de pinchos puntiagudos,  a media noche, a mitad del sueño. Volvían a la cama hasta las seis, en que tocaba la campana de nuevo, para levantarse¸ media hora después para la “prima”; tocaban, a las siete y media para misa,  a las tres de la tarde: ¡venga, a la escuela, que ya toca la monja..!

               Fue fundado en 1635 por un tal Gaspar de Urueña. Su recinto, cerrado por alto muro de tapial, cal y arena, con muchos remiendos, ocupa toda una manzana al occidente del pueblo, dentro del cual están las altas y enormes edificaciones, para celdas, precioso claustro, donde las entierran, la iglesia, almacenes, bodega… yo qué sé, estancias y más estancias. También adosados a la entrada principal, la casa y su patio para la demandadera. Entre los edificios y las tapias, espacioso terreno para huerta, pocilga, gallinero..., ya sin huéspedes.

               Lo conocí todo destartalado. Los trescientos y pico años no habían pasado en balde. Las pobres monjicas apenas si podían tapar las goteras más urgentes. Eran muy pobres. Sus únicos ingresos procedían de la dote que pagaban las familias de las que ingresaban. Las que no tenían para pagar la dote eran  monjas legas, quienes cultivaban la huerta, ordeñaban la vaca, (en primavera iba y volvía del prado)  cuidaban cerdos y gallinas. Prácticamente de eso subsistían.

               En los años cuarenta y cincuenta, en aquel “florecimiento” de vocaciones, cada poco alguna chica “se metía monja”, una vez profesados los votos, para toda la vida, sin salir de entre aquellos muros; una de las fallecidas recientemente allí había pasado setenta y dos años: familias rurales muy numerosas, ambiente social de gran religiosidad, enorme influencia del cura de cada pueblo, escasas expectativas vitales, fuera del matrimonio, para las mujeres; de los setecientos mil muertos en la guerra civil, la mayoría fueron hombres jóvenes…

               Por los años sesenta, dentro de este convento, debió haber unas treinta monjas,  jóvenes la mayoría. Fue cuando a don Valentín Gangoso, el cura de la “Ventosa”, fábrica de harinas en Benavente, se le ocurrió que empezaran a fabricar “formas”, actividad con la que continúan, si bien con mucha menor demanda. Más de una saca de harina de cien kilos costaleé por esos enormes pasillos, precedido de la hermana tornera con la cara tapada, que iba tocando esquila para que se escondiera alguna que por allí hubiere. Me lo pagaban con recortes de las “formas”, el llamado “pan de angelito”.

Aquel trabajo no era suficiente para tantas mujeres jóvenes,  que,  además del “ora”, necesitaban más “labora”. Lo encontraron en la confección de prendas de ropa infantil, canastillas, etc., para la empresa “Teleno”, de León, quien les montó un estupendo taller.

 ¡Claro!, tantas mujeres trabajando y no gastando (por entonces ya dejaron de existir las dotes, las legas,  y fueron abandonando la huerta, plantaron frutales), pues empezaron a ahorrar mucho dinero.

Toda su obsesión era arreglar el convento. Y vaya si lo han conseguido, de rabo a cabo. Empezaron por la iglesia, a finales del franquismo y con dinero oficial, pero es que en los últimos años, con sus ingresos y una donación testamentaria de una señora de Villafáfila, unas ochenta hectáreas, lo han vuelto de cuajo. Difícil calcular los millones invertidos. Años de obras, grúas, albañiles, carpinteros, etc.. Está totalmente restaurado, creo mejor que cuando lo hicieron. Los enormes tejados, aprovechando la teja vieja, o si no la compraban, son nuevos en cuanto al maderamen.

Y quedan ocho monjicas. Cinco, de más de ochenta, si bien en plena forma, una de setenta y siete, y dos licenciadas, guapas, un encanto, que llegaron, de Salamanca y Ávila jóvenes, una tiene a su madre aquí con ella, lo han revitalizado. Las queremos mucho. Rezan por nosotros, y dan de comer a los transeúntes que por aquí deambulan.

Tengo la esperanza  de que estás Sor Carmen y Sor María se unan a las “Iesu Communio”, participen del milagro vocacional creado por Verónica Berzosa, quien desde su monasterio de clarisas de Lerma,  ha creado esa moderna comunidad  y cambiado el cilicio por la guitarra, a la que llegan cientos de chicas universitarias y guapas, de Madrid principalmente, que están llenando vacíos conventos burgaleses. Recientemente cincuenta de esa comunidad en expansión, se han trasladado y ocupado un monasterio en la provincia de Valencia.

Veinte o treinta de esas espiritualmente marchosas de ropa vaquera, nos vendrían de perlas en Villalpando. No perdamos la esperanza.

A.     Modroño Alonso.
              
                         


4 comentarios:

Txina Villalpando dijo...

Que duren, que duren, que mal no hacen ninguno y bien mucho, aunque no lo parezca.El de Medina Rioseco se cierra, desconozco que sean de la misma congregación. Recuerdo de muy niño, cuando venia mi tía Sor Coral, que la hacían ir a dormir al convento, después aquello cambio y ya podía dormir en casa. Todos los villalpandinos de niño, hemos entrado al convento, por la puerta de la calle La Fuente, a por el "pan de angelito", al torno. Ring Ring......Sino recuerdo mal había un protocolo. Ave Maria Purisima, decía la monja o el niño, sin pecado concebida respondía, o la monja o el niño. No recuerdo si era la monja la que decía el Ave, o era el niño que que empezaba. "Que vengo a por pan de angelito, soy sobrino de Sor Coral". Ayudaba mucho tener "influencias", no todos los viajes daban ese manjar. Te lo metían en papel de periódico, y madre mía si salia alguna forma "redonda" entre los recortes. Madre mía, que "misas" montábamos.

Administrador dijo...


Qué bonito y entrañable tu mensaje. Si es que tú eras vecino ¿No te tocó a ti cuando los limones, que les trajeron un camión, y repartieron a todo el pueblo?
Sí, hombre, sí el protocolo del torno, y otros. El convento de Rioseco se ha cerrado porque solo quedaban tres monjas, dos muy ancianas e impedidas y otra de 51 años, que tiraba por toda la carga. Era de Villafrechós, pero esta se murió. Las dos que quedan han ido al convento de clarisas que hay detrás de la iglesia de San Benito.

En cuanto a "Coralina" . Iría a dormir con las de la residencia, que son de la misma congregación, "Hijas de la Caridad" o de San Vicente de Paul.

Comparto contigo ese cariño por las monjicas.

Administrador dijo...


Copiado de Facebook.

Juanito Granado.

Buenas agapito
Estoy intentando contestarte en el blog pero imposible
Darte las gracias en nombre de mi madre y en el mio propio por las cariñosas palabras que le as dedicado a nuestra tia "LA TIA CONCHA"
gracias de corazon

Administrador dijo...


Era de justicia contar todo eso de Concha. ¡Gracias por tu mensaje, que he visto de casualidad en Facebook.