martes, 21 de diciembre de 2010

LA TIENDA DE JUANITO.

Empecé un día queriéndola describir. Escribí, como prólogo, pequeña semblanza de todos los comerciantes, de la Carballeda, asentados, desde el XIX, en este pueblo, como en Villamayor, en Zamora,.. sin perder su vinculación con Muelas, con Donadillo, los Prieto, Lozano, de Prada, Santiago.

Juanito y su antigua, peculiar, entrañable tienda, son los últimos. Es un vestigio de otros tiempos. Merece una glosa.

Entrar en ella me produce una mezcla de melancolía, de piedad, de ternura. Es la misma a la que iban mis padres, mis tíos, mis abuelos, y tiene casi los mismos objetos: el mismo mostrador de madera de castaño, con la chapa, inteligible, clavada en el frontal, anuncio de “Leche Condensada La Lechera”. El mismo cajón donde guarda billetes y monedas, el cuaderno del “te lo quedo a deber”. ¡Cuántos necesitados apuntes fallidos habrá en él!. La misma báscula de pesas. El mismo fraile sobre la puerta que indica si va a llover. El mismo tendal del que penden, creo, las mismas gorras, camisas de cuadros, matamoscas, coladeras, parrillas de asar, etc. Y, sobre todo el mismo olor, mezcla de humillo, cuando pega mal el aire, siempre, mezclado con el agradable olor a tripa curada, pimentón, especias,…

Entro. -¡”Juanito”!.

Si no está despachando, anda siempre por dentro, en la cocina, comedor, sala de estar del fondo, atisbando las humosas lumbre o estufa, preparando la comida. Una puerta castellana, renegrida, siempre abierta, (desvencijada, no cierra) comunica ambas oscuras estancias, apenas iluminadas por la poca luz que deja pasar, allá al fondo, la ventana que da al corral, y la puerta cristalera de quita y pon de la calle.

Da la luz de la bombilla de 25 bujías, bajo pantalla de indefinido color, pendientes de antiguo cable retorcido, y se alumbran, con nostálgica luz de restricciones, las viejas estanterías, que, hasta el techo, recubren las paredes, repletas de cajas donde se guardan todo tipo de hilos, en ovillos, carretes; cintas, puntillas, tuercas, tornillos…., botellas,..

En el rincón de a mano izquierda, según se entra, hay, todavía, cachas, zoletas, palas, hoces, mangos de guadaña,.. El carretillo, si no llueve, lo saca a la calle. A mano derecha de la entrada, rollos de goma, regaderas, alambre, mallas de plástico.
Le suelo comprar alguna latilla de conserva. Eso lo tiene en la aún más lóbrega estancia de la izquierda, traspasando la maciza, cuadriculada, caída, ennegrecida,. puertucha conventual.

Hacía el medio de la sala, un poco a la izquierda, hay una robusta y alargada mesa, a la que apenas si se le ven las gruesas patas, rodeada en el suelo, de saquillos, y atiborrada encima de objetos de toda clase y condición, por ej.: estante lleno de bobinas de hilos de todos los colores, cajas de zapatillas, botas, calcetines ¡Yo que sé!.

Por allí, en el suelo, andan los sacos: el de las nueces, el de los cacahuetes, el de la sal gorda, las pipas, arroz, azúcar, pimentón,…

Alguna vez le compro conchilla “pa” las gallinas; este otoño una “ceranda” “pa” la grana de la alfalfa. Coge la llave, sale a la calle y abre el bodegón contiguo, al que se desciende por tres irregulares escaleras de piedra. Antes ahí tenía un carral con vino, y siempre herramientas y lo que más abulta: rollos de tela metálica, mangos, rejas, purrideras, cribos…piedras de sal “pa” las ovejas, el azufre,...

En el escaso hueco en la pared de la izquierda, pegado en viejo calendario, el taco con las hojas de los días del año, el “Zaragozano”, estampas antiguas…
Cuando entro en el verano recuerdo las redes de acarrear, las de la paja, bieldos, tornaderas… Recuerdo que ahí vi, por última vez a la “señá Petrón”, que me dijo: -“Chiguito, (tendría más de cincuenta) ¿de quién eres?. -¡De los Modroños!. -¡Mira que no conocerte. ¿Qué tal tu tía?.

Otro día a Clara, “La Contreras”, que le regateaba a Juanito las 2’50 que le pedía por poner un parche laña a una cazuela de porcelana. En los últimos tiempos, por las tardes, Perre era el compañero fijo.

Juanito está resistiendo los embates de la modernidad. Tenemos en Villalpando una gran superficie, un DIA, y su gran ferretería, (aparte de la de Brillantina) menaje, bazar paralelos en otra gran nave, pero todavía, sobre todo a los mayores, él les vende ultramarinos y tornillos.

Los mondongos han descendido, pero algo de tripa, sal gorda, pimentón vende cada año. Y, sobre todo, hay un producto que sólo él puede vender: el bacalao. ¡A ver quién, si no trocea las grandes bacaladas con centenaria cuchilla..?. Resmas le descargan con frecuencia.

Mi sobrino Félix la ha fotografiado con la máquina de retratar, yo ahora lo intento con la palabra. Juanito y su tienda se lo merecen. ¿Qué le importa que ZP prorrogue la edad de jubilación a los 67?. A él ya no le afecta. Me da que ahí va a seguir, mientras la catarata, por culpa del “azúcar” en la sangre, no le tape del todo el ojo, hasta que vaya al cielo, que, si no lo hubiera, habría que inventarlo para tan santa y buena persona.

Pienso que esa tienda reliquia habría que mantenerla, tal cual. Tiene tanto sabor, es tanta seña de identidad villalpandina como la puerta de villa. Podría, debería tener atractivo turístico.

7 comentarios:

MADOLOK dijo...

Me encanta leer los comentarios que haces sobre la tienda de Juanito, creo que ya te lo comenté alguna vez.
Intentaré ver esas fotos de Felix, pues siempre me ha parecido algo que me une a la niñez, como el único cordon umbilical que nos une a lo que ya perdimos.
Aprovecho para felicitarte a ti y a tu familia estas Fiestas Navideñas.

Anónimo dijo...

Magnífico relato. Recuerda en su estilo al siempre recordado Miguel Delibes.

Antonio-Isidro de Caso Crespo (carrisio) dijo...

Que bonito y que romántico, que ante todo te diriges a la imaginación, dispones de un vocabulario muy rico.

Tus sueños de nostalgia se adornan con tintes de un brillo que no se puede superar.

Los elogios a lo romántico despiertan en ti una nostalgia infinita.

Gracias amigo Agapito

Agapito dijo...

¡Muchas gracias Madolok!: Te recomiendo que cuando vengas a Villalpando te pases por esa tienda a saborearla.

Transmite mi felicitación a tus padres, a tus hijas.

Un abrazo.

Agapito dijo...

¡Gracias también al del elogioso comentario!. ¡Qué honor que a alguien le haga recordar a D. Miguel. Él y Azorín son mis principales modelos. Más remotamente Blasco Ibañez, Palacios Valdés, Pereda, Concha Espina; todos los del "noventa y ocho" y los costumbristas del XIX,XX.

Agapito dijo...

Amigo Carrisio. ¡Cierto! La tienda de Juanito, sobre todo por la noche, tiene un halo de romanticismo. Esa atmósfera, ese ambiente es lo que intento captar en el relato.

Anoche, para refrescar el recuerdo, fui a por unos caramelos de menta, que pesó y me envolvió en papel de periódico.

Salgo de casa, por "Los Corralones", me espeto con el dificio "Peralta", y recuerdo la puerta trasera de Luis Mazo, pintada de marrón y amarillo, la tenada encima, el pajar a un lado, el cabañal al otro. Al dar la vuelta recuerdo su casa "modernista", de grandes ventanas. En la del chaflán, mirando a "Las Angustias", cuando yo volvía del campo con el tractorico, él sentado con "Muralla" y Paquito Morales.

Donde está ahora el bar del chico de Pedro Alarma, estaba el jardín.

En la otra esquina, donde estaba la panera de "El Conde", ahora el otro edificio "Peralta". De frente, donde la panera de la "señá" Petra, la tienda de Biri. En la casa de "Manolé", donde se criaron mis primos los Cimas Alonso, los de mi tio Bercario, los electrodomésticos de "Cachu". Los seguros del citado Pedro, la panadería de Ivan. Todo distinto, todo cambiado, todo con mucha luz.

Pero ahí siguen igual, igual, con su mortecina bombilla y el papel de estraza, la tienda y Juanito. Me llenan de evocaciones, de nostalgias.

¡Gracias amigo!. Tengo que buscar un ratico para una visita a la Residencia. A tu madre.

Un saludo.

Anónimo dijo...

El artículo es "soberbio" y de una claridad descriptiva más que fotográfica.
Muchisisma gracias por despertar en mí estos sentimientos y conseguir emocionarme de forma tan elevada.
Un fuerte abrazo