viernes, 16 de julio de 2010

¡POBRE PRISTILO!.

Como a los lectores de La Voz de Benavente les ha diverto, cuelgo un episodio villalpandino.

¡POBRE PRISTILO!.

Sería a finales de los cuarenta. En casa de “Saponte” empezaban a subsistir. Las muchachas, así que iban valiendo, se colocaban de “rollas”, luego de criadas. El muchacho mayor, que salió liberal y desenvuelto en el trabajo, después de ganar la primera soldada, se quedó de lagarero y sementerero “pa” el mismo amo. Al febrero siguiente ya se ajustó de “mozo de año”. El pequeño, Pristilo, ayudaba a su padre. Carreteaban, de Zamora con las dos mulicas, cada quince días el suministro “pa el Auxilio Social”. En la capital, cada uno iba a hacer sus “encargos”. Un día, padre e hijo, se encontraron en el “Barrio de la Lana”.

Montaron labranza, con tierras de “El Raso”. Después de apartar “pa la ración” y “pa sembrar”, todavía llevaban unos costales a “La Comarcal”. Además de gallinas y conejos, cebaban dos marranos.

Cogieron, “a medias”, los majuelos de la señá Petra, y arrendaron la bodega a “Caitanines”. Aquel año habían “llenao” la cuba de 300 cántaros. varios carrales y dos garrafones de ponche, cogiendo el mosto, cuando sale claro, en el primer “prensao” del pie, y mezclado con el aguardiente que por el orujo les daba el tío Modroño, el aguardientero.

Debió ser por las Navidades. Las matanzas recién hechas, Pristilo y su amigo “El Rojo”, algún sábado por la tarde, mangaban dos chorizos de callos, un cacho pan, y, ¡pa la bodega!. Prendían, con unos palos de manojo, una hoguerica en la zarcera, asaban los chorizos al encallete que, con el pan de la hornada y el vino nuevo del primer carral que “espitaban”, les sabía a gloria.

¡Hete aquí!, que la Guardia Civil de ronda por el camino de las bodegas, olfatea el humillo del asado. Se asoman al cañón. Los de abajo notan la sombra.

-¿Quién anda ahí?.
-La Guardia Civil.
-Pues bajen ustedes a echar un trago.

Los cuatro muchachos confraternizaron, compartieron chofe, candeal y vinillo. De remate una copa de ponche y unos cantes.

Uno de los guardias se pasó con el “ponche”, tan dulzón, y la mangó. Al salir de la bodega se tambaleaba, tropezaba con las pasales, se daba con las paredes. ¡Qué peligro con el pistolón al cinto y el fusilote al hombro. Se le caía el charol, se enrataba con el capote,…

Serenos el otro guardia, Pristilo y “El Rojo”, se repartieron el trabajo. Al tercero le dieron el capote y el fusil, Pristilo y el número se echaron los brazos del beodo por encima de sus hombros. Así partió la comitiva hacia del puesto.

En uno de los traspiés perdió el guardia “mareado” su tricornio. “El Rojo” lo puso sobre la cabeza de Pristilo, ladeao, a lo chulo. De esa guisa los cuatro se presentaron en el Cuartel.

¡Qué cabreo agarró el Sargento!.

El “Rojo”, enseguida, con mucha respeto, entregó capote y fusil, pero, Pristilo, descuidado, seguía tocado del tricornio, mientras dicho comandante inquiría detalles.

-¡O sea!: que le han emborrachado ustedes, y además cachondeito con la prenda más sagrada del guardia civil,….

No le dio tiempo a destocarse. Una lluvia de sopapos le cayó encima.

¡Pobre Pristilo!. ¡Además de hacer una obra de caridad…..!.
-

2 comentarios:

Antonio Isidro Caso Crespo dijo...

Gracia por tu leyenda amigo Agapito.

Ha sido muy bonita, es una narración histórica popular que explica un fenómeno natural, cuentas una historia fantástica que pasó hace mucho tiempo, eres un gran historiador de mi pueblo,tus conocimientos anecdotas, refranes etc... de Villalpando contigo, no quedarán en el olvido.

Antonio-Isidro Caso Crespo

Agapito dijo...

¡Gracias A-Isidro una vez más!.

La historia de Pristilo no es inventada. El núcleo del relato lo cuento como me lo contó el protagonista, que vive. Aquel día, mucho me reí.

Conozco otras muchas historias que no son publicables.

Los mensajes, las visitas, son mi sobrada recompensa. No necesito ningún reconocimiento oficial.

Un saludo.