-Ya haces días que no escribes, me dice un bloguero.
Cierto: Me ha dado pereza. Es más cómodo, sentado en el jardín, leer; regar el huerto, llegarme a Villamayor o Quintanilla en la bici, hacer algún recado; salir a la plaza, o al Arte; ver tan interesantes podcast en YouToube, o alguna película.
De política, después de tanta crítica al Sánchez, incluso en el libro recién publicado, sale lo de Montoro. ¡Quita ya, hombre!
Como estamos en verano, es momento de vacacionar los asuntos importantes, que nos afectan. Por eso, me decido a publicar una biografía, unos hechos divertidos, incluso ligeramente licenciosos.
Puede que este relato posea cierta erótica. Podríamos calificarlo para mayores cuya libido esté en franca disminución. Jóvenes no entran en este blog. Además, anda que no tienen acceso a videos de coyunda, anda que no están hiper sexualizados. Saben que desapruebo la promiscuidad sin fines procreativos, causa del invierno demográfico que lleva al lento suicidio de las sociedades occidentales. Pero a los y las mayores, sobre todo si están desparejados, que ya han cumplido con su fidelidad a la pareja, que han procreado, no les viene del todo mal un poco de literatura erótica. Pues allá vamos:
GÉNESIS DE "LA CUCA". Primera parte.
Yegüeja pequeña y reponchuda, se la compró mi tío a unos tratantes de Benavente.
–“¡Señó Davi!: si es mu manso el animalico; se monte usté”. Le cincharon una manta, se montó, y ni un ruido. ¡Claro!: le habían llenado la barriga de amapolas, primas carnales de la otra papaverácea somníferum, la del opio. (Si la tía “Melona” se colocaba con una infusión de capullos y manzanillas. Para disimular cantaba: “Cigüeña berreña, la casa se te quema, los hijos se te van para Villamayor,…”). Lo malo fue al día siguiente, cuando se le pasó el efecto.
Indagando supimos que procedía de los Domínguez de Cotanes. Pequeñaja y desmedrada, la querían tener de burra, pero eran tales sus mañas y picardías que no podían con ella.
En la poda y el alumbre de los majuelos, como no hubiera un árbol cercano, cuando el cavador o podador se alejaba hasta el extremo del lineo, ella se las arreglaba para escaparse, llenar la barriga en cualquier sembrao, y volver pa casa. Al llegar a las traseras, llamaba con la pata delantera.
Mira que le ponían siempre cebada con la paja, en la cebadera, de la que se desprendía de dos cabezazos, pues a ella le gustaba mucho más el verde. Con la misma facilidad, a mordiscos, se desentrababa. La única forma segura de sujetarla era atándole la cadena de un tiro, por encima del casco, a un árbol.
Era sorprendente su habilidad para abrir cualquier puerta detrás de la que hubiera comida, sobre todo si eran salvaos o maquila pa los marranos. Yo la vi girar con los dientes el llavón de la panera. Lo de montarla se pareció a un rodeo.
-”Mira aguardientero, le dijo el Domínguez mayor, -si es que nosotros ya no podíamos con ella. Nos había cogido las sobaqueras. Un día, a mi hermano, echó a correr, pegó el salto carnero, salió por las orejas, y se le rompió un brazo. Sólo obedece a la vara, a uno joven y, cuando está muy brava, llevarla al rifón, pero en Cotanes no tenemos Parada”.
Con tales antecedentes, entre mi tío y yo, con la vara de fresno, la fuimos amansando. Y, cuando era buena, le dábamos un puñico de alfalfa.
Cuando nos la pedían para el “Domingo Tortillero” o para ir a por uvas, siempre les advertíamos: -“Que se note no le tenéis miedo”. Rara vez volvían con ella a casa.
Vino con nosotros, unos días, un pariente asturiano; muchacho de largas patas que abrazaban la barriga de la yegüeja. Como no conseguía descabalgarlo, se metió en la laguna de Torroyo, que es honda, y se echó, de forma que solo asomaba la cabeza con el pescuezo estirado. ¡Menos mal que el asturiano sabía nadar!
Todo ese comportamiento, como el de los humanos, tiene su explicación en los genes. Veamos.
Como casi todos los años, cuando brotaban las cunetas y las eras, iban llegando, desde más abajo, a los pueblos del adobe, los titiriteros. A unos le llamábamos húngaros, a otros zíngaros, para distinguirlos de los buhoneros quincalleros (“Cruzan por Tierra de Campos,/ desde Zamora a Palencia / que dicen Tierra de Campos / lo que son campos de tierra”).
Por camino, desde Cabreros, se vio llegar el carromato: dos mulas viejas, flacas y llenas de mataduras mal lo arrastraban; en el pescante el patriarca, dentro la numerosa familia de artistas; en la baca, los palos, las sogas y las argollas del trapecio; un ventanuco a cada lado, una chimenea en el techo..; detrás, a pie, la cabra que subía y bajaba por empinados peldaños al reducido templete, y el domesticado poni entero, cuyas cabriolas encantaban a los aldeanos.
Eran los alcaldes permisivos con estos trapecistas, payasos y músicos ambulantes. Aparcaban al abrigo del juego de pelota; recorrían el pueblo, anunciando, a tamboril y corneta la “gran función”; consentían que su ganado pastase por las eras.
Tenían los Domínguez, como casi todos los labradores de par de mulas, una de vida regalona yegüona de vientre. Sólo, y si había apuro, la enganchaban en la trilla. Si, descansada, retozaba, allá ella: “Yegüa que por su gusto trota, no aborta”.
Por abril, de recién parida, la estacaban con mucha soga, en “la reñal” sembrada de centeno, pa que, con el verde, le viniese el celo. Y le vino.
Al poni de los titiriteros le llegó el fato de las feromonas de la yegüa salida que le alteró la testosterona sin estrenar. Con un trotecillo cochinero se fue acercando. Seductor comenzó el olisqueo, a restregar su lomo por la panza de la yegüona que mascullaba espuma.
Su erección alcanzaba el suelo; la hembra espatarracada. con el rabo levantado, se ofrecía lujuriosa, pero, por más entrenamiento de cabriolas, el caballejo no alcanzaba.
Entre la reñal y la era había un linderón, al que la hembra reculó la ansiosa; el macho aprovechó el desnivel, pegó un brinco y, enchufando, prácticamente cabalgó a la hembra. El tío, sin prisa, como si tuviera práctica, fue generoso. Su miembrecillo exploraba la enorme cavidad, se lo hizo desear, hasta que dio con el punto G.
En la mutua eyaculación los relinchos gozosos de ambos se oyeron en el contorno.
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