sábado, 29 de julio de 2023

POR LA PAZ Y LA CONCORDIA.

 


                 SÁNCHEZ, FEIJÓO o  VICEVERSA: PACTEN, POR FAVOR.

Echemos un vistazo al mapa electoral: en catorce, de las diecisiete comunidades, ha ganado el PP y es mayoría absoluta junto a VOX; han empatado en Extremadura. El PSOE lo ha hecho en Cataluña, 19 diputados, 7 más que en 2.019, única comunidad en que junto a Sumar, 7 diputados, obtiene mayoría, y en las Vascongadas, 5 diputados, 1 más que en 2019, empatado a PNV y Bildu. 1 Sumar, por lo tanto no mayoría.

El PP ha pasado de 89 diputados en 2.019 a 137 ahora. Ha aumentado su número de diputados en la mayoría de las provincias. De los 121 diputados conseguidos por Pedro Sánchez, 24, una quinta parte, lo son de entre Cataluña e Euskadi. Ambas comunidades suman 9,780 millones de habitantes, frente a los 48 millones de toda España. El 20% del total poblacional. En cuanto a territorio (Euskadi tiene menos que la provincia de Zamora), 39.000 de Km2, frente a los 506.000 Km2 de toda España (cito de memoria y en  números redondos), menos del 8 % del total nacional.

En estas dos comunidades, ricas y pobladas, (en parte debido al trato de favor, incluido del franquismo, que siempre han recibido) existe un fuerte sentimiento nacionalista (aunque los independentistas no son mayoría). Existe odio a lo español, y, por ende, al PP, y no digamos a VOX (partido surgido como reacción a los radicalismos de izquierdas y separatistas). La reacción a ese odio, incluso miedo, diría yo, en Cataluña, ha sido el voto útil al PSOE, para frenar a las “derechas”. Mérito de Sánchez ha sido desinflar en Cataluña el globo independentista, que ha perdido un millón de votos.

Resumiendo mucho: si Pedro Sánchez repite como presidente del gobierno de España, será con los votos, además de los suyos, de quienes odian a España, incluidos los simpatizantes del terror,  que impondrán su voluntad sobre una inmensa mayoría de españoles (incluidos votantes moderados del PSOE). Mal asunto: la crispación regional y poblacional está servida. Las “derechas” no se van a callar. Y si nos hacen volver a votar creo la reacción debería ser, no ir, abstenernos. Además los resultados iban a ser parecidos.

Si leen mi entrada del día 24 por la mañana, así que supe el resultado, miren que vi la solución en un gobierno de pacto, entre lo más moderado de las izquierdas e igual de las derechas. Ahora, socialistas históricos y honrados, (Nicolás Redondo, Rodríguez de la Borbolla...) están diciendo lo mismo.

Las políticas sociales y económicas del socialistas y populares son muy parecidas; también el modelo de nación. Un gran bloque centrista abordaría un cambio constitucional, en el que se debería vetar a partidos que no hayan condenado el terrorismo, a los que aboguen por el independentismo; a los totalitarios…

Ya sé que la crispación actual en nada se parece a la de hace 90, y más,  años, cuando la pobreza, el atraso y la injusticia campaban por doquier. Entonces, si los moderados centristas y de izquierdas y derechas, (Azaña, Besteiro, Indalecio Prieto; Marcelino Domingo, Álvaro Albornoz, Galarza, Lerroux (aunque era un vividor); don Niceto Alcalá, Miguel Maura, Gil Robles…) hubieran llegado a un acuerdo de gobierno para las imprescindibles reformas que la nación necesitaba, se hubiera evitado la guerra civil.

 

Volviendo a insistir en lo de “quien ve su villa, ve Sevilla”, les copio la intervención en un pleno de la Diputación Provincial de Zamora, durante la II República, del Diputado socialista por los distritos de Toro y Villalpando, donde el paro obrero y el hambre hacían estragos, de mi querido esquilador, a quien no me cansó de citar, Antonio García Sacristán: -“Son los hacendados del pueblo los que deben contribuir, gravando sus imposiciones territoriales e industriales para ayudar a los que menos tienen”; “no es cuestión política, sino económica, demostrándolo el Ayuntamiento de Villalpando que, constituido en su mayoría por monárquicos, reconoce que los desheredados de la fortuna necesitan protección para no morir de hambre, y no pudiéndosela prestar el Estado, ni la Diputación, deben contribuir los que tienen riqueza, gravando ésta con la décima que atenúe la situación angustiosa”.

 

Transcribo otro párrafo: “Con la décima haremos que contribuyan los hacendados forasteros, que después de esquilmar a los arrendatarios y llevar sus rentas saneadas a las ciudades, obligan con su actitud a que los modestos labradores, e incluso medianos, no puedan resistir un recargo sobre la contribución por carecer de ingresos”.

 

¡Qué elocuencia la del señor Antonio! (lo recuerdo, cuando niño, esquilando a la Pastora y al Castillo, algún domingo por la mañana, en una casa de confianza, para no perder el jornal en las viñas), con pocos trazos bosqueja la situación: los monárquicos, pequeños y medianos labradores esquilmados por los hacendados forasteros (la dehesa del Conde de Superunda, el Monte de las Pajas, las tierras buenas de “abajo” propiedad de los Nájera, Maroto, Láncara, “Huesines”...; los jornaleros hambrientos. Ni siquiera se mete con las tres o cuatro casas de labranza grandes, de señoritos por aquel entonces, “la Viuda”, Luis Mazo, Paco Morales y las Gallegas; los de las otras dos labranzas grandes, Resgones y “Chicharros”, tiraban de mancera, no eran “señoritos”).

 

Estos pequeños y medianos labradores, simpatizantes del Partido Agrario y de Acción Popular (luego CEDA), aunque tuvieran dos cachos de tierra y fueran a misa (por eso eran de derechas, la cuestión religiosa también crispó mucho), debieron hacer causa común con el sector más moderado del PSOE, y con los otros partidos de centro izquierda. Un bloque reformista, moderado, democrático, apartado de los extremos: comunistas y anarquistas por la izquierda y terratenientes (muy pocos)  por la derecha.

 

Aunque la crispación de ahora no sea la de entonces (mucho bla, bla, blá en redes sociales), mejor evitarla; mejor aprender de lo que se debió hacer, y no se hizo, cuando la II República.

 

 

 

              

 

              

 

 

 


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