EL HABLA DE ANTES.
“En
cuanti que me peta”, saco a colación los dichos de antes. Sé que llevo las de
perder, que preciosidades como orear,
yera, renacero, riebla, holgantío, están siendo barridas por “quad”, “spa”,
“e-mail”, spot, blog, megas,....., pero al menos los entrañables vocablos quedarán en
mis relatos, y en compendios de los estudiosos, como el realizado por el
filólogo Luciano López Gutierrez,
“Vocabulario de la Tierra
de Campos Zamorana”, doscientas y pico voces, autorizadas por servidor en tanto
por ciento muy elevado.
Además
es que muchas veces no encuentro la forma mejor de expresarme para nombrar o adjetivar a personas y situaciones.
Por
ejemplo: Una de mis hijas (la otra tiene un jato que come de todo) y nuera
gastan muchas contemplaciones en dar de comer a sus hijos: no les gusta esto,
no les gusta lo otro. ¡Años cuarenta y primeros cincuenta les daba, y ya
verían!. (¡qué delicia un rebojico huntado con el cacho de tocino, sobrante de
la comida, que nos daba la abuela!). Con aquellos tan presente a veces me
cabreo y les digo: -¡andanda!, ¡deja
de cloquear tanto el crío, que mucha
hambre no tendrá!. Procede de la actitud de la clueca, con sus polluelos, si
bien éstos, cuando les llama, no desprecian la lombriz que les ofrece.
¡Sustantivos
que nombraban tantos utensilios desaparecidos, (aparvador, bieldo, tornadera, sisa, carral, pipa, pejos, trillo,
collera, retranca, tentemezo, escriño, troje, barril, trébede,.....)
adjetivos llenos de matices, (entortumido,
descontrabillao, abentón, abrebocas, alabanero, cereño, cochero, danzante)
verbos que indicaban tantas faenas......!(atropar,
acarrear, abantarse, acerandar , enratarse, esfardar, esturarse); interjecciones
propias de cada pueblo: los de Villalpando empleamos mucho el ¡arrea!, los de
Cerecinos, ¡madre, madre!, los de Toro ¡to!, creo que en Benavente nació lo “de
p. madre”, algo mucho más moderno.
Otras
interjecciones eran de suma utilidad en el trato con el ganado: los conocidos ¡arre! y ¡so!. Los burros obedecían
mucho mejor la segunda orden. El chasquido ch,ch,ch
para animarles a caminar más de prisa. La orden al perro para que se marche; ¡chito!, y al gato, ¡sape!, a las gallinas ¡os!. Para llamar al perro, ¡toba, toba ca!, al esquivo gato había
que decirle; ¡mis, mis, mis!, muy suave,
y a las gallinas, ¡tes, tes, tes! o
pita, pita pita!, haciendo sonar el grano en la lata.
En las
costumbres y relaciones de pareja, que tanto han cambiado, antes las
situaciones estaban muy claras: cuando un muchacho pretendía a una moza, se
decía: fulanito anda detrás de
fulana. Cuando ya le hacía caso, se decía: fulanito habla con fulana. Como si no había boda no había coyunda, el
mocerío se casaba joven. Entonces fulanito y fulanita estaban casados con amonestaciones, sacramento y pa to la vida. Durante la republica hubo matrimonios civiles, incluso,
los más atrevidos, vivían juntos sin casorio, en reivindicación de su
izquierdismo, y para escándalo y provocación de la puritana derecha. En ese
caso se decía que fulanito y menganita estaban
amontonados.
Entonces los
estados civiles del hombre y mujer eran escasos, solteros, casados, viudos,
cura, monja, y ¡se acabó!.
Ahora además
de aquellos, salvo curas, frailes y monjas, que ya, por desgracia, casi no quedan, hay casados por la iglesia, por lo civil, separados, divorciados, juntados, vueltos a
separar, vueltos a juntar, compañeros, parejas de hecho, y de deshecho,.etc..... Me pierdo:
cuando un conocido me presenta a su parienta, no me atrevo a preguntar porque
no sé si es su mujer, su novia, su compañera, su pareja, la que fue su mujer,
la que vive con su hijo, con su hermano,...... y al revés, respectivamente.
¡Bueno!, que me
espera mi mujer, la de to la vida, pa ir
a encetar al melonar. Luego me ha dicho que mate un pollo que anda un poco mantudo, antes de que se
ponga más entortumido.
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