jueves, 23 de junio de 2011

LAS FERIAS DE LA MADERA.

En el límite entre la primavera alta y el verano, cogidas ya las algarrobas, las cebadas ‘pa’ segarse, los trigos cereños, esquiladas las ovejas, llegaban todos los años las ‘Ferias y Fiestas de la Madera’.

A los niños de antes, deseosos de tantas cosas, este acontecimiento anual nos llenaba de alegría. Su preludio, la llegada de ‘las barcas’, de unos toresanos inolvidables. Ellos, con barcas y caseta, los primeros en acudir. Nunca faltaban: -"¡qué ya han venido las barcas!". Todos los muchachos corríamos a la plaza.

En aquella sociedad rural de labrantines estas ferias cubrían una necesidad. Antes de la mecanización, de la masiva emigración en los años 60, vivíamos muchos en los pueblos, arando, sembrando, trillando, ordeñando. En esos días, vísperas de la recolección, era cuando se compraban los aperos, los útiles que se habían de reponer.

Por eso venían, en sus carros o pequeñas camionetas, los trilleros de Cantalejo: trillos de gruesas tablas de pino, encorvadas en la parte delantera, olorosas a resina, con sus incrustadas y cortantes piedrecitas, esquirlas de duro pedernal.

De la próxima montaña leonesa llegaban las tornaderas, rastros, rastrillos, bieldos, bieldas, vigas, puertas, machones, pequeñas mesas de cajón y taburetes.

La Plaza Mayor se convertía en un zoco: los toresanos con las guindas garrafales y los primeros perucos. Puestos de venta de ajos, hoces, guadañas, redes para los armajes de acarrear y de la paja, sogas, trallas, cachas, varas de fresno..

Los carreteros sacaban a exposición el cantarín, reluciente, colorido carro recién terminado. Los guarnicioneros sus lustrosos y claveteados arreos.

Venían los retratistas. ¿Quién, de sesenta para arriba, no tiene una foto, infantil o juvenil, montado en el caballo de cartón con aquel decorado versallesco al fondo?, o vestido de ‘Charro Mejicano’ o ‘Sevillana’ de sobados atuendos?. ¿Quién no posó temeroso, ante aquellas cajas de madera, tras de las que bajo paño negro se escondía el retratista. montadas sobre un trípode, esperando a que saliera el pajarito?.

So los soportales del Ayuntamiento se instalaban los puestos de baratijas, repletos de brillante bisutería, de sombreros de paja, chiflas, confetis,…

¡Las casetas de tiro al blanco!: humildes feriantes de la legua de manoseadas y descentradas escopetas; las tómbolas en que los charlatanes organizaban subasta de papeletas para la rifa de la “cachaba” gigante de caramelo, que le solía tocar a Amosín.

En la mañana del 21 había feria de ganados; ¡las mejores mulas, a las cuerdas!: tratantes, gitanos, labradores, curiosos, muchachos; chalaneo, pruebas, trotecitos. La mejor feria del año para comprar o vender la mula o macho necesarios para segar, acarrear, trillar, llevar el trigo a la panera, a la ‘comarcal’.

¡Ferias y fiestas!: lo mercantil por la mañana, lo lúdico por la tarde y noche: la novillada dentro del viejo castillo, en aquella peculiar placita de toros. Sesiones de baile con orquesta: en la de los ‘señoritos’ en el cine, incluso alguna vez traían ‘animadora’. Sesión vermú antes de comer; de tarde-noche, antes de cenar en la ‘pista de Torti’ y en el salón teatro de ‘Los Mantecas’. Aquí acabado el baile, se instalaban las butacas para la sesión de teatro de después de cenar, de doce a dos de la madrugada, altísima hora en aquellos tiempos. En la frontera entre los cincuenta-sesenta, la compañía habitual de comedias, la vallisoletana de Ángel Velasco, en la que debutó una jovencísima actriz, ‘Lola Herrera’.

Una vistosa colección de fuegos artificiales cerraba la fiesta en la noche del 22. Los feriantes recogían los bártulos. La tristeza nos invadía. Además, al poco rato, nos esperaba el carro, el traqueteo intentando sobre él dormir, la hoz, la sed, los tábanos, la solina.

Aquellas ferias desaparecieron con la sociedad de que eran hijas, pero las hemos recuperado, actualizándolas. La plaza se ha vuelto a llenar de puestos, de vida, color, de esperanza.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este artículo, como tantísimos otros, me ha encantado. Cuantos momentos felices es capaz de evocar.
Le felicito de verdad. Soy un fiel seguidor del blog y en mi opinión, no es halago, es todo un lujo para Villalpando y sus gentes contar con un cronista como Vd. Un abrazo de corazón.

Agapito dijo...

¡Gracias a usted!. Estos testimonios me animan a seguir. ¡Muchas gracias!.