Sigo contándoles mis orígenes, mis antecedentes familiares.
Los Modroños, ya antes de la guerra, habían conseguido comprar la vieja casa del abuelo, Pedro Chimeno, en calle Silera. Todo a base de trabajo. No sólo sacar, transportar, destilar madres y orujo, sino que también, en primavera, se abastecían de leña (cuando los llevaron a la guerra tuvo mi abuela que comprar tizos). Iban con el carro a la dehesa, y en el día, arrancaban de cuajo una encina y la troceaban.
Ya con la "fábrica" en este corral, tiraron la vieja casa del abuelo y construyeron una nueva, ésta. Unos pocos años después, ya lo recuerdo, compraron la casa lindero al Sr. David Curto, "el Burrero", donde está ahora el jardín y parte de la casa de Gracia; compraron el solar de los Corralones a los herederos de don Teodoro Núñez. En él, orilla al solar de la señá Petra, hoy de Jaime Rubio, levantaron, con tapial una cocina, cuadras y pajar. Todavía quedó un corral muy grande que llenaban de orujo destilado, de estiércol, de tizos,...
Compraron, a la viuda de don Félix Donadeu, "la Jabonera", un herrenal ("reñal") grande con mucha fachada a la carretera de Madrid, donde había existido un mesón, y que daba la vuelta por detrás de la casa y huerto de la "Botera" y la del Sr. Andrés, el molinero, hasta Berrabueyes. En ese solar había habido, en un local grande, una fábrica de jabón. En el lindero con lo que hoy es el parque "Padre Leoncio", había don Félix empezado a construir un local grande para ampliar la fábrica de jabón.
Este Donadeu era un francés muy emprendedor. Aquí compró la fábrica de la luz, en el molino de Conejo, que abastecía al pueblo. Tenía almazaras en la Mancha. Un infarto se lo llevó prematuramente; con solo dos niñas, todos los proyectos se truncaron.
Mi padre y mis tíos cavaron y encementaron cuatro enormes pilos para el orujo; construyeron dos casas de planta baja, una para nuestro padre, Mateo, y la otra para su hermano Antonio. Ésta, reparada, se conserva tal cual. En ella tía Lola pasó los últimos años de su larga vida. Ahora es propiedad, y la ocupa a temporadas, mi primo Goyo. La de Mateo, Pablo, mi hermano, la reconstruyó totalmente, levantando otra planta. En la parte del solar que da a Berrabueyes, mi hermana Ana María y Félix, su marido, construyeron una vivienda nueva.
Compraron también los Modroños, que fue muy sonado en el pueblo, los majuelos de doña María López, en los "Pinos de Quesada", y otros tres majuelos grandes por ahí. Se hicieron, en total con dieciocho hectáreas y media. Ahora nada, entonces bastante. Compraron también la bodega a Juan Pulido. Y, por desgracia, compraron "un camión", Chevrolet, un cacharro de tres mil kilos de carga, que les costó 100.000 pts., y formó parte del declive económico familiar, que, con mucho dolor, viví de pre adolescente.
Se empezaron a arrancar majuelos, en los pueblos de más, Cerecinos y Prado, empezaron todos los majueleros a vender las uvas a camiones que venían a la plaza. Empezó la competencia entre los aguardienteros al quedar mucho menos orujo. Llegó un momento, en que aquello no daba para vivir tres familias: la de mi padre, tío Antonio y la de la de mi abuela con los tíos solteros, Petra, David y servidor.
Se metieron a más labradores. Cambiaron, ¡qué error!, otra "reñal" que habían comprado, frente a las monjas, hoy casas y patios de Julio, "el pescadero" y Javi Núñez. a Nino Allende, padre de Milagros, por una tierra de siete cuartas, que casi lindaba con otras siete cuartas, en los "Quince Puentes", donde ya tenían una poza con noria y alfalfa. En la de "Nino" picaron otra poza y sembraron remolacha, (tú verás, media Ha.) que regaban con un motor de gasolina, "Piva". ¡Qué sudores! cada vez que a mi abuela le pedían los veinte duros para llenar, donde la Zaurila, el garrafón de gasólina, que traía yo a cuestas.
Omito más detalles porque son penosos. Cuando se murió mi abuela, un cuatro de noviembre, casi el mismo día que Sarita, de 1962, las tres familias repartieron y se separaron. Mi tío Antonio, Lola y sus hijos, emigraron a Madrid, a una portería, barrio Salamanca. A mi padre lo colocaron de guarda nocturno de las máquinas que habían venido a dragar el Valderaduey. Le regalaron un enorme chaquetón de cuero. ¡Cuánto frío no pasaría en aquella cuadra de conejo medio en ruinas..! A Pablo, mi hermano, antes de ir a la mili, le colocaron de ayudante de los maquinistas. El sueldico integro a mi madre... ¿Para qué les voy a seguir narrando más penurias?
Como cerró la otra "fábrica" de aguardiente que había en el pueblo, la de "Peterete", donde hoy está el chalet que construyó su difunto hijo, mi querido Jesús Boyano, "el policía", mi tío David muy enfermo, apenas si podía trabajar, como medio de subsistencia (entonces no había subsidios) siguió con los majuelos, la bodega y... ¡"la fábrica"! Todavía quedaba algo de orujo por los pueblos, cuando los labradores hacían vino para el gasto. Yo tenía 20 años, cuando empecé a sacar orujo de las bodegas, para sostener la casa.
Salí del parvulario de las Hermanas, a los ocho años, sabiendo ya leer, escribir y las "cuatro reglas". En la Escuela de Villa me metieron con más mayores. A una tía abuela modista, Candelas Modroño, que vino de "vacaciones" (aquí, siendo niño, cuando las vacas gordas, venían Modroños de Oviedo, Zamora, Barcelona, Madrid, cada poco), no se le ocurrió mejor idea para remendar mis pantalones de pana, que coser una culera, en vez de cuadrada, como la de todos, redonda. Más pequeño, el que se sabía todos los ríos ("el Duero nace en los Picos de Urbión, provincia de Soria, pasa por Soría, Aranda de Duero, Roa, Peñafiel, Tordesillas, Toro y Zamora..."), las cuentas, el Catecismo, y con una culera redonda..., ¡ya está!: ¡Culo balón! A darme pataditas. No podía jugar a dola, porque cuando "quedaba", me daban las petacas mucho más fuertes, por culo balón. Me río yo del "bulling", o como se diga, de ahora. Además tenía el tirador más bonito, porque el mango (que lo había hecho el tío que mataron en la guerra) era de alambre de grueso cobre dorado. Un amiguito un poco mayor, a quien recuerdo con mucho cariño, Marcial Gallego, me protegía.
Le dijo el maestro a mi padre que yo valía "pa estudiar". Y vino un fraile del Corazón de María de Zamora, para llevarme a estudiar, no para fraile, sino el bachillerato en el internado de pago. Cuando les dijo la cuota mensual, ¡imposible! Empezaba ya el declive del negocio.
Ya les iré contando, s.D.q., cómo fui haciendo para merecer el amor de aquella muchacha angelical.
Esa foto es del carnet de cuando me matriculé, como alumno libre, en la Escuela de Magisterio de Zamora.
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