jueves, 29 de agosto de 2013

CULTO ARTÍCULO DEL PROFESOR D. LUCIANO LÓPEZ GUTIÉRREZ.




SOBRE DICHOS Y PALABRAS.

AQUELLOS AGOSTOS.

Hubo un tiempo, inexorablemente perdido, de algarabía en las eras y bullicio en los rastrojos. Era costumbre por aquella época emplear la locución hacer el verano o hacer el agosto para aludir a las tareas de la recolección, al cumplimiento de un sueño ganado a pulso con afanes y faenas, y constantemente amenazado por las pertinaces sequías, las heladas negras que chamuscaban las mieses, o el temido pedrisco que tumbaba las espigas en sazón, pues ya se sabía, antes como ahora, que la simiente que se arrojaba al surco era como moneda a cara o cruz al viento lanzada.

Este mes de siegas, trillas y acarreos, cuyo nombre deriva del emperador romano Augusto, si no siempre generoso en la concesión de beneficios para los que se ganaban el pan con penas, sí ha servido, no obstante, de matriz para la creación de muy bellos vocablos en nuestro idioma como agostarse ‘marchitarse las plantas por el calor excesivo’, agostizo ‘desmedrado’, agostadero ‘lugar donde pastan los rebaños, que suele ser el rastrojo de las tierras recién cosechadas’, agostero ‘mozo contratado para las faenas de la recolección’…

Uno de los términos que brilla con luz propia en el rico y preciso vocabulario de los agricultores es bálago ‘mies segada’, palabra ya autorizada por los lexicógrafos clásicos, como Del Rosal (1601) o Covarrubias (1611), si bien con la acepción de ‘paja trillada o encañadura de los cereales con que se rellenan los jergones o las albardas’, por lo que los citados autores relacionan la voz con empalagar y empalagarse ‘estar ahíto por haber comido en exceso, en especial alimentos muy dulces’. Por otras zonas de España también aparecen palabras relacionadas con tan singular vocablo, todas ellas apuntando a una idea de amontonamiento como el asturiano balagar ‘montón grande de hierba que se guarda para sustento de las caballerías’ y el burgalés balaguero ‘montón alargado de grano’, y de hecho por estos lares se empleaba la forma desbalagar con el significado de ‘extender la mies que se ha amontonado en la era para preparar la trilla’.

Pues bien, al juntar las gavillas de cereal recién segado se formaba una morena, regionalismo propio del castellano solariego y del hablado en el antiguo reino de León y sus zonas de influencia y relacionado con una voz prerromana que se vincula al vasco muru ‘montón’.

Llegados a este punto, ya abocados a la tarea del acarreo, de trasportar las mieses a las eras, nos topamos con un apero, cuya denominación es característica de estos pagos. Me refiero a la purridera, horca con mango de madera rematada en varios dientes metálicos, que deriva del latín porrigere ‘aproximar, acercar’, y que explica que recibiera el nombre de purridor el labrador encargado de pinchar las gavillas y alcanzárselas al componedor, que desde arriba del vehículo tenía la difícil misión de colocar las espigas de tal manera, que, formando una barda, sobresaliesen de los armajes o complementos que se ponía a los carros.

No obstante, los rastrojos no se convertían en desiertos amarillos después del acarreo de cada tierra, pues las estoicas y tempraneras respigadoras recorrían, pacientes y bulliciosas, los hirsutos pajonales en busca de una menguada cosecha ganada a expensas de doblar muchas veces el espinazo, que luego majaban con un mazo o mayal para separar la paja del grano. ¡Y cómo han cambiado los tiempos! Siempre tenían mucho cuidado estas buenas mujeres, sucesoras de la bíblica Ruth, de cubrirse con pañuelos para evitar los rigores del sol, pues no se consideraba de buen tono la piel retostada, precisamente porque delataba que no pertenecían a los grupos privilegiados, ya que se veían obligadas a trabajar en el campo para subsistir, cosa que llevaron al extremo nuestras damas del Siglo de Oro, de tal manera que llegaron a ingerir barro, concretamente el de unos búcaros de arcilla importados de Portugal, con objeto de provocarse las famosas opilaciones, que desembocaban en una anemia aguda que volvía su tez descolorida y macilenta.

Y el acarreo terminaba en Tierra de Campos, por lo menos hasta los primeros años de posguerra, con una ceremonia de remotos orígenes, la manada, que consistía en celebrar el último viaje a la era hundiendo encima de la techumbre del carro una purridera con los guijos hacia arriba en la que se clavaba una manada de espigas o una chaqueta vieja rellena de mieses. Dicha ceremonia tiene sus precedentes en el Siglo de Oro, en el que recibía el nombre de mansiega, con el que se aludía a un cántico regocijado que entonaban los segadores, y a una cruz elaborada con tres haces que ofrecían a la Virgen o colocaban en casa de sus patronos hasta la próxima recolección, lo que parece una cristianización de las licenciosas fiestas de cosecha de la antigua Roma, y un eco de vetustas creencias según las cuales el espíritu del cereal iba huyendo a medida que se segaba y se escondía en las últimas mieses, por lo que sus espigas se reservaban para dárselas de comida al ganado, con objeto de preservarlo de enfermedades, y para simiente del año venidero.

Y tras los fatigosos días de trilla y de ir engrosando poco a poco la parva, llegaba el momento de las limpias, de separar el grano, de la paja, de la tierra y de la pusla (cascarillas del cereal), y para ello se empleaban dos aperos de curiosa etimología: el bieldo y la bielda (especialmente usada para arrojar la paja por el bocarón de los pajares). Pues bien, dichos vocablos están vinculados al antiguo y clásico verbo beldar ‘aventar’, que probablemente procede de ventilare ‘lanzar algo al viento’, como denotan las variantes biendro y biendo registradas en Salamanca y León y más cercanas al étimo latino. Son muchas más los términos curiosos que todavía salpican las conversaciones de nuestros veteranos agricultores, pero no puedo extenderme más, así que los interesados en estas palabras de ilustre abolengo pueden consultar el libro “Esbozo para un vocabulario de la Tierra de Campos zamorana”, o entrar en el blog “Sobre Villalpando y Comarca”, en cuyas páginas muchas de estas queridas voces han encontrado protección y amparo.



5 comentarios:

M.B. dijo...

Para cuando tu libro Luciano, el otro día me comento el editor que estaría en breve.
Un abrazo
Marco

Anónimo dijo...

Querido Marco:Si por el editor y por mí fuera, ya habría salido, pero, al estar implicada la Fundación, las cosas de palacio van despacio.
Te busqué por las fiestas para charlar un rato contigo, pero no te vi por la plaza. ¿Estuviste en el pueblo o andabas por Ciudad Rodrigo?
Ya habrá ocasión para esa charla.
Entre tanto, recibe un abrazo.
Gracias, amigo Agapito, por dar publicidad en tu blog a mi articulillo,en el que aparecen palabras para ti tan queridas y que conoces tan requetebién.
Luciano

M.B. dijo...

Esta mañana ha estado el editor a traerme unas cosas a la librería, y me ha comentado que tardara un par de meses, ya que esta la fundación Delibes implicada, voy a solicitar para la librería ejemplares de tu primer libro ya que me parece muy interesante conocer el pensamiento de las gentes del Medievo, sus miedos y sus fobias. El titulo es muy sugerente.


PORTENTOS Y PRODIGIOS DEL SIGLO DE ORO
LUCIANO LOPEZ GUTIERREZ , NOWTILUS, 2012
ISBN 9788499673202

En San Roque he estado tres días, lo he pasado genial, me hubiera gustado verte, he estado escuchando una entrevista que te hicieron en Extremadura y me ha encantado, me alegro por ti y los tuyos.
Como digo en ese conjunto de letras de” a un buen hombre”.Que nuestros hijos puedan estudiar la cosa se vuelve a poner difícil, pero como no debemos olvidar nuestro pasado hay que seguir luchando para que las personan inteligentes y con menos posibles puedan se seguir estudiando.
Cada año visito el valle de la Batuecas, ya que hay una laguna natural que es una pasada, y tiene un monasterio, que es como una luz dentro de ese inmenso bosque. Estoy deseando leer lo que cuentas de esta zona en tu libro.
Un abrazo
Marco, tu amigo de la niñez, y amigo hasta la senectud si es que llegamos.

Pablo Modroño dijo...

Para quellas personas que les puedan interesar los artículos magistrales de Luciano López, y por si no han tenido ocasión de leerlos, les detallo los últimos aparecidos en la Opinion:
25-7-2013. El fútbol, la Torre de Babel y la mitoligía.
29-7-2013. Los Toros.
18-8-2013. La Biblia en sorbos.
21-8-2013. Del Siglo de Oro a nuestro siglo de siglas,
Además del aquí publicado, Aquellos Agosto, del 19-8-2013.
Los podeis ver en la hemetoteca de la Opinión.
Os los recomiento. ¿Qué gozada de lenguaje!
Saludos.
Pablo Modroño

Anónimo dijo...

Querido Marco, muchas gracias. Me alegra que te declares admirador de Las Batuecas, ya sabes que la Iglesia tiene buen cuidado en vincular ermitas y monasterios a pasajes de gran magnetismo y poder telúrico.
En tu fascinación por esta tierra coincides con el novelista Félix G. Modroño, cuya primera novela, La sangre de los crucificados, en parte se desarrolla por allí.
Apreciado Pablo, agradezco muchísimo tus palabras, que valoro de una manera especial, por pertenecer a una saga que cuenta con grandísimos escritores.
Ya te he dicho alguna vez que a gente como tu hermano y tú yo os tengo, aunque lo disimule, una admiración casi reverencial por el relato de vuestras hazañas que me hacía mi padre, inmenso narrador oral, aunque quizás proclive a exagerar un poco (ja, ja, ja...).
Ayer salió otro artículo titulado "Sobre grifos, sirenas y otros híbridos".
Os reitero las gracias y os mando un fuerte abrazo.
Luciano