Vendimias 1965. Venimos, creo de San Martín, con el remolque hasta los topes cargado de orujo. Yo llenaba las talegas en los lagares y dos muchachicos las subían. Ese año mis ayudantes, los ven en la foto, fueron Natalio Rabanales, "Rebulle" y Manolito el de "Cisla".
. Alguien sostiene que lo íntimo es mejor guardarlo para sí. Pienso, en cambio, que son muchas las personas de cierta celebridad que escriben sus memorias, sus biografías. De todas algo se puede aprender, algo pueden ayudar a la mejora personal.
Además es que estos días no soy capaz de hacer otra cosa que no sea recordar a Sarita. Sé que, sobre todo, a los y las de mi generación, incluso más jóvenes, que están fuera, les gusta recordar todo lo que cuento. Estoy recibiendo llamadas muy solidarias. Es que, incluso, el contarlo aviva mucho más los recuerdos. Todo quedará dentro de mí mientras viva.
Me anima también el motivo de dejar esto para quienes nos vengan después. Y es el reflejo de una época, de un modelo social desaparecido, que tenía, también, aspectos muy positivos: los valores humanos basados, no sólo en la religiosidad, sino en una moral universal, y que producían goce espiritual. "¡Qué deseos al alma tenía de ser buena, y como se llenaba de ternura cuando Dios le decía que lo era"! Ese gozo de los mejores momentos, es mi mejor recuerdo.
Fue un amor que venció muchas dificultades, no sólo la oposición paterna, sino, a lo largo del camino, circunstancias adversas ajenas a nosotros.
Cuando comenzó el idilio, yo trabajaba y estudiaba, como les he contado. Aquel junio me examinaba de 3º de Bachillerato. Seguí con don Manuel Cossio dos años más, hasta las vendimias de 1961. Hace unos días me llamó Mari Lena, la hija mayor. Aquel curso aprobé 1º de Magisterio.
Primera adversidad que puso en prueba nuestro amor: la rotura de una vertebra en la caída de un almendro. Cinco meses, en Madrid, la pobre con un corsé de escayola.
Resumo: El rechazo a mi ingreso voluntario para hacer la mili en Aviación, en Madrid, allí, entretanto, acabar los estudios de Magisterio y/o seguir en el Ejército, truncaron nuestros planes.
Hube de volver al pueblo, a esta casa, con mis tíos solteros, David, Petra. Fue la forma de sujetar esta dicha casa, y que aquel predio de corralones, tapiales y barro, entre Sara, nuestros hijos y yo hayamos, convertido en pequeña y bonita urbanización. La tristeza es que Sara, lo nuevo, no lo haya podido disfrutar más tiempo.
Y sujeté esta casa llenando pilos o noques de orujo en las vendimias, que destilábamos en el invierno.
En el año "sesenta y dos", recogí y transporté con un carro y un macho. En el "sesenta y tres" ya pudimos comprar un remolque de cuatro ruedas; en el "sesenta y cuatro", una yegua más grande que junto al "Rubio", el macho, tirara del remolque. En las vendimias del 65 estrenamos el Barreiros R-335. Nos costó 153.000 pts. Pagó mi tío las 53.000, únicas pts. que tenía. Firmó una letra de 100.000 pts., que pagamos al final de la destilación con el aguardiente que vendimos a Francisco Arranz, alcoholera de Palencia.
Fui con el camión, que llevaba siete u ocho bocoyes de aguardiente. Volví con 120.000 pts en un sobre. Recuerdo que en ese regreso hube de "hacer noche" en Valladolid. ¡Cómo no! ¿Dónde iba a ser? En casa de tía Juliana Alonso, con mis queridos primos los "Bercarios", Cimas. Le dí a guardar aquello tan valioso a mi tía. Aquel año, Luis Feliz, "Melitón", compró la casa de la plaza. Le costó 150.000 pts.
Con el Barreiros podía recorrer pueblos más lejanos, Villarín, Benavente, por ej., recogiendo orujo. También comprábamos uvas. Un año hicimos cerca de mil cántaros de vino. Se lo vendimos a Cándido González, de León. Aquel día me di una de las grandes palizas de mi vida. Lo trasegamos de los "conos" (depósitos de ladrillo y cemento que habían sustituido a las cubas) con una bomba accionada por una palanca manual.
Cada año, los de la emigración, veíamos aquello se acababa. Saqué el último orujo de muchos lagares. La última recogida fue en el año 1969. Recurrimos a comprar orujo a la bodega cooperativa que había empezado a funcionar en Benavente. Exprimían las uvas con unas prensas que no dejaban ni gota de mosto en los hollejos. Un desastre. Aquella última campaña, la del 69-70, casi no cubrimos gastos. En octubre de aquel año falleció, a los 55 años mi tío David.
Con el Barreiros pudimos empezar a cultivar las 18 Has. de los Modroños. Lo primero, sobre el "setenta", fue arrancar los majuelos. Valía más la vendimia que las uvas. Durante dos inviernos estuvimos llevando obreros a replantar pinos en el pinar del Raso. Además los tractores tenían un cupo mensual de gasóleo que tenía un precio como la mitad que el utilizado por los camiones. Por sobrante del cupo, mis primos de la gasolinera García Alonso, nos daban dos pts. por litro. Algunos meses era como un sueldico.
La bodega, en el año 1972, se la vendí a Teodoro Gil, el de "Beninín", en 22.000 pts., que me dieron la vida. Con ellas le compré a Pablo Granado, de Rioseco, a través de Chencho, un "peine", segadora de forraje de dedos fijos y cuchillas de vaivén. Con ella segaba alfalfas mía, y de unos y otros. Los pisos sin arrodillar, cantos que se metían entre dedos y cuchillas, no más herramientas que una llave inglesa y un martillo, ni les cuento qué colas de "peines" en la fragua de Chencho. Para el rastrillo hilerador no me llegó el dinero. Me lo prestaba Luis "el Currero" a cambio de arrastrillarle lo suyo. Iba en la directa. Al llegar al cabecero tenía que pisar el freno.
Entre tanto, seguía estudiando. Terminé Magisterio en 1963. No lo hice, en septiembre del "sesenta y dos", por culpa de la música. La profesora era muy exigente. Había que saber solfeo. Estudiando por libre y en el pueblo, ¿Quién me iba a dar clase de solfeo?
De cuando el intento de mili en Madrid, supe que la profesora de música de la Normal de Maestros, "Pablo Montesinos", no exigía solfeo, sino aprenderse las canciones regionales de un libro y cantarlas acompañados por ella al piano. Fui ahí cuando recurrí a don Santiago, de cura en Villamayor.
Cambié la matrícula a Madrid. Fui al examen con el librito en cuestión. Empezó con los acordes. Era un villancico: "Madre a la puerta hay un niño / más hermoso que el sol bello / preciso es que tenga frío / porque viene medio en cueros.../ "
Perdonen la inmodestia. Me salió bordado. -Tiene usted una excelente voz de barítono. Debería estudiar música en el Conservatorio. ¡Cómo para estudios en Madrid estaba la economía familiar..! Me dio Sobresaliente.
Al día siguiente me examiné de la Revalida, con buena nota.
Terminada la destilación 63-64, empecé a ejercer como interino en Cerecinos de Campos. Mi tío me compró una Vespa de 125 cc
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