LA OTRA HISTORIA DE VILLALPANDO. (II)
Hasta
los años sesenta de la pasada centuria en España apenas si existía una
incipiente industria metalúrgica, basada en la minera, en el País Vasco, y de
tejidos en Cataluña. El 70% de la población vivía en los pueblos, de la
agricultura, la ganadería, la pesca, y
pequeños oficios.
Así
la población de Madrid y Barcelona por el 1.900, apenas superaba el medio
millón de habitantes. Zamora capital tenía 16.287; Toro, 8.379; Benavente,
4.959 habitantes.
Les
cito la de algunos pueblos de la Comarca: Villanueva del Campo, 2.825;
Villamayor, 1.992; Castroverde, 1.680; Cerecinos, 1.612; Villafáfila, 1.576;
Villalobos, 1,138; Cañizo, 987; Cotanes, 731; San Martín, 655; Villárdiga, 472,
habitantes. Hasta el deshabitado desde hace muchos años, Otero de Sariegos,
tenía 168 h.
¿Y
Villalpando? -3.165-TRES MIL CIENTO
SESENTA Y CINCO HABITANTES. El aumento de 433 h. desde 1.830, se debía al
crecimiento demográfico, general en todo
el país, a pesar de guerras, pestes, mortandad infantil y muchos menos años de vida de promedio que
en la actualidad; una tasa de natalidad del 30 al 40 por mil, daba para que, a
pesar de lo anterior, siguiera creciendo la población. Repasando los libros del Registro Civil, he
visto como a finales del XIX y principios del XX en la villa había sobre unos
120 nacimientos al año.
Bien:
tenemos en bosquejo el cuadro de la situación. Sin apenas industria, ni
construcción, ni servicios, ¿de qué mal
vivía la gente? Del sector primario.
Centrémonos
en la villa del pando. La situación social y económica cuando estallaron las
revueltas campesinas en 1.903-1.904 era muy parecida a la por nosotros conocida
de niños, por eso voy a fiarme de mi memoria.
Existirían
cinco o seis familias de ricos (d. Ángel Mazo, casona esquina de la plaza con
calle Liceo, hasta el callejón de la “Fragua”, Cándido Ortega en calle Real y
Miraflores; d Castorio Palencia, calle Olivo-Altasangre; d Teodoro Núñez, calle
Real, posiblemente el mayor, 20 pares de mulas, según cuentan, y d Ramón
Álvarez, “el gallego”, principio calle Real). Los dos mayores terratenientes,
el Conde de Superunda, propietario de la totalidad de la fragmentada en la
actualidad, dehesa el Encinar, de 900 has., y los dueños de “El Monte de las
Pajas”, de 600 hectáreas, no residían en el pueblo.
Pongamos
unas 150 familias de labradores, entre medianos y pequeños; doce de hortelanos;
treinta o cuarenta de pastores, otras tantas entre carreteros, herreros,
albañiles, guarnicionero, herrador,
hojalatero, esquiladores, peluqueros, sastres, modistas, cereros,
abaceros y otros comerciantes..; podría haber veinte de funcionarios. Si
ponemos a una media por familia de siete miembros, excluyendo las anteriores,
nos restan unas DOSCIENTAS familias de
obreros. 1400 personas. De éstas supongamos que niños menores de diez años
podrían ser algo menos de la mitad. Nos
queda un censo de obreros y obreras (criados mozos de año, criadas, perillanes,
mayorales, jornaleros) de unas OCHOCIENTAS
PERSONAS, viviendo, si bien con ciertas diferencias, en casuchas
inmundas, mal comiendo y vistiendo.
Aquella
situación llegó a ser tan insostenible que originó la justa queja de los
oprimidos, los sucesos que narraremos en siguientes capítulos. A ver, si entre
tanto, puedo acceder al archivo municipal.