Sí: porque los
valores cívicos: honradez, deseo de justicia social de aquellas personas
ejemplares, son inmortales; siguen vigentes.
Recojo,
como botón de muestra, un fragmento de la intervención en en un pleno, 26 de
Noviembre de 1923, del fue Presidente y fundador, Antonio García Sacristán, en
1919, de la Asociación Obrero Agrícola de Villalpando, que tenía por objeto
defender y propagar las ideas socialistas, de acuerdo con la Constitución
entonces vigente, y, como obligación, acatar el programa del Partido Socialista
Obrero.
En aquel momento no era concejal, sí otro socialista,
Esteban Martínez, “Pajalarga”.
Los plenos suscitaban enorme interés. Se llenaba el
salón de actos. Podían, previa petición escrita, intervenir cualquier vecino.
Recojo el siguiente fragmento de una larga intervención:
“¿Por qué razón no se han tenido en cuenta las
denuncias que sel señor Alarma (Ángel, “Upín”) hizo relacionadas con la
higiene? ¡Ah! De nada sirve que a pesar de que todo el mundo vea en plena Plaza
Mayor que desde los balcones se arrojen aguas sucias y orines, sin miramiento
de que algún ciudadano sufra una ducha poco agradable. ¿Y qué diremos de los
albañales? Estos, que están destinado a ser paso a las aguas pluviales están
convertidos en verdaderas cloacas con peligro para la salud pública. ¿Y los grandes cocederos de abono
dentro de la población”, “nada se ha hecho en bien de la salubridad pública.
¿Por qué? Porque en opinión del propio
Sr. Alcalde nada se puede hacer por ser este pueblo, primero, eminentemente
agrícola y segundo, porque los pobres quitan el abono si los labradores lo
sacan fuera de sus corrales.
¡Señor Alcalde” Estas afirmaciones son gratuitas y
molestas; gratuitas porque a pesar de ser Villalpando un pueblo agrícola, nada
importa para que se cumpla lo que se relaciona con la higiene, y molestas
porque, a pesar de la teoría del Sr. Alcalde, los pobres son tan honrados como
pueda serlo el que más; y como quiera que saben de sobra que quitar es robar y
el que roba es un ladrón, no pueden consentir de ninguna manera que quede esto
sin que protestemos enérgicamente, pidiendo se dé una solución.
Una pregunta,
señor alcalde ¿Qué calificativo merecen los señores que han entrado a saco en
la Hacienda Pública, Por qué si los pobres son ladrones porque haya alguno que,
para comer unas tristes sopas se vea en la necesidad de coger una talega de
estiércol para la lumbre ¿Cómo teníamos que llamar a los señores que tenían el
encargo de administrar los bienes de de propios, (resumo) y se han apropiado de
140.000 pts?
EL SR. ANTONIO DIPUTADO PROVINCIAL.
Al no existir Seguridad Social, por lo tanto ni
sanidad ni educación públicas y universales; al no existir tipo alguno de
prestaciones sociales, sobre los Ayuntamientos y las Diputaciones recaía, en
sociedad tan pobre, esa pesada carga. A la beneficencia han de dedicar la mayoría de su presupuesto;
siempre insuficiente, que procedía de las contribuciones rústicas, urbanas e
industriales.
En el siglo XIX, desposeída, por la desafortunadas
amortizaciones, la iglesia de sus bienes, dejó de sostener pequeños hospitales
que en las cabeceras de comarca había. Quedó uno en Zamora, Toro y Benavente,
miserables, mal dotados.
Capítulo importante de los gastos suponía mantener el
Hospicio. Por ejemplo, en esta villa, unas tres madres solteras cada año
llevaban a sus no deseados hijos, al hospicio.
Para atender a los ancianos pobres, jornaleros que ya
no valían para tirar de azada, había tres asilos, en Zamora, Toro y Benavente.
Y luego el paro obrero, que hacía estragos en las
comarcas de “Tierra de Campos” y “La Guareña, sobre todo. Expone el Sr.
Antonio, años 1931-32 que la crisis y la penuria son totales. Las arcas
municipales han sido vaciadas por los concejales del anterior régimen y pide
una moratoria de los pagos que se adeudan a la Diputación, y la imposición de
“una décima” sobre las contribuciones territorial e industrial, que se
gravarían sobre aquellos municipios que lo deseasen.
Amplio debate. Recojo fragmentos. Dice el Sr. García
Sacristán:
-Son los hacendados del pueblo los que deben
contribuir, gravando sus contribuciones territoriales para ayudar a los que
menos tienen”.
“No
es cuestión política, sino económica, así lo reconoce la gran mayoría de los
concejales, aunque monárquicos, del Ayuntamiento de Villalpando, que los
desheredados de la fortuna necesitan protección para no morir de hambre, y no
pudiéndosela prestar ni el Estado, ni la Diputación, deben contribuir los que
tienen riqueza, gravando ésta con “la décima” (Pagar una décima parte de sus
cosechas) que atenúe la angustiosa
situación.
No aprobar esto es querer que la Diputación acepte que
la gente muera de hambre. Es necesario que contribuyan los hacendados
forasteros, que después de esquilmar a los arrendatarios y llevar sus saneadas
rentas a las ciudades, obligan a que los modestos labradores, residentes en la
localidad, sean los que tienen que
soportar las cargas de todo orden”.
Las anteriores afirmaciones son un botón de muestra de
los valores humanos del Sr. Antonio: ansía de justicia social; defensa de los
pobres (entonces sí que había verdadera pobrezas: robar un talega de estiércol
para poner lumbre, para hacer unas sopas…), dar la cara, valentía, honradez a
carta cabal. Era, además, un demócrata. Muy justo en sus apreciaciones
sociales, las cuales reflejan muy bien, la situación del pueblo: “Es necesario
que contribuyan los hacendados forasteros…”
¿Quiénes eran? Pues miren: la
familia Covaleda propietaria de la dehesa “El Encinar”, 900 Has.; los dueños
del Monte de las Pajas, otras tantas Has.; los Cuadrillero Reoyo del “Monte
Coto”, que por esas Has. debe andar, más o menos. Luego, abajo, propietarios de
muchas tierras, aunque estuvieran dispersas estaban “La Palmera”, “Los Láncara”
“Los Maroto” Luis Rodríguez, “Huesines”; “La Maragata”…; esos eran “quienes
esquilmaban a los arrendatarios, los modestos labradores que habían de soportar
las cargas de todo orden, que lo eran la mayor parte de los labradores de par de
mulas del pueblo, a excepción de las cuatro casas grandes de tres o
cuatro pares y tierras propias.
Visión profética la de este
hombre: no era un marxista, no era un comunista revolucionario, ni un
anarquista, sino un social demócrata, diríamos ahora. En igual honda estaba
Ángel Galarza, del partido ( Republicano Radical Socialista) de mi abuelo. En
el mitin que dio en la panera de la Srª Petra, calle Miraflores, actual tienda
de Biri, apelaba también al voto de estas familias de labradores trabajadores autónomos, quienes, en un
escalón un poco superior a los jornaleros, votaban a las derechas.
Lo hacían porque aunque sólo
comieran, pan, garbanzos y tocino, al menos no pasaban hambre, como los
jornaleros; porque tenían algún cacho de tierra que amenazaban con quitarles
comunistas y anarquistas; por le religiosidad, sobre todo en las mujeres, tan
influidas por los cinco curas que había en el pueblo.
El Sr. Antonio García
Sacristán, inteligente, alfabetizado, esquilador y obrero, no tenía más
propiedad que su casa, calle Oso, en San Pedro, pero, como servidor, respetaba
la propiedad privada, siempre que ésta cumpliera una función social.
Si todos los labradores se
hubieran unido a los obreros tras los líderes moderados (en Villalpando este
Sacristán, “Pajalarga” el Sr. Félix “el Roiso”, mi abuelo; labradores como, los señores. Manolo y Aurelio Núñez,
Pablo Allende, don José Labrador, Procurador…,) se hubiera podido llevar a cabo
la reforma agraria, ese reparto de la tierra de los terratenientes, que era la
“madre del cordero” (aunque mayor solución hubieran sido las obras
públicas, la industrialización) y
evitado la guerra civil.
Las anteriores ideas, si no ya el reparto de la tierra, sí, como está ocurriendo, una cierta redistribución de la riqueza, y, sobre todo, el valor cívico de la honradez, permanecen vigentes. Han de llevarse a los ayuntamientos.
Pero ¿cómo es posible que de 256 votantes al PSOE en la últimas generales, no salgan NUEVE para una candidatura? Si ahora ya a nadie van a fusilar por declararse socialista.
Quienes son sobrinos/as; nietos/as, incluso hijos, como es mi caso, de aquellos viejos honrados socialistas, fusilados, encarcelados, huidos, aunque sólo fuera por honrar la memoria de aquellos héroes, deberían dar un paso al frente. Con tres candidaturas de derechas se hace imprescindible una de izquierda moderada.
Tengo una lista de hombres y mujeres en la cabeza, cuyos nombres omito, pues baste que yo los señalara para ocultarse. No obstante, siento la necesidad moral de insinuar para reivindicar la valía de un hombre algo más joven que yo, socialista de toda la vida, con quien siento, por discrepancias con su señora, haber perdido la amistad. Era uno de los pocos con quien, cuando salgo a la plaza, se podía mantener interesante conversación. Posee una cultura superior a la media del pueblo. Desde hace muchos años su conducta es ejemplar. Existe otro hombre joven valioso que no quiere ser primero. A partir de ahí ya se podría seguir buscando.
Si alguien está dispuesto a ser candidato por esas siglas a las que dice amar, puede ponerse en contacto con José García Badallo, alcalde Tapioles. Tef. 615 42 57 99