jueves, 1 de febrero de 2024

A SANGRE Y FUEGO. (I)

 

 

                                          A SANGRE Y FUEGO.

                                        Héroes, bestias y mártires de España.

 

Así tituló Manuel Chaves Nogales (conocidísimo por su biografía de Juan Belmonte) su libro, profética y objetiva visión de la guerra civil española, desde su voluntario exilio en París en plena contienda, año 1937.

Este hombre era Director del diario madrileño “Ahora”. De ideología liberal centrista, cuando el periódico fue incautado, a los pocos días de la sublevación, por el Consejo del Pueblo, escribía siguiendo las consignas de las izquierdas. Cuando, en noviembre del “treinta y seis”, el gobierno de la II República trasladó su sede a Valencia, perdiendo todo el control sobre la anarquía de los milicianos, horrorizado por la barbarie asesina de éstos y, teniendo noticia de que en la otra zona, si bien de forma más organizada, se estaban cometiendo las mismas atrocidades, asqueado, huyó a París con su familia.

Profetizó en este libro: de cualquiera de los bandos que gane esta guerra saldrá un dictador.

En estos días he visto unos cuantos videos: entrevistas, coloquios, conferencias de “Pepito” el del Registrador, amigo desde la infancia, (¿qué será de toda la panda de estudiantes señoritos: los Concejo, Cossios, Astudillos, Eloyuco Hernández, Nandi Alfayate…?; los de don Manolo el del banco siguen viniendo por aquí…)   doctor don José Álvarez Junco. Sus libros, sobre todo “Mater dolorosa” y “Lerroux el emperador del Paralelo”, son lectura imprescindible para conocer a fondo la intrahistoria de España, la idiosincrasia nacional, el cúmulo de avatares desde la guerra de la independencia, hasta la civil. Fue, con Zapatero, de quien se ha apartado, director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Es defensor de nuestro actual marco constitucional.

“Mater dolorosa” es España. Pudieron los Comuneros enderezar el buen rumbo emprendido por Isabel la “Católica”; pero no: el caso es que, como consecuencia del descubrimiento y la conquista de América, llegamos con Felipe II, (en cuyos dominios no se ponía el sol) a ser la primera potencia mundial, gigante con pies de barro alimentado con los metales preciosos de las Américas.

Si es que, ya su padre, el belfo Carlos, se empeñó en meternos en todas las guerras, se empeñó en acabar con los reformistas luteranos (protestantes), cargados de razón; se mezcló la religión (sentimiento noble de minorías, y práctica forzada en las mayorías católicas) con los intereses monárquicos, Enrique VIII y sucesores, por ej., y los Austrias. En el siglo XVII la población peninsular (pestes, conquista americana, guerras europeas), apenas si llegaba a los ocho millones de habitantes. “Poner una pica en Flandes” se dice cuando algo es muy difícil. Eso, poner una “pica”, soldado, en los países bajos, llegó a ser algo casi imposible.

Pero mientras fueron llegando barcos con plata y oro a Sevilla, fuimos tirando. Además las españolas parían muchos niños.

Saltamos hasta comienzos del XIX: penosa, (salvo la excepción anterior, del XVIII, de Carlos III), monarquía Borbónica; invasión francesa, reacción defensiva popular (ella es consecuencia de un sentimiento nacionalista español, que Álvarez Junco pone en duda en nuestros días), la frustrada esperanza de las Cortes de Cádiz con el regreso del felón “séptimo” (me da asco poner su nombre); guerras dinásticas, más bien ideológicas: los tradicionalistas defienden al hermano Carlos, y los liberales a la hija Isabel (muy “liberal” ella, escogía para “cubrirse” a buenos militares); y así, guerreando, durante todo el décimo nono, incluido el intento de una monarquía extranjera y de una república.

Entre tanto, mientras los españoles consumían sus energías en continuas revueltas el resto de casi todas las naciones europeas (Rusia, no) llevaban a cabo la necesaria revolución industrial.

A finales del XIX, Canovas y Sagasta propician la restauración borbónica, terminan las guerras carlistas comienza el periodo del turnismo caciquil. España sigue sumida en el atraso, la incultura, la pobreza, el descontento: doctrinas foráneas revolucionarias, guerras en África, Semanas Trágicas, huelgas, atentados, feroces represiones; efervescencia política a medida que avanza el siglo XX; paréntesis dictatorial (la UGT apoyó a Primo de Rivera, contra la CNT) de seis años, II República, guerra civil.

La incipiente industrialización en el País Vasco y Cataluña no podía absorber a toda la mano de obra que sobraba en el campo. En el medio rural vivía el 80% de la población. Ese era el problema: los millones de campesinos sin tierra, de jornaleros de, en la mayoría de los casos, vida miserable.

¿Aquello hubiera tenido arreglo? ¡Pues claro! Lo tuvo a partir de mediados los cincuenta. ¿Qué falló?: los españoles, los demonios de la raza: orgullos, soberbias, envidias, comodidades.., egoísmos al fin; la falta generalizada de unos principios morales, cívicos, humanos.

No don Miguel, don Ortega, don Marañón, don Azaña, don Besteiro, don Domingo, don Madariaga, don Prieto, don Claudio Sánchez Albornoz, don Niceto, don Miguel Maura... La solución no estaba en el sistema, si monarquía o república, si comunismos o fascismos; estaba en cambiar de cuajo a los españoles.

Todas esas persona que cito estaban llenas de valores intelectuales y morales, de buena voluntad; pero no pudieron impregnar a las masas de esos valores, les fue imposible arreglar aquel carajal, sobre todo porque surgieron líderes políticos, unos fanatizados, y/o ególatras ansiosos de poder.


(Continuará) s.D.q. 

 

 

 

 

 

 

 

 


No hay comentarios: