MUCHOS TOROS Y POCOS TOREROS.

 

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  Cuando, ayer tarde, llegué a la plaza, estaba el toro emplazado en la esquina de Garibalde y no más de tres o cuatro "recortadores" merodeaban de lejos sin que el toro se moviera. La arena vacía. Todo el mundo, como ven, arrimado a las vallas. Aburrimiento. Se movió un poco hasta donde la foto. Llegaron los cabestros y se fue, rápido con ellos.

  

    Al poco irrumpió con fiereza otro novillo en la plaza. Éste dio más juego. Recortadores forasteros le llamaban. Envestía de lejos hasta los hierros. Algún recorte consiguieron. La representación de Villalpando ha quedado reducida a Javi "Marcelino". Entre quienes andaban por la plaza predominaban los cuarentones, y más.

   Son estos sanroques muy ricos en ganado, en estructuras. Nada que ver con aquellos pobretones de nuestra infancia: una viga y trillos tapando las calles, los tablados de madera; una garita donde "Torti" y otra donde  "Monsifú" con cuatro palos; las vacas metidas en el tramo entre trillos en la calle "Toril", y en un corral de la Solana; la plaza empedrada, unas pocas vaconas alquilanadas y para de contar.

    Si hubieran pillado "El Velas", Perules, Luis el Currero, "El Nono", Paquito Guardiola, los Villasante, José Luis Lobato..., estos preciosos novillos, la plaza enarenada, graderio, vallas cerrando todos los soportales... 

    Estos festejos taurinos se llamaban, y así lo pone en el programa, CAPEAS, que recorrían maletillas de pueblo en pueblo. Capeas viene de capa. En la foto se ve una. Será la del director de lidia, obligatorio, quien ni un pase dio. Antes de la pandemia todavía Diego Luna cuajó bonitas faneas. En pocos años las capas han desaparecido del todo. Hubo un movimiento de los recortadores contra los capas, aduciendo que estropean al "ganao". Pero si ahora hay novillos para dar y tomar, que marchan enteros. Tristes los tiempos en que se caían las vacas, sangrando por las uñetas y, a rastro, las llevábamos a la Solana; cuando el "triángulo" para mover al "ganao"; cuando había que sacar de la plaza a las reses con el tractor. Si ahora todo es perfecto: unos chiqueros  perfectos donde el ganado es fácil de manejar, donde descansan, comen y beben. La facilidad con la que llegan y salen de la plaza...Pues, a pesar de todo, al poco, cunde el aburrimiento.

    Ya ayer por la tarde no estaba el pueblo lleno a tope, como hace quince, veinte años. Esta mañana, en el toro del alba, cuatro gatos. Verán como cada día vendrá menos gente. Habría que replantearse, puesto que la mayoría de la juventud de hoy en día, pasa de las vacas, si no sería necesario incentivar los recortes, con premios y, sobre todo, incentivar la vuelta al toreo de capa y muleta.

    Del mal llamado encierro que les voy a contar: polvo y hierro. No pasé del puente de Las Zambranas. Allá al fondo, en la Lomba, una nube de polvo. Habría, ¡yo qué se!. mil coches; caballos, la tira, corriendo tras unos novillos que intentan huir, hasta que, agotados, se paran y los cargan al camión.

   Lo mejor de la fiesta, al menos para servidor: la CONVIVENCIA, el reencuentro. Ayer, pasado el encierro, anduve por la plaza. Llegué a casa a las cuatro, agotado de tanta conversación de alguna emoción. Incluso, ya cuando venía, me lié con una numerosa pandilla de mozos y mozas de Cigales.

   Sé que la fiesta se vive en la peñas, y en las familias. Servidor y su esposa ejercen de patriarcas en la comida familiar del clan "Modroño". Belén, desde la foto, nos sonreía. 

    Miren como quedó la plaza instantes después del "Toro del alba"