Le estamos viendo las orejas al lobo del cambio climático, y hacemos como si nada; seguimos viviendo igual. La fotografía de ese embalse en la Confederaciòn Hidrográfica del Guadalquivir debería movernos a reflexión.
Los embalses de la CHD andan por el 25% de su capacidad total. Ya se temen los regantes no poder terminar la campaña de riego en remolacha y maíz. En el canal de San José han comenzado las restricciones. Cada pocos días nos traer La Opinión noticias de pueblos desabastecidos de agua por el descenso del nivel de los pozos.
Me cuentan que de algunos hiper, en Huesca, sale la gente con carritos cargados de agua mineral.
La sequía con haber hecho estragos en las cosechas que están repercutiendo en la ganadería, no es comparable a una situación de faltar el agua para el consumo humano. ¿Se lo imaginan?
Y, encima, la guerra, el subidón de petróleo, gas; de toda la energía, por lo tanto, de todos los artículos de consumo. Pero, todos tan felices, como si nada.
El gobierno, más vale tarde que nunca, quiere tomar medidas para fomentar el ahorro energético. No, no son las restricciones que conocí en mi infancia, cuando teníamos luz dos horas en las noches de pleno invierno. Total, la bombilla lucía poco más que la vela y como no teníamos ni un electrodoméstico, todo lo más una radio en pocas casas, casi daba igual.
Que sí: que vivíamos sin agua corriente en las casas, sin cuartos de aseo, sin cocina ni de vitro ni de gas, (la lumbre de paja, estiercol y dos palos de manojo), sin tele, ni plancha eléctrica, ni nevera, ni lavadora, ni friega platos, etc. ¿Para qué hablarles de calefacción y de aire acondicionado?
Y resulta que ahora el gobierno plantea rebajar la temperatura de los espacios públicos a 27º y reducir la iluminación de los escaparates a partir de las diez de la noche, y se le echan encima los partidos de la oposición, los sindicatos, los ciudadanos consumistas...
Hace dos días, a la vuelta de un entierro, se me ocurrió entrar a matar la sed en el Club de Jubilados. Me senté en el patio. Por hablar de algo recurrí al calor, a la sequía que hace se me estén secando almendros, a la necesidad de que las administraciones tomaran cartas en el asunto...
Fue mi sorpresa cuando uno de los contertulios, aventajado discípulo de Federico, de Herrera y de Intereconomía, lo que yo no sabía, me salta:
-Si el Sánchez quiere ahorrar que deje de viajar en el Falcon y suprima mil cargos políticos cada día, y que deje de meterse en la vida de la gente, que quien gasta es porque puede.
-Es muy posible que tú y yo, y éste y el otro, podamos consumir; pero el que está dejando de poder, es el planeta.
Intenté razonarle que, por supuesto, el rebajar el presupuesto, los cargos políticos, es una necesidad, pero una cosa no quita para la otra. Y todo sin enfadarme, intentando dialogar.
No sé por qué su pique con Sánchez, como si tuviera la culpa de la sequía, de la subida de los piensos. Enseguida derivó, por sorpresa, a lo de siempre: cuando no hay argumentos, el ataque al argumentador, a meterse conmigo con descalificaciones mentirosas y que no venían a cuento.
La verdad es que no me quitó el sueño. Superé enseguida el sinsabor. Me hubiera sentido mal de entrar al trapo de las ofensas respondiendo de la misma manera. Le dejé allí y ni puto caso.
Cuento esto como un ejemplo, muy frecuente, de la falta de conciencia ciudadana; he escuchado opiniones en contra de estas medidas del gobierno, si bien de manera civilizada de alguien muy abierto al diálogo que ya no nos dio tiempo; eran más de las tres.
Nos esperan tiempos de dificultades, y como tarden las lluvias, ni les cuento; de tomar medidas mucho más drásticas, para salvar al planeta, lo cual es salvarnos a nosotros mismos como especie humana, aunque viendo el caletre de tanto terrícola no sé si merece mucho la pena. Miro a los niños, a mis nietos, y me dicen que sí.
Un poco menos de tanto confort a los gordicos occidentales es imprescindible.
Copiados de la Opinión de hoy.
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