LA
VERDADERA MEMORIA DEMOCRÁTICA (VII)
En
nuestro afán por reprobar la crueldad por parte de los dos bandos en la
guerra civil, y elogiar también actitudes ejemplares, quiero seguir recordando a estas
personas eminentes, limpias de sangre, cuya honradez es un ejemplo a seguir.
A
la figura que más veneración profeso es a la del santo laico don Julián
Besteiro Fernández (Madrid 21-9-1870. Carmona, en la cárcel, 27-9-1940).
Discípulo
de la Institución Libre de Enseñanza, Licenciado y Catedrático de Filosofía y
Letras, militó en su juventud en el Partido Republicano Radical, si bien,
pronto ingresó en el PSOE, donde sustituyó en la Presidencia al fundador,
Pablo Iglesias.
Por
apoyar la huelga ya, en dic 1917, sufrió
prisión, hasta que, por ser elegido Diputado, salió en libertad.
Desde
la Presidencia del partido y de la UGT, apoyó en principio, la dictadura de
Miguel Primo de Rivera, convencido de la necesidad de imponer orden en el caos
reinante para mejorar la economía, lo cual redundaría en beneficio de la clase
trabajadora, como ocurrió, al aumentar las obras públicas.
Un
ejemplo del apoyo socialista a Primo de Rivera, lo tenemos en Villalpando,
cuando en un pleno municipal, el presidente local, Antonio Sacristán, alude
elogiosamente al “directorio”.
Ese
apoyo a la dictadura fue languideciendo; a la altura de 1927, comenzó a mostrar
su simpatía por el establecimiento de una república democrática y
regeneracionista, de cuyas Congreso fue el primer presidente.
En
1934 se opuso a la huelga revolucionaria (octubre rojo en Asturias) promovida
por Largo Caballero.
Fue
en la guerra civil donde la talla humana de Besteiro se agigantó. Ministro en
los tres gobiernos republicanos de la guerra, Giral, Largo Caballero y Negrín,
siempre su gran preocupación fue evitar los crímenes, conseguir la paz.
En
marzo de 1939, cuando la guerra estaba perdida, presionaba sobre Negrín para
ofrecerle a Franco una rendición en la que, como contrapartida, el
“generalísimo” se comprometiera a no ejercer ningún tipo de represión sobre los
vencidos.
Negrín,
partidario de la resistencia hasta el final, apoyado por el PCE y un sector del
PSOE, se opuso a las pretensiones de Besteiro, compartidas por el Jefe del
Ejército del Centro, coronel Segismundo Casado, por Wenceslao Carrillo (padre
de Santiago), por el anarquista Cipriano de Mera y por el militar fiel a la
república, José Miaja. Llegaron, el día 5 de marzo, incluso a ejecutar en
Madrid, un golpe de estado, con lucha y muertos dentro del bando republicano. Y
vencieron, pero cuando le fueron con la oferta al cruel Franco éste dijo no
aceptar más que la rendición sin condiciones. Fue la puntilla final. Todos los
dirigentes, los pocos que continuaban en Madrid, huyeron a Valencia, a Alicante con la esperanza de huir, como ocurrió a los más jefes, en barco, en avión.
Fue la desbandada general, continuación de la emprendida en febrero tras la
caída de Barcelona.
Besteiro,
el único, se negó a abandonar Madrid. Él estaba limpio de sangre. Persona
ingenua, de gran corazón, confiaba, aún, en la benevolencia de Franco. Sí, sí:
le sometieron a proceso sumarísimo, y por haber sido socialista moderado, no le
condenaron a muerte, sí a cadena perpetua, conmutada por pena de 30 años.
En
el penal de Carmona cumplía condena, un hombre, anciano para la época, resistió
poco más de un año. En septiembre de 1940, recién cumplidos los setenta años,
falleció. En la cárcel, ni siquiera con un malhechor hoy día se hace eso,
cuanto más con un anciano tan lleno de dignidad, de esa gran talla humana e
intelectual.
La
crueldad de franco en la posguerra, no tiene excusa. Vamos a suponer que lo de
Guernica fuera decisión de la Legión Condor; que lo de García Lorca fuera obra
de señoritos granadinos envidiosos del talento de Federico, pero lo de Miguel
Hernández, Machado, Azaña, los cientos
de miles exilados, y los miles fusilados en frío en la posguerra, no tiene perdón
de Dios.
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