Mario Díaz. Director Adjunto.
Les juro por lo más sagrado que me muero de ganas de hablar de las exclusivas de Jorge Calabrés. Tanto de los whatsapp que Aldama le enviaba al jefe de Gabinete de María Jesús Montero para pedirle favorcillos con la refinanciación de una deuda de más de medio millón de euros como de las sospechosas adjudicaciones que Azvi, la constructora de cabecera de la trama, logró con la mejor valoración subjetiva o de las reuniones que Koldo le montaba a la UTE Azvi-Sevilla con el marido de la hoy exdirectora de la Guardia Civil María Gámez váyanse a saber para qué.
También me encantaría extenderme en las explicaciones que la juez le exige a Moncloa por el cese del amigo/colaborador del hermano de Pedro Sánchez o la taxativa afirmación de la magistrada según la cual "Todo parece indicar que (el cargo en el conservatorio) se creó para asignárselo" a David Azagra.
No digamos ya las ganas que me corroen de destripar el decreto 'minibús' que Sánchez al final ha sacado con el beneplácito de todos, incluido el PP por aquello del qué dirán y de los amigos de Junts, que siguen negociando sin conseguir nunca nada pero ahí están, erre que erre.
No, esta semana no puedo evitar hablarles de Donald Trump y de mi 'corazón partío'. Que en la misma semana que hemos podido escuchar a los últimos 50 supervivientes de Auschwitz 80 años después de la liberación del mayor infierno de la Historia, el presidente de EEUU prepare 30.000 plazas en Guantánamo o que llame "discapacitados mentales" a los controladores del accidente aéreo de Washington sólo porque los contrató la administración Biden pues, sinceramente, me da un poco de miedito. Y me da mucho más las detenciones aleatorias que se están produciendo por todo Estados Unidos a ciudadanos estadounidenses únicamente por hablar en castellano por la calle. O que los niños estén dejando de ir a la escuela porque sus padres tienen miedo de una redada que dé con sus huesos en un avión para deportarles. Pero sobre todo acojona (sí, perdónenme, pero es que acojona) la frialdad con la que muchos otros ciudadanos estadounidenses, los que se dicen los buenos, aceptan esto, lo alientan e incluso banalizan y hacen chistes. Ahí, en la indiferencia de quienes vivían al lado del campo de Auschwitz y sabían lo que pasaba comenzó el infierno.
sábado, 1 de febrero de 2025
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