EN TIEMPO DE
SEMENTERA, ANDA LA GENTE OCUPADA (ii)
A aquellos labradores, amos,
mozos, criados, que llenaban nuestros pueblos del adobe y del tapìal, sembrar
las sesenta, setenta u ochenta yeras ; cincuenta o sesenta iguadas de cada par,
les llevaba desde los “Cristos” (Villanueva, Fuentes), hasta cerca de “La
Milagrosa”.
Si alguna tormenta en el verano, había que echar unos días cortando, amontonando y prendiendo, garamatas, merineros, burrales, gamaza, agenijos…
Por
el Cristo de Villarrín solían los ábregos traer las aguas de abajo. Eso era lo
bueno para que el terreno se purgara, cogiera tempero, se pudieran arar las
pocas tierras de legumbres (garbanzos, titos, muelas, algarrobas), sembrar éstas
a molera, en las tierras malas, sobre el rastrojo, y los herreñales de centeno
para forraje mular en primavera. Con todos esos preparativos y las vendimias, nos
metíamos p’llá del Pilar.
De
noche salían los pares con todos los aperos y achiperres: el carretillo con el
arado y la rastra atada detrás; o la grada canadiense y el cubresemillas; las sembradores y carros . A
lomos de las mulas mantas, cebaderas, alforjas, en un seno el botijo grande del agua, en
el otro el barril con el vino, el fardel con la fiambrera repleta de tortilla, torreznos, (chorizos ya no quedaban) huevos
duros y aceitunas en ajo arriero..; medio pan de a kilo por gañán… Por
cualquier camino, en tierras pequeñas, antes de la concentración, te podías
encontrar con algún par cada poco. Unos trescientos había en mi pueblo. Ahora, poco más de una docena de tractorazos.
Salvo
las pocas tierras ya dichas de legumbres, todo lo demás se sembraba sobre
barbecho; de San Blas a San Juan, reblar, binar, terciar…;
Los
medianos y grandes labradores sembraban a máquina; sembradoras tiradas por mulas de siete
o nueve botas, el gañán iba detrás conduciendo y levantando la palanca de los engranes en los
cabeceros; previamente, con otro par, habían preparado con la grada o la rastra. Hasta cinco yeras, tres y pico iguadas, presumía de sembrar “Tragayeras” cada día.
Quienes
no tenían máquina o tenían los barbechos en malas condiciones, sembraban a mano,
a dos los mejores, y a favor del aire. Altiva, gallarda, poética la imagen del
labriego con la sembradera al hombro; acompasado, rítmico el movimiento de
brazos y piernas ( “Cuando siembro voy cantando, porque siento que al
cantar…”). Tapaban con la rastra o, en lo ligero con broza, con el arado, luego
pasaban la rastra; el mozo sobre una banda sujetado con los ramales
La
simiente la habían encalado, con Piedra Lipe la noche antes. La fanega y media
en dos costales, para seis cuartas la llevaba el burro. Los de a máquina, en el
carro.
Dura
brega de casi dos meses para sembrar lo que en un día uno de estos tractorones.
Acabada
la sementera venían los deliciosos días de las matanzas y las bodas de los
jóvenes labradores, acabados en la emigración muchos de ellos.
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