LA
VISIÓN RURAL DE MIGUEL DELIBES Y DE MACÍAS PICAVEA.
Enterado cerrado el plazo de
inscripción, no he podido apuntarme al curso on-line de la “Universidad de la
Experiencia”, me hubiera gustado participar en el de literatura, para
contrastar alguno de mis puntos de vista. Los escribo aquí, y si alguien quiere
lo puede trasladar al profesor que imparta esta asignatura, con quien me
gustaría mantener un intercambio de puntos de vista.
Aparte de lo anterior, si lo
que voy a exponer es una herejía, y el gran investigador local, entusiasta,
estudioso de la obra delibiana, a la que ha dedicado libros, se asoma por aquí,
su aportación sería de gran interés.
“El Norte de Castilla” le
llegaba a diario, por correo al señor Benigno, el panadero. Cuando empezaba el
mes de junio iba todos los días a que me dejaran mirar a ver el día y hora de
los exámenes de bachillerato en el “José Zorrilla”, adonde yo iba a examinarme
por libre; ya de peso leía todo el periódico. Así empecé a tener noticia de don
Miguel.
Bien pronto leí “El Camino”
y “Las Ratas”. Ingresado, por una intoxicación del “chofe” que nos ponían en el
Colegio de Villanueva, en la clínica de Quemada, junto a la Plaza de Toros,
derribada al poco, Sara compró y leímos “Los Santos Inocentes”. Compré asi
publicado “El disputado voto del señor Cayo”. He leído todo lo de Delibes. Mi
admiración por el escritor vallisoletano es total, sobre todo cuando releí “El
hereje”. Fue el florón, la cúpula áurea de toda su gran obra.
Sin querer hacer un alarde
de erudición, sino para demostrarles la admiración ya dicha, así, a voleo, de
memoria les cito, además de las citadas, el título de otras de sus novelas:
“La sombra del ciprés es alargada”, “Mi idolatrado hijo Sisí”, “Diario de un
emigrante, o de un cazador” es de uno que caza en Chile; “La hoja” (del
librillo de fumar) roja”; “El príncipe destronado”, “Cinco horas con Mario”
(Lola Herrera, de muy jovencita actuó en el teatro de “Los Mantecas”, por la
feria); “Cartas de amor de un sexagenario voluptuosa” (Ésta me la recomendó,
nada más publicarse, Luciano López Gutiérrez); “Señora de gris sobre fondo rojo”,
dedicada a la madre de sus siete hijos; “Viejas historias de Castilla la Vieja”
(para las que recogía vivencias en un pueblo de la Guareña, del padre del
periodista Luis Miguel de Dios).
¡Bueno! ¡Allá va mi
atrevimiento!: En sus libros más rurales no refleja la realidad sociológica,
económica de los pueblos castellano-leoneses, de la comarca corazón de la
meseta, “Tierra de Campos”. Cierto que la acción de “ El camino”, “Las ratas”, “El
disputado voto…”, la sitúa en la comarca donde pasaba los veranos de su
infancia, en Sedano y la zona del norte de la provincia de Burgos. La peripecia
de Daniel “El mochuelo”, es tierna, evocadora, añorante…, “Nini”, el hijo del
ratero es anecdótico, también llena de ternura, pero poco verosímil: un niño
tan sabio que predice la lluvia y la helada, que todo el pueblo recurra a él,
como a un oráculo; que viva en una cueva, con su padre…
Más realista es el señor
Cayo. Tempranamente aborda la despoblación rural. Esos pueblos de la montaña
fueron los primeros abandonados. Hay una denuncia de la perdida de esa cultura
rural ancestral, de esos campesinos autosuficientes… También premonitoria es su
reflexión sobre la incipiente casta política. La acción transcurre en la
campaña de las primeras generales, las del año “setenta y siete”. Ahí ya vemos
al político idealista y al trepa, al vividor de la política, la mayoría, en
este momento.
En cuanto a Azarías, su
hermana Régula, su cuñado Paco, su vida en cortijo de la familia del señorito
Iván, pues claro que penosas situaciones parecidas podrían haberse dado en
cortijos extremeños y andaluces: el egoísmo, la chulería, los abusos al pobre del
señorito; la servidumbre, la humildad de los “mandados”; pero casos tan
extremos no se daban en nuestros latifundios. Conocí las enormes diferencias
sociales. Conocí en la dehesa a leñadores, carboneros, cisqueros salmántinos
viviendo, familias completas, en chozos construidos con ramas de encina;
durmiendo en camastros de paja de centeno sobre el suelo; la lumbre en el
medio, y un agujero para el humo en la cúpula. Félix, el de “ALFE” de
Benavente, nació en uno de estos chozos. Ángelito el panadero (Rayanos) los
recuerda, pues iba de niño a llevarles el pan a la dehesa. Pero ya en el tiempo
de estos López, quien se la había comprado a los Covaleda, los amos de la
dehesa, gente sencilla y trabajadora, no existía ese trato humillante. Ya más
recientemente, mucho menos.
Por ejemplos, un nuevo
propietario de una porción de esa dehesa, se empeñaba en que el tractorista
empacara un forraje que estaba húmedo. Éste objetaba tal empaque. El amo le
replica: -“Esto lo empacas porque aquí el que manda soy yo”.
El tractorista cogió el hato:
-“Ahí te quedas, que lo que me sobra es trabajo, chulerías no aguanto”. Y se
vino andando a su casa.
En “Viejas historias de
Castilla la Vieja” existe también traslado de vivencias campesinas, si bien
todo más anecdótico.
Por supuesto que el léxico,
la fluidez narrativa, cierta poesía son muy de valorar.
Pero si en los libros que he
comentado no quedan bien reflejadas las las sociedades rurales de la posguerra,
ya mayor con “El hereje” dio el “do de pecho”. Ahí si que tenemos un buen retrato
de la sociedad vallisoletana, española en los tiempos del oscurantismo
tridentino. ¡Qué horror teocrático!: opresión, intolerancia, absoluta falta de
libertad para (Dr. Cazalla, el lanero Cipriano Salcedo) pensar de distinta
manera. Además más humana, Cristiana y razonable. Acallada con la feroz
represión de la hoguera. Y lo llamaban: “Autos de fe”.
Comentaremos en próximo
capítulo la novela “Tierra de Campos” de don Ricardo Macías Picavez, un
regeneracionista decimo nónico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario