Anoche bajó la lluvia del cielo al campo
el añil y el sol abrasador de todo un verano
se tornó gris, plumbeo, con agua cargada en el Atlántico
derramada vivificadora sobre los resecos páramos:
sobre arcillas, limos y arenales con cantos;
sobre embrozados rastrojos
sobre barbechos terciados...
El aire de la mañana
era un gozo respirarlo;
pugnaban los girasoles
con gatuñas, bledos y cardos,
con genijos, acederas, salsolas y verdolagas
intentando cada cual,
que se oliera su fragancia;
para enriquecer aún más,
la de la tierra mojada.
Nuestra estepa cerealista
comienza a quedar preñada;
germinarán las semillas
por el viento esparramadas
broza, rebrote otoñal
que eliminará la arada.
Comienzo esperanzador
para una buena senara.
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