RECORDANDO A SAN MARTÍN DE VALDERADUEY.

       Si he tardado tantos días en colgar nueva entrada, ha sido porque la anterior es muy importante, "pa que to'l mundo" se entere.

        El texto que viene a continuación, y las fotos, me los manda Julia Gómez Riesco, periodista del "El País" e hija de Pedro el cacharrero, de San Martín.


A San Martín de Valderaduey le quedan pocos años. Al igual que otros muchos pueblos desaparecerá tras haber permanecido décadas en vías de extinción, dejándose día a día la vida. Después de una larga agonía, la última voz quedará anclada en el cielo sin presencia ni respuesta de nadie. Sufre una cuenta atrás dolorosa y estéril, sin que se repare en esta pérdida terrible. Sus últimos moradores son ángeles custodios.

No es una postal navideña, es San Martín.

¿De qué "Cristo" será ese cartel?

¿Quién tallaría esa cruz? ¿De qué cantera la sacarían? ¿Cómo la echarían al carro? ¿Cómo la moverían?

Se secó la fuente.

Perdido en la niebla del tiempo.

Día de cencellada.

El palanganero donde se lavaban sudores.

La carretera por donde se fue la vida del pueblo.

Ni una huella mancilla el blanco manto.

Una helada de las de antes.

La bicicletona sin nadie que dé a sus pedales, apoyada en el cubresemillas, sin mulas que tiren de él.

La tierra del tapial y el adobe vuelve a la tierra madre.

Nadie queda detrás del ventanuco.

La calle principal. La casona de la derecha es la de "Los Morales". Las traseras del fondo de la casa de Pepe, el de "Los huérfanos".

De esa, y las demás, bodegas saqué orujo. El pegote de cemento de encima no evitará su ruina, y quedarán entoñados los pasales, las sisas, la viga, el pienso, la rueda, los pejos..., el lagar en suma; y los carrales, el candil, el megedor, los poyos...

Dentro de ese barro que ven hubo vida humana: nacimientos, juventud, madurez,  defunciones, tálamo nupcial sobre colchón de borra... En esa lumbre el borrajo apenas si mataba un poco el frío. ¿Cuánto podrían contar sus paredes?