LA JUSTICIA.
El amor, las ansias, tener
necesidad de Justicia, en todos sus aspectos, es una virtud, la primera de las
virtudes humanas, cualidad de las personas rectas. En teoría, todos decimos
amar lo justo. En la práctica, según la actitud de cada quien, ya es otra cosa.
La historia de la humanidad está
llena de horrores causados por los defectos humanos: soberbia, afán de poder;
avaricia, ira, falta de compasión, de empatía con el semejante: maldades en
suma.
Siempre hubo conflictos entre los
seres humanos, sobre todo cuando estaba en juego la supervivencia. Nuestros
ancestros se peleaban por la caza, (que era alimento y vestido), por la cueva,
por el trozo de terreno. Pero como seres sociales, además de los instintos
maternos y paternos, que también poseen todos los animales, se dieron cuenta de
las ventajas de colaborar, de ayudarse, de socializarse; en principio, dentro
del clan, de la tribu, hasta llegar a las formas de vida actuales, en las que,
a pesar de los bajos instintos de bastantes, se ha impuesto la socialización,
la interrelación que, aunque con enormes diferencias entre los distintos puntos
del planeta, proporciona bienestar a la mayoría.
El problema de la humanidad,
empleando un lenguaje coloquial, es la distinta pasta de que estamos hechos: la
existencia en todos los tiempos de gran número de malas personas. Éstas son
aquellas en las que predominan los malos sentimientos, las extremadamente
egoístas, las carentes de compasión, tengan más o menos cualidades
intelectuales, destrezas, aptitudes. En el otro extremo están, han estado, los
altruistas, los justos, los santos. En el medio, con muy distintas gradaciones,
entre los malos, malos y los buenos,
buenos, estamos la mayoría. Y ahí está la lucha entre el bien y el mal. Si
todos fuéramos bien intencionados, no existiría problema, no hubieran existido
guerras.
La causa de muchas de éstas ha sido
el tratar de imponer unos criterios de organización social, unas ideas, o la
preponderancia de los dirigentes, de los poderosos (reyes, dictadores…) de unos
grupos sobre otros.
Los grandes conflictos de intereses
materiales (posesión y distribución del trabajo y los bienes) se está
resolviendo, no sin continuos roces, con
la aplicación de la JUSTICIA SOCIAL
Bien pronto las primitivas
sociedades, en su organización, para dirimir los conflictos personales
(consecuencia de los intereses y de los instintos de los individuos) dotaron de
autoridad a un líder, quien era jefe y juez de la tribu.
Las primeras grandes civilizaciones
instituyeron leyes que, nacidas en general de la razón y el sentido común, no
estaban exentas de crueldades.
En nuestras modernas sociedades nos
hemos dotado de unos códigos de organización social, política, económica: las
Constituciones; y de infinidad de leyes que regulan toda la vida de los
individuos.
Existe un Código Penal, que
sanciona las actuaciones ilícitas, un Código Civil que dirime los conflictos
económicos; el Código de la Circulación..., y leyes, leyes y leyes, algunas muy
antiguas, acordadas por los parlamentos nacionales y regionales: El PODER
LEGISLATIVO, en las democracias elegido por el pueblo.
Para hacer cumplir las leyes, para
dirimir los conflictos entre los ciudadanos o entre éstos y las
administraciones o entre éstas entre sí, está el PODER JUDICIAL, formado por
jueces/as y magistrados/das, y todos sus auxiliares. Lo que antes se llamaba la
curia y ahora la justicia, a secas.
¡Qué poder tienen! ¡Qué poder han tenido
siempre! Lo malo es que son humanos, sujetos,
por lo tanto a imperfecciones.
En ese ansia de JUSTICIA de las
almas nobles, cómo, en ocasiones, los inocentes, hemos anhelado que un Dios
justo e infalible, que conocería la verdad y la mentira, fuera quien nos juzgara.
Gracias, quizá, a ese Dios, o a la
razón y la ética universal, la justicia española, en su mayoría, es justa; y
por encima de un solo juez/a existen otros tribunales que enmiendan atropellos.
Pero, como a pesar de ello, de la integridad y
capacidad de muchos jueces/zas, (como se está viendo en su lucha contra la corrupción, con poderosos en la cárcel) la justicia española es objeto de críticas, y valoraciones de falta de independencia hasta por el Consejo de Europa; a pesar del mal ejemplo que nos están dando los Magistrados del Supremo en lo de las hipotecas y las peleas dialécticas subsiguiente; del episodio de la fallida elección de los miembros del C.G.P.J.; de que
no es igual la justicia con los ricos que con los pobres, (por ej.: un rico
puede acusar sin motivo a un menos rico porque no le importa gastar dinero en
Abogados) a pesar de mi miedo ancestral a las togas por aquello de mi abuela:
¡Con la justicia y la inquisición, chitón!, por eso, por tantos juristas honrados, para defender a una institución, noble en su conjunto, intentaré en próximo capítulo, como
crítica constructiva, contra posibles malos ejemplos puntuales, contar en forma de cuento, posibles situaciones sufridas por un amigo a quien
conozco.
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