lunes, 30 de octubre de 2017

ERA UN BUEN AMIGO Y UNA BUENA 'PERSONA.


        Ya siento que este blog esté tan lleno de notas necrológicas, pero por otra parte es justo ir dejando memoria de quienes convivimos en este pueblo..

         También intento hacer justicia narrando las virtudes de las personas que fallecen, si bien huyendo del tópico del "llegó la hora de las alabanzas" como es el caso de VICTORIANO SINDE ALLENDE.

        Daba gusto conversar con él. Y ya siento no haberlo hecho más. Coincidíamos con frecuencia por los bares a mediodía. La  última vez en el Avenida. Otras veces en los pésames. De ahí, que aún sabiendo su edad, al verlo tan vital, tan en plena forma, se reciba con más tristeza la noticia de su rápida enfermedad, de su fallecimiento.

       Estaba deseando pegar la hebra: -oye, como tienes de flores los almendros, que buenón estaba el trigo y cómo se va secando, y no llueve; ¡mira que como se han puesto los girasoles...!

        Y es que él se pegaba un buen paseo a diario por la Carretera de Quintanilla, y se fijaba en todas las tierras.

         Como siempre me he interesado por la peripecia vital de las gentes de mi pueblo, y de los vecinos, le hacía preguntas. Él, con mucho gusto y amenidad me contaba su vida.

         Si es que resulta que su padrastro, Ambrosio de la Puente, "Cencerrilla", había formado parte, junto con mi abuelo de la Junta Directiva del Partido Republicano Radical Socialista. Y de este hombre, de cuando iba a sacarle el orujo (pisaba allí en un portalón) guardo muy buen recuerdo.

        Cómo formaban las escaseces de la infancia: Victoriano, el menor de cuatro hermanos, quedó huérfano de padre a los tres años. Cómo se las arreglaría aquella pobre mujer, en el año 31, para, sin más bienes que una pequeña casica, sacar adelante a los cuatro hijos. Posiblemente la mayor, Palmira, con unos dieciséis años, se pondría a servir.

       Cuando enviudó Ambrosio, sin hijos, pasados unos cuantos años, se casó con la madre de Victoriano. Creo recordar que éste me dijo que él ya tenía unos 13 años.

       -Yo le debo todo a mi tío (así era como se llamaba a los padrastros). Me enseñó a leer, escribir, cuentas. Ni siquiera había podido ir a la escuela. Nos sacó de la  miseríia.

        Me enseñó a trabajar y a ser honrado. Y todos ayudábamos lo que podíamos. Yo empecé a trabajar en la lechería de Cayo. Iba todos los días, sobre los catorce años, a buscar la leche de los pastores de Villárdiga, con las cántaras en un carrico tirado por una burra.

        Se casó joven, como casi todos en aquella época, y con unos brazos como toda riqueza. Recordaba la enfermedad de Isacita, sin lamentos. Simplemente con: ¡cuánto sufrió la pobre!, y me dejó con dos niños pequeños.

        Como muestra de la nobleza de este hombre, voy a contar algo que fue casi una confidencia: -Aquello fue muy duro. Yo andaba de pastor en casa de "Los Chicharros". Entonces estaba empezando la Seguridad Social y no entraban las medicinas. Le pedí a "San Zui" 1.000 pts. de anticipo del sueldo. y me dijo: -Ten dos mil y no me las devuelvas. Lo que hace falta es que tu mujer se ponga buena.

      Y esto me lo contaba Victoriano, como agradecimiento a la acción de aquel solterón de los más ricos del pueblo.

      Él sabía que valía para algo más que andar de pastor a sueldo por el pueblo. Emigró a Barcelona, y como era tío valioso, tuvo un buen puesto de trabajo. Ahorró perrillas. Regresó al pueblo jubilado. Compró y arreglo una buena casa (otra que se cierra), se aviaba perfectamente: todo, limpieza, compra, comida, plancha... Se tomaba sus vinitos a diario; café, partida por la tarde. Tenía el coche siempre flamante. Hacía sus viajecitos...

     Ayer lo comentaba con sus hijos. Siempre las despedidas son tristes. En este caso queda el consuelo de que no ha sido viejo, que ha vivido en plenitud hasta el final, Y que en esos días postreros ha tenido a sus hijos al lado.

      Pues este es mi homenaje a un tío tan majo como era "Vitoriano Cencerrilla".  

     
       

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