jueves, 26 de octubre de 2017

DE CUANDO PASABA FRANCO.


      Ayer había de escribir el artículo mensual para "La Mar de Campos". No era cosa de hablar de Cataluña, de lo que tenemos hartazgo; no iba a hablar de la sequía, que bastante nos preocupa, y no lo podemos poner remedio; de la situación del pueblo, ¡buena gana!: cuando pasen los meses teniendo que ir "al caño", a lo mejor alguien reacciona. Por lo tanto tiré de archivo neuronal, para recordar al buen amigo  Boni "el Pedrín", y contar una de sus historias, de estas que sé le gustan a mis buenas gentes.

      Ahora, para que incluso la lean con más gusto cuando aparezca en papel, en la revista, la traslado aquí. ¡Que la disfruten!



                             DE CUANDO PASABA FRANCO.

               Boni “el Pedrín” era un labradorcico rapuchero. Labraba con un par de mulicas, que no daban la cuerda, dos quiñones a cada hoja en el “Monte de las Pajas”, unas cuantas viesas en el Raso, contra la raya de San Pedro, y dos cachos garbanceros abajo. También traía a medias unas veinte yeras de Federico el panadero, con la condición de que su hijo le  viniera de purridor en el acarreo.

               Todo el bálago de tan lejos, por lo menos desde la casilla de “los Campos”, a donde iban a parar los caminos de arriba, que estaba a cinco kilómetros, se traía a las eras por la carretera de Madrid.

               Todos los años, hacia finales de julio, y a primero de septiembre, previo repique del tambor, iba, por las esquinas, Miguel el “pregonero” echando el bando:

               “De parte del señor alcalde, se hace saber que mañana, sobre las once horas, pasará por nuestra villa su excelencia el generalísimo Franco. Por ello se manda a todo el vecindario que salga a la carretera para vitorear su paso. Igualmente queda prohibido el tránsito por dicha carretera general Madrid-La Coruña, a cualquier clase de automóvil, carruaje, caballería, ciclista o peatón, desde las dos horas anteriores, hasta después de su paso”.

               ¡Bueno!: pues ese día ya sabían los labradores del Raso que habrían de andar listos para echar el segundo carro, antes de las nueve.

               Y así, con esa prisa, anduvieron Boni  “el Pedrín” y Angelito “el panadero”. Como les había sobrado un poco de bálago de la trilla del día anterior, se dijeron: mañana echamos solo un viaje; aunque vayamos lejos, a “Tremesao”, saliendo a las dos de la mañana, andaremos bien.

               Con las prisas, y como era de noche, no ataron bien la rede. Cargaron el carro con buena barda y una morena más de la cuenta. Salía el sol cuando ya venían por  “Majalasllanas”, en esto que, en el trasteo del camino, se desata la soga y tuvieron parto, se les caen las dos bolsonas de los lados. ¡Qué avería! Hoy que pasa Franco, y nos toca volver a purrir casi toda la carga.

               La verdad es que el paso del Caudillo nos divertía a los muchachos: todo el trayecto desde el Pardo al Pazo de Meiras, era custodiado por un guardía civil cada quinientos metros de la carretera. La comitiva era espectacular: primero los motoristas con cascos, gafas como antiparras, chaquetones de cuero con cinto, del que colgaba el pistolón,  pantalones ajustados y botas altas, cabalgando en aquellas que nos parecían enormes “Sanglas”; luego ya no sé cuántos cochazos con banderines, cristales tintados que no se sabía muy bien en el que  iba Franco, salvo que se molestara, si veía mucha gente, en mover un poco la manita…

                Volvamos a nuestros acarreadores: al llegar a la “Casilla”, se dicen: “parece que no se ven guardias ni movimiento todavía”. Si tiramos por el camino de “Los Gallegos” nos lleva una hora más, y  vamos ya andar mal pa hacer la trilla y aparvarla en el día. ¡Venga!: vamos por la carretera y que sea lo que Dios quiera”.

               Venían andando procurando sacar del paso a las mulicas. El mastín del panadero al lado. Subían la cuesta “Carrancha” cuando llega el terrible motorista:

               -¡Alto!

               -¡Sooo!, dicen ellos. Sujetan a la mula delantera que se espanta de la moto.

               -¡No saben ustedes que está prohibido andar por la carretera!

               -¡Perdone usted señor motorista! Es que se nos soltó la rede y queríamos terminar hoy la trilla…

               Al  mastín no le estaba gustando nada la escena y empezó a emitir un gruñido amenazador, enseñando los dientes. Viéndolo el motorista tiró de pistolón y le pegó un tiro. El mastín cayó patas arriba, muerto en acto de servicio.

               -Pues si no queréis que haga lo mismo con vosotros, ya podéis salir de la carretera y tirar por ese camino.

               -¡Perdone usted señor motorista!, que ya vamos.

               Pues miren: a quienes vivimos aquello, ahora lo de Cataluña (la verdad es que la cosa está entretenida) nos parece un broma. Otra cosa es la sequía. Esto sí que ya empieza a ponerse serio. Y lo del arsénico, ¡na!. Eso lo resuelve en un pis pas el estadista.


               

No hay comentarios: